El voto flotador
El cronista se ha programado la mañana con método y provecho: no renuncia a la playa, siempre y cuando se haga antes la ducha y la urna. El cronista ha establecido sus prioridades ciudadanas, en base a lo que estima un responsable e higiénico ejercicio democrático. Así que una vez depositada su papeleta, enfilará las orillas del Mediterráneo. Pero antes de pisar la arena, seguro de que habrá pisado el colegio electoral, y de que habrá prestado su confianza a unos aspirantes a representarlo, y a representarnos, en Bruselas y en Estrasburgo. El cronista tiene su mar, pero se ha hecho, en más de una ocasión, tres largo de Rhin y uno de Danubio, con Claudio Magris y con tantos otros escritores de compromiso en ristre, aun sin el Príncipe de Asturias. Y está muy de acuerdo con Magris en que debe permanecer alerta y evitar, en la medida de sus posibilidades, que se manufacture una Europa en la que la política se encuentre esclavizada por la economía. El cronista está, como tantos y tantos otros, por una Europa social, por una Europa de las ciudades y de los ciudadanos, y no por una Europa como un patio de operaciones bancarias y una pasarela de financieros y cambistas. Por eso ha seguido muy atentamente la campaña y ha anotado las ofertas de los partidos en liza. Los partidos en liza apenas argumentan, pero, lo que resulta más deplorable y escandaloso, andan faltos de pedagogía. Si uno quiere conocer Europa que meta en la guantera los programas de los partidos en liza, los olvide, y viaje a golpe de guía y de principios. Con los insultos y descalificaciones que se han puesto en circulación, se puede llegar a la pedrea, pero difícilmente a Friburgo, a Gap o a Colmar. El PP, muy en particular, ha insistido en una desafortunada estrategia, y esa actitud revanchista y recurrente hasta el hastío, puede costarle un buen puñado de sufragios. Tampoco han estado muy finos los socialistas, pudiéndolo, pero han renovado sus votos en el talante y tal vez en las urnas. Solo quedan unas horas: esta noche sabremos la decisión de la opinión pública, de la soberanía popular, cada vez más recia, más certera y más incuestionable. Esa misma opinión, esa misma soberanía que en su pluralidad no quiere resignarse a los flautistas de un bipartidismo más que adocenado y con síntomas de agotamiento. Hay otras expectativas y puede haber sorpresas. Lo proclama con optimismo IU, lo anuncian también algunas coaliciones nacionalistas. Cúmplase así o no, es lo cierto que la democracia se crece, se enriquece, se esperanza, se afianza, avanza y cascabelea, con tan imaginativa comparecencia. Bueno, pues el laborismo de Blair ya es la tercera fuerza en algunas circunscripciones, tras los simultáneos comicios locales en el Reino Unido En fin, lo dicho, cosa de horas, y cifras al canto.
Mientras por aquí, por la comunidad varada, la épica de Camps y Zaplana, con el mapa escolar de una Europa de colorines de telón de fondo. El viernes cerraron ambos campaña en Alicante, pero no era la reconciliación, sino la ordenanza y la conveniencia. Según parece, Francisco Camps dispondrá cambios en su gobierno y en RTVV, si el PP se lleva el gato al agua, en la comunidad varada. ¿Premio de consolación? Se lo lleve o no, tendrá que haberlos: están en juego nuestra paciencia y su supervivencia.
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