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Reportaje:BODA REAL | El dispositivo de seguridad

La Operación Lazo aseguró Madrid

Interior blindó el paseo real con hasta cuatro agentes o alumnos de policía por metro

Jorge A. Rodríguez

Cinco de la madrugada. Una masa azul avanza hacia la Cibeles entre estandartes rosas. Son chavales jóvenes, muy jóvenes, alumnos de policía de la Academia de Ávila. Ni placa ni pistola ni autoridad. Sólo la porra. Son miles. "Unos 6.000", aclara la Dirección General de la Policía. "Ahora les van a llevar a sus puestos. Estén atentos y no dejen entrar a nadie". El instructor da la última voz: "¿Está todo claro?". La primera escuadra de 50 alumnos echa a correr Gran Vía arriba a tomar posiciones con los veteranos de las Unidades de Intervención Policial (UIP, antidisturbios). "Otros 6.000", se dice oficialmente. "A ver si vamos a ser más policías que público", bromeaba un comisario. Y mientras jarreó, casi fue así. Pero la Operación Lazo funcionó, sin apenas incidentes. Sólo hubo un hecho inquietante, bastante inquietante.

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La policía tomó el eje Atocha, Cibeles, plaza de España, Catedral de la Almudena sin dejar un resquicio. Quien quisiera ejercer de público podía ser registrado. Incluso cacheado. El alba mostró cuatro líneas continuas, de casi cuatro kilómetros de longitud, de uniformes azules. Dos en el interior de la ruta, cubriendo las vallas de seguridad a ambos lados de la calle y mirando hacia el público, y otras dos a las espaldas del público. A las 7.30 llegaron los contrafrancotiradores. Inconfundibles por el maletín en el que guardan sus fusiles Mauser de tiro tenso. "Llegan para tomar sus posiciones con los ojeadores, pero hasta las 9.30 o las 10.00 no se van a levantar", es decir, a apostarse, explica un veterano miembro de las UIP.

Los policías venían desayunados: café con leche ya azucarado o batido de chocolate, dos magdalenas o un dónuts y una barrita de chocolate blanco crujiente. Iban a tener que aguantar a pie firme, viniera lo que viniera, entre 10 y 12 horas. Vino el chaparrón y siguieron en sus puestos. "Nosotros ya sabemos qué es esto", comentaban los antidisturbios, "pero los chavales se van a desanimar".

Pero las cosas iban saliendo bien. Víctor García Hidalgo, director general de la Policía, estuvo al mando de los suyos en el centro de coordinación. Lo mismo hizo Carlos Gómez Arruche, máximo responsable de la Guardia Civil, encargada de la custodia del Palacio Real y de los traslados de personalidades en carretera. Y acabaron bien: sólo hubo una falsa amenaza de bomba en nombre de ETA, un par de detenciones y una suelta de globos con la bandera republicana. "La normalidad ha sido la nota dominante en la celebración este sábado", sentenciaba el Ministerio del Interior por la tarde. Casi 23.000 funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil, Policía Municipal y Guardia Real lo hicieron posible.

Sólo hubo un motivo de inquietud. Pasajero. Agentes de la Brigada Móvil de la Jefatura Superior de Policía de Madrid localizaron por la mañana frente a la estación de autobuses de Méndez Álvaro el vehículo Renault 11 de uno de los implicados en los atentados del 11-M. Fuentes de la jefatura explicaron que era el coche de Abdelhouahid Berraj, en prisión desde el 19 de marzo como colaboración con organización terrorista. Es el hermano de Said Berraj, uno de los autores materiales de la matanza que, por lo que cree la policía, está huido.

"Levanten zona azul", sonaron los radiotransmisores. Era el aviso del principio del fin. Formaron 2.000 alumnos y se dispusieron a volver a Ávila. Les esperaban en Cibeles 60 autobuses. Eran las dos y media de la tarde.

Aspecto del cordón policial desplegado en la Gran Vía.
Aspecto del cordón policial desplegado en la Gran Vía.EFE

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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