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Reportaje:

A Suzuki se le cala la moto

Persiste la amenaza de deslocalización sobre la factoría de Gijón

La plantilla de la factoría de motocicletas de Gijón, propiedad de Suzuki Motor España, aceptó la pasada semana en asamblea suscribir los compromisos para la mejora de la productividad y reducción del absentismo que la compañía japonesa había impuesto como condición inexcusable para no cerrar la planta, que da empleo a 413 trabajadores y que da trabajo a más de 30 talleres de la ciudad. Pero todavía persiste la amenaza de deslocalización.

Suzuki fabricaba en los últimos ejercicios una media anual de 51.000 unidades en Gijón, aunque tiene capacidad para producir 70.000
La fábrica ha estado perdiendo unos cinco millones de euros anuales desde hace cuatro ejercicios, según afirma su director general

La amenaza de cierre de la factoría, que lleva cinco años en pérdidas según la empresa, era firme, según cree el Gobierno asturiano, que medió para que se alcanzase el preacuerdo. La dirección de la compañía ha advertido que el pacto de mínimos que se ha alcanzado disipa el riesgo de cierre inmediato, pero que la posibilidad de traslado de la planta permanece mientras no demuestre su competitividad.

Suzuki Motor España, que lleva casi dos años sin convenio colectivo, exigió a los sindicatos la firma de un documento previo para abrir la negociación social. En ese preacuerdo los trabajadores se comprometen a reducir el absentismo por debajo del 5% y a aumentar la productividad en el 30% en el plazo de tres años. El comité de trabajadores consideraba inaceptable que se les impusieran condiciones previas para negociar el convenio y contestaron con paros sucesivos desde hace cuatro meses, que supusieron dejar de fabricar 7.500 motos y ciclomotores, en un periodo muy sensible para la empresa, que ha de producir en el primer semestre a pleno rendimiento para atender la gran demanda que se produce en las fechas previas al verano.

Amenaza de cierre

De no haberse acatado esas condiciones , la compañía aseguró que cerraría la fábrica gijonesa, la única de motocicletas que posee Suzuki en la Unión Europea. De hecho, en la última semana inició los movimientos para trasladar parte de la actividad (la producción de recambios) a la planta que la multinacional posee en Manzanares (Ciudad Real), donde fabrica motores para motocicletas y componentes para turismos. Suzuki, que años atrás abandonó su presencia en la planta de todoterrenos de Santana en La Carolina (Jaén), posee una planta de coches en Hungría.

La aceptación previa de los compromisos exigidos por la multinacional disipa el riesgo inminente de clausura de la factoría y pone fin a la conflictividad, aunque a partir de ahora se abre la negociación del convenio colectivo, que podría reabrir las tensiones. Representantes sindicales aseguraron que los trabajadores optaron por aceptar las condiciones de la empresa "por miedo" y "no por el convencimiento de que estos acuerdos vayan a mejorar la situación de la empresa". "La gente tiene mucho miedo", aseguran. Los miembros del comité votaron a favor del preacuerdo. La dirección de la filial española explica que la mejora de la productividad y la reducción del absentismo son exigencias ineludibles que impone la matriz de la multinacional nipona. Y explicaron que la planta asturiana es menos competitiva que otras de la transnacional.

Cuatro años de pérdidas

La fábrica gijonesa ha estado perdiendo unos cinco millones de euros anuales desde hace cuatro ejercicios, según el director general de la sociedad, Juan Carlos Andrés. Tanto Andrés como el presidente de la filial asturiana, Haruo Ito, han advertido, tras la firma del preacuerdo con los sindicatos, que la factoría gijonesa aún tendrá que demostrar ante la matriz de Japón su viabilidad y competitividad, por lo que el riesgo de deslocalización persiste: "Fabricar motos no es tan complicado".

Suzuki fabrica motos en Gijón desde 1984, cuando adquirió una planta, entonces propiedad de la compañía austriaca Steyr-Daimler-Puch, que se había hecho con la factoría en los años setenta. Esta fábrica, situada en el barrio de El Natahoyo, databa de 1950, pertenecía a la sociedad Avello y durante dos décadas había fabricado bajo licencia las motos italianas M. V. Augusta. Hace 12 años, en 1992, Suzuki abandonó estas instalaciones vetustas y se dotó de una moderna factoría para el ensamblaje de sus motos en la zona de Porceyo, en la que invirtió 2.300 millones de pesetas, de los que 644 millones (el 28%) procedieron de ayudas públicas.

Contestación al nuevo sistema

Suzuki fabricaba en Gijón en los últimos ejercicios una media anual de 51.000 unidades, aunque tiene capacidad para 70.000. Útimamente, y como consecuencia de la caída de la demanda, ha estado fabricando 31.000. Hasta 2003 sólo producía vehículos de pequeña cilindrada (ciclomotores y scooters de hasta 50 centímetros cúbicos), pero desde fines de ese año también produce motocicletas de 125, 250 y 500 centímetros cúbicos.

Suzuki empezó a tener problemas de contestación sindical en septiembre pasado, cuando implantó un nuevo método de trabajo (denominado Most, una variante del MTM o Medición de Tiempos y Movimientos) y que sustituyó al hasta entonces vigente (el procedimiento organizativo Bedaux).

Con ello, la compañía trata de evitar tiempos muertos en la cadena de producción e incrementar en el 10% la productividad al suprimir operaciones en el proceso de montaje. El sistema predetermina todos los movimientos a realizar por cada operario en la cadena de montaje y acota de forma muy precisa el espacio en el que se ha de desenvolver cada trabajador para evitar desplazamientos y pérdidas de tiempo. El cambio del modelo fue contestado con una huelga, pero una sentencia del Juzgado de lo Social número 1 de Gijón dio la razón a la empresa en octubre.

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