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Reportaje:

La vida en una casa mutilada

Israel destruye parcialmente las viviendas de los palestinos y así no pueden acogerse a las ayudas

Jorge Marirrodriga

Desde hace cinco días, Mohamed Yassin Alit acampa junto a una decena de hombres, todos de su familia, frente a los restos de lo que durante 25 años fue su casa en el barrio de Tel al Sultán, en el campo de refugiados de Rafah, al sur de la franja de Gaza. Su tienda se levanta en una plaza que hace una semana no existía, y es el resultado de la acción de las excavadoras militares israelíes que han derribado varias casas y despejado una importante franja de terreno cerca de la frontera con Egipto. "No hemos recibido ningún tipo de ayuda y apenas estamos con lo puesto".

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) facilitó ayer cifras según las cuales en el último mes el Ejército israelí ha derribado 155 viviendas en Rafah, dejando en la calle a más de 1.600 personas. Los afectados de la operación militar de la semana pasada -con 45 casas destruidas y 41 muertos- , una vez superada la urgencia inicial de la supervivencia inmediata, se quejan de la ineficacia a la hora de proporcionar soluciones concretas tanto por parte de Naciones Unidas como de las autoridades palestinas.

"Los responsables palestinos sólo han venido para dejarse ver, pero no porque se preocupen por la gente", se indigna Jalal Haylel, un desempleado del barrio de Al Brazil, que ha tenido que buscar refugio como ha podido a las 18 personas de su familia. A pocos metros de la masa de cemento que fue su casa, todavía de vez en cuando aparecen los carros de combate israelíes. "Es una vergüenza, la escasa ayuda que está llegando alcanza sólo a una minoría", dice mientras observa cómo un pariente prepara un café de puchero en una ennegrecida lata de conservas.

En las barriadas de Al Brazil y Tel al Sultán ya se puede circular con relativa seguridad, pero en las casas y las infraestructuras se repiten constantemente las huellas de las acciones militares israelíes.

La calle principal -y única- por la que se accede a Tel al Sultán tiene el asfalto y el adoquinado totalmente levantados y la arena de playa, propia de esta parte de la franja de Gaza, lo inunda todo. Las huellas de disparos son visibles en prácticamente todas las fachadas, y en la barriada de Al Brazil se produce un curioso fenómeno; al lado de cada edificio derribado permanece otro en pie y así sucesivamente.

"Los israelíes tratan de sembrar el rencor y la envidia entre los propios palestinos", dicen algunos vecinos, mientras que otros explican que se trata de un sistema para que aquellos cuyas casas han sido respetadas vivan en la constante incertidumbre de si su vivienda será la siguiente.

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Entre las ruinas de muchas viviendas con las paredes pintadas de vivos colores en los que todavía cuelgan cuadros y pósters, se puede observar que queda una habitación más o menos intacta. "Es un truco de cara a la cifra oficial de casas destruidas", asegura el propietario de una vivienda de la que apenas queda en pie un baño.

"Cuando la ONU viene, no la considera como destrucción total, sino parcial, pero ¿quién va a vivir aquí?", exclama mientras señala a un solar plagado de grandes bloques de cemento, trozos de tubería rota y alguna que otra libreta escolar con las hojas arrancadas. Un funcionario de Naciones Unidas que aparece en aquel momento por allí desmiente al hombre. "Si los daños superan el 70% de la vivienda lo consideramos destrucción total", afirma.

Al funcionario le acompaña una ingeniera palestina que se empeña en comprobar en una lista oficial cómo ha sido calificada la casa. El palestino tenía razón: la casa no estaba catalogada -con lo que ello supone a la hora de recibir ayudas- como "totalmente destruida".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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