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Tribuna:VALENCIA 2007
Tribuna
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Mucho (o todo) por hacer

Medio año después de que la Copa del América recayese en Valencia seguimos sin saber claramente cómo vamos a aprovechar el evento para consolidar una estrategia a largo plazo que aproveche su impulso y avanzar en los cuatro vectores de futuro que tiene nuestro territorio: el medio ambiente, las nuevas tecnologías, la logística y el turismo. Por lo que respecta a este último, es absolutamente prioritario desarrollar un plan con escenarios multiescalares (en tiempo y espacio) que permitan definir los aspectos estructurales de la actividad. Pero parece bastar la genérica (y resbaladiza) apelación a la "calidad" para conjurar toda necesidad de explicarse y nada se sabe sobre los asuntos esenciales del modelo: las tipologías de clientela deseables y posibles, el modelo y cuantía del alojamiento, el modo de empleo del tiempo y del espacio, las características del producto y los sistemas promocionales a largo plazo. No sé si existe ese Plan. Me temo que no, pero si existiera (y debería existir) convendría que los ciudadanos pudiéramos consultarlo y enjuiciarlo para proponer mejoras, práctica democrática tan elemental como inusual, como si a una sociedad tan dinámica y vital como la valenciana no le concerniera su futuro.

Además de ofertas arquitectónicas se requieren contenidos, ofertas de tiempo para atraer al turismo

Amplia experiencia tenemos sobre el particular, especialmente porque la tendencia general hacia la política-espectáculo ha sido en Valencia el fundamento de la acción política. Ninguna autonomía como la nuestra ha impulsado intervenciones públicas tan destacadas en la materia. La recurrencia a la arquitectura-espectáculo (nefasta e incondicional aliada de la política-espectáculo) ha tenido, sin embargo, resultados muy poco satisfactorios. Había una extendida convicción de que las dispendiosas obras de los arquitectos-estrella bastarían para convocar flujos turísticos intensos y permanentes de "elevada calidad" y toda oposición a estas tesis se percibía como una felonía interesada que escondía propósitos bastardos. Pero la realidad ha sido otra (incluso el efecto Guggenheim se desvanece), pues, además de piezas arquitectónicas, se requieren contenidos, ofertas de tiempo.

Valencia no va turísticamente bien. Pese a la reciente construcción de hoteles sigue siendo, junto a Bilbao, la capital española de más de 300.000 habitantes con menor tasa de plazas hoteleras por habitante (75 por cada 10.000, lejos de las 91 de Barcelona, las 110 de Madrid o Sevilla y las 120 de Granada). Y eso que lidera la segunda autonomía en producción industrial y exportaciones, y que es una ciudad costera con una buena provisión de playas, condición que comparte sólo con Barcelona.

Los pocos hoteles no están recompensados con una ocupación decente. Las cifras de 2002, últimas publicadas por el INE, refieren una frecuentación anual media del 45,80% (a casi 10 puntos porcentuales de la de Madrid y a 17 puntos de la de Barcelona), a la cola de las 10 capitales españolas con mayor número de camas, salvo Santiago de Compostela.

Las inversiones de la Generalitat en materia de política-espectáculo han vaciado sus arcas y aumentado la deuda de manera alarmante. Siendo nuestro margen de error muy limitado, la inversión pública debería centrarse exclusivamente en aquellas cuestiones estructurales que procuren avances estratégicos a largo plazo.

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Consecuentemente, el camino no es la política-espectáculo. No estoy solo en esta tesis: el viernes 21 The Economist (un medio circunspecto y conservador) pedía que Londres desistiera de la nominación olímpica de 2012 arguyendo que los Juegos no aportarían nada a la ciudad y saldrían muy caros a los ciudadanos. Pero, frente al escepticismo de los países ricos del Norte de Europa, los países meridionales siguen empeñados en impulsar macroproyectos finalistas. La Eurocopa de Portugal y los Juegos Olímpicos de Atenas son poca cosa en comparación con los proyectos españoles: Barcelona (Forum), Valencia (Copa del América), Zaragoza (Expo) y Madrid (Juegos Olímpicos). Una muestra apabullante de la propensión de nuestros políticos (todos) a la alegre facundia derrochadora.

Estuve el día 15 en el Forum. Para ser el primer sábado desde su apertura oficial aquello era desolador. Y eso que dejaban ya entrar comida. Carencias de contenido real, prisas en la ejecución de las obras, contradicciones e incoherencias (¡tanto despilfarro de energía para predicar el ahorro de energía!). Y un gran vacío de público. Una muestra contundente de la neotendencia de la sociedad catalana a la banalidad tecnoverborreica. No servirá de escarmiento.

Mientras seguimos la senda de la política-arquitectura-espectáculo, languidecen presas del olvido las playas. Pese a que en el Área Metropolitana dispongamos del 8% de las playas urbanas cualificadas de España y podamos tener otro tanto si activamos el litoral Norte, carecemos de un Plan que las ponga en valor y las proyecte al mercado, que defina y concrete un producto turístico susceptible de atraer flujos, quizá porque han demonizado de la manera más frívola el turismo de sol y playa (aunque supera el 90% de los flujos turísticos reales). Y sin reflexión ni rumbo, vamos como pollos sin cabeza, girando aceleradamente sobre nuestra nimiedad (turística).

José Miguel Iribas es sociólogo.

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