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Reportaje:

Hallazgo renacentista en un torreón de El Pardo

Recobrada la pintura ornamental de Gaspar Becerra, discípulo de Miguel Ángel

En medio de las peores adversidades, la belleza reaparece. El seis veces centenario Palacio Real de El Pardo, y durante 35 años residencia del dictador Francisco Franco, hoy morada temporal de jefes de Estado, acaba de recobrar, bellamente restauradas, pinturas ocultas de incalculable valor para la historia del arte del siglo XVI en España. Su valía procede de su original pureza renacentista.

Se integraban en un relato mitológico surgido de la pintura al fresco del jienense Gaspar Becerra, discípulo en Italia de Miguel Ángel Buonarroti y de Giorgio Vasari, y decoraban los paramentos del torreón de la Reina, uno de los cuatro que jalonan el palacio madrileño. Las pinturas han permanecido escondidas dos siglos bajo una capa de yeso forrado de terciopelo que impedía ver sus finísimos contornos y su fascinadora policromía. Casi todo el palacio, salvo el torreón que las albergaba, fue devastado en 1604 por un pavoroso incendio que mutiló, en parte, las ornamentaciones halladas. Ahora, en una restauración que ha costado 307.000 euros a Patrimonio Nacional, han sido recuperadas en todo su esplendor e interpretada la secuencia de su mítico relato.

Un incendio devastó en 1604 casi todo el palacio, a excepción de la torre suroeste

Se hallan situadas bajo un magnificente techo al fresco obra de Gaspar Becerra, que incluye aventuras míticas de Perseo desplegadas en cuatro medallones, otros tantos cuarteles pictóricos y un tondo central, todo ello polícromamente ilustrado; las ornamentaciones, también al fresco, decoran las embocaduras de tres de los balcones de la torre con motivos de trasunto musical, sobre cuarteles romboidales en sus dinteles; sus zócalos se ven orlados por cenefas de raigambre persa -llegadas a través de Venecia, adaptadas en Génova y así recibidas en Madrid- sobre las que se encaraman aves de vistosos plumajes y folículos de cuidadísima hechura.

Según Juan Carlos de la Mata, director general de Actuaciones Histórico-Artísticas de Patrimonio Nacional, pueden constituir la primera manifestación pictórica del Renacimiento llegado de Italia: "Es el único lugar del palacio de El Pardo que conserva decoración original del reinado de Felipe II y precede, incluso, a la del monasterio de El Escorial".

Flora Marsá y Esperanza Rodríguez Arana, conservadora y restauradora de Patrimonio Nacional, respectivamente, iniciaron el estudio y la recuperación de las pinturas hace tres años. "Contábamos con documentación de Argote de Molina, de 1582, y de Ponz, en 1777, pero el yeso y el tercioplelo nos impedían verlas". Ahora, gracias a su esfuerzo y al del equipo a su cargo, los visitantes del palacio de El Pardo pueden contemplar estas excelsas ornamentaciones protorrenacentistas dentro de la ruta diaria que desde las 9.30 hasta las 12.15, y de 15.00 a 18.00 cruza esta morada histórica de los reyes de España -salvo el paréntesis en que fuera habitada por Franco-. El torreón de la Reina es el primero que recibe a los visitantes en el ala suroeste del palacio. Su fachada se ve signada por una labra del escudo en piedra bajo el águila bicéfala del emperador Carlos V, primer huésped regio involucrado en la transformación del antiguo pabellón de caza en aúlica mansión.

Las pinturas surgieron de los pinceles de Gaspar Becerra, quien, junto con el enigmático Juan Bautista de Toledo, fue el único arquitecto y pintor español que mediado el siglo XVI trabajó en Italia junto a Miguel Ángel Buonarroti (Caprese, 1475-Roma, 1564) y a Giorgio Vasari (Arezzo,1511-Florencia, 1574). Había nacido en la jienense Baeza en 1520 en una familia de artistas. En su adolescencia viajó a Italia y, tras adiestrarse en numerosos saberes a la sombra de ambos maestros, participó en la ornamentación del palazzo romano de la Cancillería y en el templo de Trinitá del Monte.

De regreso a España en 1558, recaló en Valladolid. En Astorga hizo un retablo dedicado a la Natividad de María, quizá su obra más conocida. Gaspar Becerra ilustró con magníficas anatomías un tratado del protomédico Valverde. Identificada su estatura artística por Felipe II, éste lo llamó para decorar su palacio de El Pardo a partir de 1563.

Lejos de ser un mero oficiante de las artes monumentales a la usanza de los alarifes tardomedievales atrapados en la rigidez de una escuela y replegados sobre la figura de un gran maestro, Becerra se procuró formación en estética y perspectiva de entidad suficientes como para permitirle recrear el anticuarismo del Renacimiento italiano con una expresión filosófica de su cuño signada con impronta propia. Serenidad, luminosidad y grandeza, sin llegar a la terribilitá de Buonarroti, definen sus obras.

El origen del palacio de El Pardo se remonta al año de 1405, cuando Enrique III de Trastamara quiso instalar en las riberas del Manzanares un pabellón de caza para gozar de la riqueza de sus bosques de encinas y robles, cobijo de ciervos y osos. Incluso hoy, no es raro ver por la ruta asfaltada que conecta El Pardo con Madrid, a 12 kilómetros, jabalíes y jabatos -casi siempre altamente malhumorados y susceptibles-, desplazarse en tropel en busca de agua y pastos.

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