Réplica a Julio María Sanguinetti
Estimado señor ex presidente: el día martes 18 de mayo de 2004 el diario EL PAÍS publicó un artículo de su autoría titulado ¿Quién le teme a Hugo Chávez?, y hay en él tantos señalamientos sesgados o mal fundamentados que no puedo resistirme a la tentación de escribirle esta carta abierta. Sobre todo porque es usted un reconocido político, ex presidente, además, de un país al que admiro.
Comencemos por dejar claro que en mi país no hay una dictadura, ni formalizada ni virtual. Que tampoco se ha violado la libertad de expresión, aunque sí el derecho a la información. Y son los principales medios de comunicación de Venezuela los que lo han hecho, manipulando para ello descaradamente las noticias y vulnerando de manera explícita, permanente, premeditada y alevosa el derecho del colectivo a estar informado veraz, oportuna e imparcialmente.
Por lo que se refiere a la "progresiva militarización de la Administración", le voy a hacer una confidencia: prefiero ver a algunos militares laborando en un cargo público que saberlos en sus cuarteles, con sus uniformes, sus privilegios y sus armas, lavando sus conciencias y disfrutando de la impunidad que la Ley de Punto Final decretada en su Gobierno les concedió.
En cuanto al "acoso a la prensa", creo que habría que hacer una pequeña acotación: podríamos más bien referirnos al "acoso de la prensa". Sométase si no al martirio de escuchar durante 24 horas seguidas a nuestra televisión privada o busque usted en las páginas de los dos diarios otrora más reconocidos del país a ver si consigue, no digamos alguna lisonja, sino alguna frase objetiva y veraz sobre las acciones gubernamentales.
En el año 1999, una Asamblea Constituyente convocada en cumplimiento de su primera promesa
electoral redacta y aprueba la nueva Constitución, en la cual el propio presidente Chávez propone y defiende la inclusión de los referenda revocatorios de todos los cargos de elección popular. Me parece que no habría sido tan ingenuo para hacerlo si le hubiese animado alguna vocación totalitaria.
Lo que ha ocurrido desde entonces debería ser analizado con mucho detenimiento y seriedad para emitir juicios y recomendaciones como las que usted hace, pues no debió obviar en su somero análisis los constantes intentos de desestabilización, la arremetida brutal de los grupos de presión, los llamados públicos y continuos al magnicidio o a la insurrección, los asesinatos de dirigentes agrarios, el golpe de Estado de 2002, el paro con el que se pretendió arruinar al país.
En cuanto a su preocupación por nuestra economía, debo significarle que lamento mucho que no hubiese recurrido a estadísticas e informes, incluso del Banco Mundial, antes de escribir su artículo, pues habría encontrado datos sorprendentes: nuestra economía se ha venido recuperando de manera sostenida desde el segundo trimestre de 2003, a pesar del terrible daño que nos infligió el lock-out decretado por Fedecámaras y los ex directivos de la industria petrolera, y durante el primer trimestre de 2004 creció. Las reservas internacionales superan los 24.000 millones de dólares. Se ha elevado considerablemente la inversión en salud, educación y empleo, áreas en las que nuestro Gobierno centra fundamentalmente su atención.
Por lo que respecta a la última parte de su nota, en la cual insta a los Gobiernos democráticos con su particular llamado a los "gobiernos proclamados de izquierda" a intervenir (aunque usted niega que eso sea una intervención) para exigir al Gobierno del presidente Chávez "el respeto a los derechos fundamentales y a la institucionalidad democrática", le confieso que nos hubiera encantado saber de su preocupación por nuestro destino, por ejemplo, en los aciagos días del golpe de Estado, cuando nuestro pueblo necesitó y esperó la solidaridad de demócratas convencidos como usted, exigiéndoles ese respeto a los golpistas y a quienes les apoyaron.
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