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Reportaje:GRÓNICA EN VERDE

Hoyos en suspenso

Colectivos ciudadanos piden una moratoria en la aprobación de nuevos campos de golf

El pasado día 12 la Coordinadora en Defensa del Medio Rural y Litoral, que reúne a diferentes colectivos de Málaga, solicitó a la Consejería de Obras Públicas y Urbanismo una moratoria en la aprobación de nuevos campos de golf. La petición vino precedida de diferentes movilizaciones en protesta por el modelo de desarrollo turístico que se está imponiendo en comarcas como la de Ronda, donde comienzan a manifestarse esquemas de urbanización y ocio similares a los que imperan en la Costa del Sol.

A juicio de la coordinadora, los campos de golf, y las urbanizaciones asociadas, "necesitan enormes cantidades de terreno para implantarse, lo que destroza la fisonomía de la zona en donde se ubican". Precisan, además, "ingentes cantidades de agua y áridos, y en su mantenimiento se emplean agentes químicos que contaminan los suelos y las aguas". En definitiva, este tipo de equipamientos debe considerarse como "un atentado contra el paisaje y los ecosistemas naturales de Málaga".

Según los datos que facilita la Federación Andaluza de Golf en su página web, el número de campos en Andalucía es de 69, lo que supone casi el 25 % de todos los de España. Málaga es, con diferencia, la provincia que lidera esta estadística, con 33 campos, una cifra que fácilmente podría duplicarse si se ejecutaran todos los proyectos anunciados.

El pasado mes de febrero, el delegado de Medio Ambiente en Málaga, Ignacio Trillo, afirmó que, en sólo nueve meses, se habían presentado 40 proyectos para la construcción de otros tantos campos de golf, cuando, a su juicio, la rentabilidad de tal número de campos es muy discutible. En algunos casos, y como vienen denunciando los propios ecologistas, este tipo de equipamientos lo que tratan es de "camuflar importantes promociones de nuevas edificaciones". Por eso, Trillo advirtió que los nuevos proyectos se estudiarían "con sumo detalle".

Al margen de aplicar un cierto control sobre la especulación, la Administración trata de evitar un consumo desproporcionado, e insostenible, de agua, sobre todo en aquellas zonas que, durante los periodos de sequía, sufren importantes restricciones. Estas buenas intenciones, critican los miembros de la Coordinadora en Defensa del Medio Rural y Litoral, no se traducen en medidas de control efectivas, por lo que sólo cabe paralizar el trámite de todos los proyectos "hasta que se produzca un debate público, alejado de las prisas que dictan los intereses económicos".

Tomando como referencia las estimaciones más conservadoras, realizadas por especialistas de la Universidad de Córdoba, un campo de golf de 18 hoyos viene a consumir en Andalucía unos 500.000 metros cúbicos de agua al año (un 40% más de lo que sería razonable en estas latitudes), lo que equivale al consumo de 10.000 personas en idéntico periodo de tiempo. Suponiendo que los 40 proyectos anunciados en Málaga contemplaran campos de este tamaño, el consumo total de agua en un año equivaldría al de una población de 400.000 personas, sin contar con las necesidades de abastecimiento de los inquilinos de las urbanizaciones, jardines o piscinas.

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Ni siquiera cabe alegar el uso de agua reciclada para este tipo de equipamientos, medida que sólo han podido aplicar aquellos campos que tienen acceso a depuradoras capaces de abastecerlos con ciertas garantías de salubridad. Según un informe elaborado por Enrique Salvo -ex delegado de Obras Públicas en Málaga y, en la actualidad, concejal socialista en el Ayuntamiento de esta capital-, "sólo cuatro hectómetros cúbicos de los 45 anuales que necesitan los campos de golf malagueños proceden del reciclaje". Una sexta parte del agua que se consume todos los años en la provincia, detalla el documento, debe destinarse a este tipo de instalaciones o, lo que es lo mismo, el golf precisa de un tercio del consumo doméstico.

El suelo es un recurso no menos escaso en algunas comarcas sometidas a una intensa presión turística, sobre todo cuando conserva algunas de sus características naturales y no ha sido objeto de urbanización. En este caso también se pone de manifiesto la voracidad de los campos de golf, ya que uno de 18 hoyos, con su correspondiente zona de prácticas, viene a ocupar, como mínimo, alrededor de 450.000 metros cuadrados, aunque los hay que se extienden hasta los 800.000 metros cuadrados.

A pesar de todos estos datos, que parecen invitar a una cierta contención en el desarrollo de nuevos proyectos, destacados representantes del sector turístico y, como es lógico, los responsables de la Federación Andaluza de Golf, sostienen que, para mantener su liderazgo a escala europea, la provincia de Málaga debe incorporar nuevos campos de calidad, puesto que éste es un segmento turístico en expansión y de alta rentabilidad. Estas mismas fuentes consideran que el número óptimo de campos en toda Andalucía debería situarse, como mínimo, en el centenar.

Un largo debate

El debate en torno al impacto de los campos de golf se mantiene vivo en Andalucía desde finales de los ochenta. Ya en 1994, investigadores de la Universidad de Córdoba realizaron una valoración ambiental y, por vez primera, aportaron datos fiables en lo que se refería al consumo de ciertos recursos naturales escasos, como el agua, y las modificaciones en la biodiversidad que sufrían las zonas en las que se instalaban.

Cuatro años después, la Consejería de Medio Ambiente publicaba una Guía de Gestión Medioambiental adaptada a las características de los campos de golf, de manera que sus responsables contaran con algunas directrices sobre las cautelas que debían tener en cuenta a la hora de diseñarlos y mantenerlos.

El movimiento ecologista también ha reflexionado sobre este particular. Aedenat fue el primer colectivo que, a escala nacional, estudió el impacto ambiental de numerosas actividades deportivas, entre las que se contaba el golf, a mediados de los años noventa. Y en Andalucía, el Grupo Ecologista Mediterráneo analizó, en la misma época, la incidencia de los campos de golf en los recursos naturales de la provincia de Almería.

Los propios golfistas, conscientes de las críticas que se estaban generando, decidieron incorporar las inquietudes medioambientales a sus códigos de conducta. Así nació, en 1994, la Unidad Ecológica de la Asociación Europea de Golf que, entre otras iniciativas, distribuye un completo manual para una gestión responsable de los campos.

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