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Crítica:LOS LIBROS DE LA FERIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La estrategia de la seducción

El dramaturgo Bertolt Brecht vuelve a Alemania en 1948, tras quince años de exilio, acompañado por su esposa Helene Weigel para dirigir el Dertsches Theater. Estamos en Berlín oriental, Brecht viene de pasar por el Comité de Actividades Antiamericanas, es un camarada que retorna tras el nazismo y, pese a todo, la habitual paranoia propia de las dictaduras hace que la Stasi le coloque en el teatro a una joven actriz, Maria Eich, que tiene la misión de convertirse en su amante, espiar al maestro y transmitir información a una pareja de agentes, Hans y Theo. Con este material, Jean-Pierre Amette ha escrito una novela que ha obtenido el Premio Goncourt 2003.

Ya es duro novelar la vida -un episodio en este caso- de un personaje real de valor universal por lo que tiene de inverosimilitud inicial la creación literaria de tal figura; pero si uno se pone a hacerlo, lo menos que se le puede pedir es que el esfuerzo puesto en ello no desdiga de la figura a la que se recrea. No lo digo en este caso porque se aborde la vida sexual de Brecht u otros aspectos no agradables, sino porque el personaje ha de corresponderse, con sus miserias y grandezas, a la potencia de la figura que trata de representar. No ocurre así, desdichadamente, en esta novelita apresurada e insípida, escrita a base de pinceladas breves y airosas que aligeran completamente la historia y que parecen apuntes de urgencia, instantáneas según pasaba el carrete.

LA AMANTE DE BRECHT

Jacques-Pierre Amette

Traducción de Juan Manuel Salmerón

Tusquets. Barcelona, 2004

208 páginas. 14 euros

Entre la boutade y el esnobismo, el señor Amette hace transcurrir su historia sin mojarse. Quisiera señalar algunos ejemplos. Cuando Brecht echa el ojo a Maria Eich piensa solamente: "Aquella mujer era puro encanto, comerían juntos a la misma mesa, dormirían en la misma cama y nunca pensarían en lo mismo al mismo tiempo. Eso sería momentáneamente delicioso. Sonriente, liviana, rubia, la cara pálida, el encanto en persona...". Naturalmente, el problema no es que Brecht piense eso, el problema es que lo piense así; porque, además, ése es el tono que utiliza en toda la novela y nunca se eleva de él, razón por la cual lo primero que uno se pregunta es por qué demonios ha elegido a Brecht como protagonista. El único protagonista de la cita anterior es el propio señor Amette, autor del libro, a beneficio de cuyo estilo de bon vivant literario sacrifica al poderoso dramaturgo.

Lo malo es que del estilo

intelectualmente liviano al tópico y la cursilería no hay más que un paso. Segundos ejemplos: "Un telón de nubes ascendía por la izquierda, y el mar se volvía violeta oscuro con zonas claras y frías. Maria se levantó, se puso una falda, se fue, fantasma radiante, por un sendero de cardos". O bien: "Mientras el maestro duerme, Maria le coge las gafas y mira a través de los lentes con la secreta esperanza de ver con los ojos del genio". O bien (éste del agente de la Stasi que la ama en secreto): "¿Por qué se dejaba poseer por la grácil silueta de unos abedules como si fuera la imagen de Maria?". Sin comentarios. (Y no están extraídos estos ejemplos con pinzas: abundan).

Lo malo de este estilo de relato a base de cuadros ligeros y comentarios vaporosos es que no es un estilo siquiera, sino una forma de escamotear todas y cada una de las dificultades que entraña construir una novela para salirse por la tangente de la frivolidad. Ésta es una novela-formato para uso de mentes breves que desean buscar un barniz que les evite pensar o entender o apreciar la belleza de una construcción formal. La historia en sí -el regreso de Brecht, el descubrimiento de las bases del Estado que estaba creando Ulbricht de la mano de Moscú, su propio trabajo de dramaturgo, su vida personal, con vicios y manías, con golpes de grandeza y golpes de miseria, a la hora de enfrentarse a su deteriorado estado de salud y a los pocos años que le quedaban de vida, el mundo intelectual alrededor, el ambiente del Deutsches Theater, el encuentro del arte con la política, el conflicto entre lo público y lo privado, la mano de la censura y la sombra del conformismo, la propia figura de una delatora-amante...-, la historia en sí tiene de todo y todo es minuciosamente obviado en lo que posee de nervio dramático, es decir, de trabajo literario, y reducido a una serie de pinceladas superficiales en busca de un relato dinámico y guay con un punto picante de cultura. El mal del entretenimiento socava las mejores ideas y las mejores intenciones.

Jacques-Pierre Amette obtuvo el Premio Goncourt en 2003.
Jacques-Pierre Amette obtuvo el Premio Goncourt en 2003.

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