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Columna
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Sala de musculación

Vicente Molina Foix

Otra vez, Dios mío. Parece que fue ayer cuando en la Comunidad de Madrid votamos por mayoría a unos para que gobernaran los otros: ¡'Los otros'! Ni Amenábar con su refinadísima y tortuosa imaginación podría haber creado fantasmas de ultratumba (más lo primero que lo segundo) semejantes a aquellos dos diputados electos de cuyo nombre no quiero acordarme. Se tuvo que votar de nuevo después del verano, y entonces se materializó una película si cabe más terrorífica: la invasión de los ultracuerpos. Empezaba la era de Aguirre-la-ira-de-Dios, también llamada Esperanza Atila, pues donde ella pisa no vuelve a crecer la escuela pública. Claro que llegó el 14 de marzo, y para los mutilados y entristecidos madrileños a la tercera fue la vencida; la vencida sobre el terror fundamentalista y sobre el error tendenciosamente manipulado.

Cuatro votaciones en 13 meses es demasiao p'al cuerpo electoral, dirán muchos ciudadanos, y no les falta razón. Existe, por otro lado, la tentación de pensar que estos nuevos comicios del 13 de junio caen lejos, pues Europa es una palabra que nos puede llenar la boca y enfriar el corazón. El abstencionismo amenaza, y aún más si siguen estos calores. Soy de la opinión de que las elecciones europeas del 13-J tienen, por el contrario, una enorme relevancia y, si se me permite ponerme local, esa relevancia es aún mayor desde el punto de vista madrileño, donde no pasa un solo día sin que veamos algún nuevo estrago del tándem Gallardón-Atila, muy henchidos ambos de su papel de posibles delfines del PP futuro. ¿Tendrá futuro el PP?

He recibido, como todos ustedes, la propaganda electoral de los principales partidos. De la de IU me ha gustado, aparte de una lista de candidatos con nombres tan apreciados como el de Pilar Bardem y Luis García Montero, la austeridad del propio volante propagandístico, desprovisto de toda retórica. En el mensaje del PSOE destaca la idea central de perseguir una Europa fuerte, social y laica, una triada de objetivos que parecen de Perogrullo y no lo son, sobre todo el último; la moda catolicista, más que católica, y bastante retro por cierto, que impera en una mayoría de los países del antiguo eje soviético incorporados, a partir del 1 de mayo, a la Unión Europea, hace temer por la deseada laicidad de un continente donde se va a escenificar precisamente en los próximos años no el choque de civilizaciones, sino la confluencia de religiones; la Europa cristiana ha de dar ejemplo de estricta separación de poderes terrenales y religiosos, para poderse erigir en su momento como paradigma antidogmático frente al integrismo islamista que no dejaremos de ver en acción entre nosotros.

Tiene humor, me atrevo a insinuar que negro, el primer eslogan de la propaganda postal del PP: "Una España con peso en Europa". Eso es, según los cofirmantes del escrito, Mariano Rajoy y Jaime Mayor Oreja, lo que el Partido Popular ha defendido "durante todos estos años", en un compromiso, se afirma en otro pasaje del volante, de construir una Europa "más sólida". Tales afirmaciones demostrablemente falsas se vierten acompañando una lista de candidatos donde figuran los nombres de varios ex ministros más y estrechos colaboradores de Aznar, el político que más ha alejado a nuestro país del concepto de una Europa con solidez, independencia, peso propio y laicismo. Veo sin embargo en la lista del PP un bonito nombre de resonancia musulmana, Abdelmalik el Barkani Abdelkader. Va en el puesto número 50. Eso sí, por delante de apellidos cristianos de rancia prosapia, como Alvárez de Miranda y Gil-Robles.

Voy a acercarme el día 13, luzca el sol o truene, hasta la urna. Lo haré además deportivamente. Y es que en la zona del norte de Madrid, donde vivo, a los vecinos nos corresponde votar en un gimnasio. Aunque el establecimiento ostenta aún el nombre de un general héroe del glorioso Alzamiento Nacional, y en uno de sus muros externos sigue luciendo el emblema imperial de las águilas, se trata de un lugar literalmente olímpico y saludable, donde tienen cabida artes marciales sofisticadísimas; sus practicantes dan gritos de película de Kurosawa y visten unos faldones que sólo el Miguel Bosé de los buenos tiempos tendría el atrevimiento de llevar. Allí iremos a hacer músculo democrático. Que la fuerza esté con nosotros.

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