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Los sindicatos rusos protestan contra las reformas de Putin

Las nuevas leyes contemplan restringir el reparto de viviendas sociales gratuitas

Pilar Bonet

Los sindicatos rusos organizaron ayer una protesta simbólica en contra de las ambiciosas reformas socioeconómicas previstas por el Gobierno, mientras la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento) comenzaba a debatir el paquete de leyes sobre la vivienda que, entre otras cosas, revisan los criterios de reparto de pisos sociales gratuitos. La Federación de Sindicatos Independientes (FSI), heredera de los sindicatos soviéticos, organizó manifestaciones en diferentes lugares del país, incluida Moscú.

En esta última ciudad, cerca de mil personas se concentraron frente a la sede del Gobierno para protestar contra el desmantelamiento de las prestaciones sociales y, sobre todo, contra la supresión del sueldo mínimo garantizado y el sistema de salarios unificado vigente en la sanidad y en la enseñanza. Si prosperan los planes del Ejecutivo, los trabajadores rusos dejarán de tener asegurados los 600 rublos al mes (menos de 20 euros) que estipula hoy la ley, y los maestros y médicos dependerán de los niveles salariales de sus respectivas regiones.

Habida cuenta de que la FSI agrupa a 48 sindicatos del ramo y tiene 36 millones de afiliados (el 96% de los trabajadores del país), la protesta tuvo un carácter testimonial, encaminado sobre todo a justificar el salario y la autoridad de sus dirigentes, estrechamente vinculados con las instituciones de poder y con Rusia Unida, el partido de los seguidores del presidente Vladímir Putin, que es mayoritario en la Duma. Un millón de personas habrían salido a la calle en toda Rusia, afirmaba la FSI.

La mayoría de los rusos carece de información objetiva y amplia sobre la envergadura de las reformas en perspectiva, que afectan a millones de personas y presuponen enmiendas en centenares de leyes. Con todo, los cambios en ciernes provocan una cierta inquietud y han comenzado a influir en la imagen del Gobierno ruso, que Putin identificó con una nueva etapa. La relación de los rusos con sus dirigentes "se ha enfriado", sobre todo en lo que respecta al Gobierno dirigido por Mijaíl Fradkov, afirmaba el sociólogo Leonid Sedov. En mayo, un 47% de los rusos se mostraba descontento con el Gabinete formado el 9 de marzo (frente a un 38% que aprobaba su gestión), según sondeos del centro de Yuri Levada. El predominio de los descontentos frente a los satisfechos afectó también al primer ministro que, con una correlación de 37% a 36%, empeoró su posición respecto a abril, cuando un 44% de los rusos aprobaba su gestión y un 36%, no. Putin se ha visto también afectado por cierta erosión, aunque sigue gozando de una alta popularidad. En mayo, un 76,21% de los rusos valoraba positivamente su gestión (frente a un 79,19% en abril) y el presidente seguía siendo el político en el que más confían sus conciudadanos.

Esos sondeos no medían aún la reacción suscitada por el proyecto de ley para abolir las prestaciones sociales a cerca de 33 millones de personas, pero sí constataban una actitud negativa de la sociedad ante la reforma del sector de la vivienda. El paquete de 28 leyes que la Duma comenzó a debatir ayer contempla, entre otras cosas, la restricción de las categorías de ciudadanos con derecho a vivienda social, el desahucio por impago y el desarrollo de la hipoteca. En primera lectura, la Duma aprobó el Código de la Vivienda, la primera ley del conjunto, con un total de 337 diputados a favor frente a 10 en contra y la protesta de los diputados comunistas y del bloque Ródina, que abandonaron la sala.

En Rusia, casi 4,5 millones de familias esperan entre 15 y 20 años para recibir una vivienda social. El Gobierno confía en reducir la espera con programas especiales de construcción e hipotecas y, simultáneamente, rebajar a un periodo de cinco a seis años el plazo de espera. A las viviendas gratuitas tendrán derecho los "ciudadanos con escasos recursos", un concepto que cada región definirá según sus particularidades.

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Sindicalistas rusos portan sus banderas durante la manifestación de ayer frente a la sede del Gobierno en Moscú.
Sindicalistas rusos portan sus banderas durante la manifestación de ayer frente a la sede del Gobierno en Moscú.AP

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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