Deslumbrante descubrimiento

Todo es desconcertante en este sorprendente, vigoroso y a la postre espléndido thriller surcoreano, un cine nacional que empieza a apuntar su interesante presencia en nuestras carteleras. Lo es, para empezar, por el tono: narración que privilegia ante todo una investigación criminal, la persecución de un asesino sexual que actuó en un remoto pueblo del interior del país (el filme se basa en un suceso real, acaecido a finales de la década de de los ochenta, las continuas irrupciones en su desarrollo de un lacerante, en ocasiones macabro sentido del humor (mucho más vinculado al viejo cine cómico que a la comedia propiamente dicha) dejan al espectador literalmente en tierra de nadie.

Cine criminal

Lo es, igualmente, porque esa investigación, en la que no faltan ecos del más noble cine criminal americano (nos reencontramos aquí con el tradicional inspector venido de fuera, mucho más cosmopolita, liberal y competente que los autóctonos, que pone al descubierto las chapuzas de una investigación provinciana, tramposa y muy de andar por casa), está condenada a tener un final desconcertante.

El único, probablemente, con el que el espectador no cuenta, una resolución que, lejos de resultar una argucia inteligente, desvela el tono general de la peripecia, recorrido por un aire de invencible, dramática derrota. Y lo es, en fin, tal vez por lo que más interesa: porque, como querrían las viejas historias criminales americanas, o el bueno de Ernest Hemingway para sus narraciones cortas, lo que terminamos viendo no es más que la minúscula punta de un iceberg, una manera de entender la administración de la justicia que resulta una suerte de gangrena moral que corroe a todos los más que ciudadanos, súbditos del país.

En el fondo, el tema oculto de la historia que propone el aquí desconocido Bong Joon-ho (tampoco es mucho más conocido en su país: es ésta sólo su segunda película), no es otro que presentar un determinado momento histórico hábilmente puesto entre bambalinas, pero asfixiantemente presente en numerosos matices y actuaciones de los personajes; un país sometido a una violenta dictadura militar, la del general Park Cheng-hee, que impuso a una sociedad unos métodos del todo enfrentados con los más elementales procedimientos democráticos.

Así, la investigación que protagoniza Song Khan-ho avanza a trompicones, con métodos que parecen servir más al descubrimiento general de una realidad social oculta que a desvelar verdaderamente al emboscado autor de los asesinatos múltiples.

La indefensión del ciudadano común ante las arbitrariedades del poder terminan constituyendo la carne y el sentido de una película que, por lo demás, se ve extraordinariamente bien gracias a un notable control del proceso narrativo, a unos actores en estado de gracia y a un guión que, por una vez, está al servicio de una historia y no sólo para provocar la sorpresa del respetable.