_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No es lo mismo

Soledad Gallego-Díaz

James M. Barrie, el autor de Peter Pan, escribió que Dios nos dio memoria para que pudiéramos tener rosas en diciembre. Luis Buñuel consideraba que la vida sin memoria era como la inteligencia sin posibilidad de expresarse. Y Milan Kundera defendió que la lucha del ser humano contra el poder era la lucha de la memoria contra el olvido.

Muchos han reprochado a la sociedad española que a la muerte de Franco tomara la decisión de olvidar lo ocurrido en la Guerra Civil y en los años posteriores. Quizás fue necesario. Pero, como dice Santos Juliá, eso no quiere decir que no se haya publicado, debatido e investigado sobre la Guerra Civil ni que no existan miles de libros y artículos sobre la contienda y la posguerra. Sabemos perfectamente lo que pasó, cómo paso y por qué pasó. Sabemos que quienes impulsaron aquella rebelión, "en modo alguno fueron arrastrados por una especie de destino histórico, como si no hubieran tenido más remedio que hacer lo que hicieron". En absoluto. Sabemos qué significó la República y qué significó la rebelión militar. Sabemos lo que supuso la defensa de la República y lo que implicaba la defensa del franquismo.

Así que no estaría mal que, de una vez por todas, este país le diera un homenaje no sólo a las víctimas de la Guerra Civil, en su conjunto, como aprobó la semana pasada el Congreso, sino a la II República Española y a sus defensores. Porque tenían razón y porque esos hombres y mujeres hubieran ayudado a hacer una España mucho más solidaria, justa y democrática de la que hicieron los rebeldes y los franquistas. Hasta las canciones más populares que cantan los jóvenes de hoy saben de qué se trata: No es lo mismo, ni lo fue entonces, "conformarse o pelear". "No es lo mismo", dice Alejandro Sanz, "entérate de que no es lo mismo; que sepas que hay gente que trata de confundirnos". Perfecto. De eso hablamos. De no confundirse. No es lo mismo haber apoyado a la República que haber promovido la lucha contra ella; ser franquista que no haberlo sido.

Nadie habla de pedir responsabilidades. Ni tan siquiera a la Iglesia católica por mantener impertérrita en los muros exteriores de decenas de templos de toda España la lista de hombres que murieron luchando a favor de Franco. No importa.

No se trata de eso. Se trata de homenajear y de demostrar agradecimiento a quienes defendieron aquel gran proyecto. De ayudar a quienes ahora tratan de descubrir las fosas comunes en las que yacen enterrados miles de ellos, ajusticiados, fusilados o muertos de hambre, enfermedad y palizas en las cárceles de la posguerra.

Quizás así nuestros descendientes no tengan que pasar la vergüenza que produce ahora ver el olvido en el que han caído otras tumbas terribles de nuestra historia. La enorme vergüenza que produce, por ejemplo, contemplar en el cementerio de Melilla la anónima explanada donde reposan los restos de entre 8.000 y 10.000 soldados de reemplazo, jóvenes, humildes y mal preparados, que fueron macheteados en el desastre de Anual, por culpa de una estúpida aventura colonial, y que no cuentan ni con una miserable lápida de recuerdo. Claro que el propio Ejército mantiene en olvido el pabellón de Héroes donde descansan los pocos oficiales que no abandonaron despavoridos a aquellos pobres "quintos" y que murieron junto a ellos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La memoria histórica es una gran memoria y la Humanidad le debe mucho. Quizás sea también ella la que permita que Estados Unidos levante mañana su voz contra la ocupación del poder por parte de las corporaciones que representan Bush y Cheney. La revista The Nation recordaba hace pocos días que el protagonismo en la protesta contra la guerra de Irak lo llevan los "sienes grises", las mismas personas que investigaron y protestaron contra la guerra de Vietnam y que ahora avivan sus métodos de trabajo y su espíritu crítico para indicar el camino a los más acomodaticios. Incluso el padre de Bill Gates se ha unido a esos "sienes grises" con un artículo en The Washington Post en el que protesta contra algo "sin precedentes en la memoria de Estados Unidos: un recorte de impuestos a favor de los ricos, efectuado en tiempo de guerra". No es lo mismo William H. Gates que Dick Cheney. solg@elpais.es.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_