El Museo Picasso de Barcelona exhibe la faceta más política y pacifista del artista
370 obras, entre pinturas, dibujos, grabados y filmes reflejan su visión de la guerra y la paz
La pintura, dijo Picasso, "es un intrumento de guerra contra el enemigo"
Pablo Picasso realizó dos de los emblemas más característicos en el siglo XX tanto de la guerra como de la paz: el Guernica y la paloma. El Guernica, actualmente en el Museo Reina Sofía de Madrid, es en sí mismo un alegato antibelicista porque, tal como indica Javier Tusell en el catálogo, "no versa tanto sobre la guerra como sobre sus consecuencias. No es una victoria ni un acto de heroismo sino el espectáculo de una derrota, la que siempre acompaña la exhibición cruel de la fuerza". Es, seguramente, este carácter el que le ha dado su valor de símbolo universal. De hecho, en algunas de las pasadas manifestaciones contra la guerra de Irak podían verse pequeños grupos que llevaban fragmentos o reproducciones del Guernica. También había otros, pocos, que llevaban una paloma, un símbolo bíblico que de su mano se convirtió en el de los congresos de la paz que se celebraron en 1948, 1949 y 1950.
Los años que abarca esta exposición, entre 1935 y 1962, son los más abiertamente "políticos" del artista. Es curioso que en el mismo catálogo de la muestra se den dos datos contradictorios sobre su adscripción al comunismo. Según el estudioso Pierre Daix, colaborador del artista y que como él era militante del Partido Comunista Francés (PCF), el artista se afilió en 1945 y a su muerte "conservaba todavía el carné". En cambio, según el historiador Javier Tusell, el pintor había dejado de estar afiliado al PCF en una fecha tan temprana como 1953, el mismo año que un retrato de Stalin publicado en Les Lettres Français provocaba agrias críticas de la ortodoxia comunista.
En esta misma revista se había publicado 10 años antes un texto en el que decía: "No, la pintura no está hecha para decorar las casas. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo". La exposición abarca esta visión amplia de la pintura como arma de combate por lo que incluye no sólo las obras explícitamente políticas, como las Masacres en Corea (1951) o El rapto de las Sabinas (1962), sino también abundantes naturalezas muertas y retratos que reflejan las penurias de la época, así como obras que son una exaltación de la vida.
Picasso: guerra y paz tiene como comisaria a la directora del Museo Picasso, María Teresa Ocaña, y ha costado 1,2 milloens de euros de los que una tercera parte es aportación del Fórum. Reúne 370 obras entre las que abundan los dibujos (101), las pinturas (72), los grabados (69) y las cerámicas (16). También cuenta con un importante apartado documental con libros, carteles, cartas, fotografías y cuatro películas, entre ellas Incontrare Picasso, del italiano Luciano Emmer, un impresionante documental realizado en 1954 que fue restaurado y remontado por el cineasta en 2000.
El montaje ocupa 15 salas del museo y se ha distribuido en dos grandes ejes, la guerra y la paz, que se distribuyen en ocho ámbitos. Los dos primeros giran alrededor del Guernica y, en algunos casos, permiten hacer el enlace con la iconografía de naturalezas muertas del posterior periodo de la II Guerra Mundial y la ocupación alemana de Francia. La mujer llorando -casi siempre una desgarrada Dora Maar- no le abandona durante esta etapa y se contrapone en la misma época a los retratos, más suaves y sensuales, de Marie-Thèrèse Walter -madre de su hija Maya- que representa en cierta manera esta ansia de vida y paz. Algo parecido reflejaba en los bodegones, muchos de ellos de colores oscuros y dominados por una calavera, símbolo de muerte, y una luz, símbolo de vida. El deseo de paz se refleja también en la sala dedicada a El hombre del cordero (1943), escultura que, de momento, se exhibe sólo a través de una imagen virtual, aunque acompañada de numerosos dibujos preparatorios.
También de forma simulada se presenta la capilla La guerra y la paz (1952), de Vallauris. A una cuarta parte de su escala real se ha reproducido esta capilla en cuyos muros el artista representó simbólicamente guerra y paz. Se incluye un fragmento del filme de Emmer en el que se ve a Picasso dibujando directamente sobre el muro. El cineasta italiano explicó ayer el grado de enfado del artista cuando, al día siguiente, descubrió que los obreros habían repintado el muro pensando que se trataba de simples bocetos. No pintó más sobre el muro, sino que instaló allí los paneles que había realizado previamente en el estudio.
Antes de ello, en el apartado dedicado a la paz, han podido verse numerosas obras que expresan la alegría de vivir y que se corresponden al periodo de posguerra. La última sala, que por recorrido es casi la primera, incluye la amplia selección de palomas y carteles relacionadas con la reivindicación de la paz.
Babelia
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