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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mutis de Gandhi

La renuncia de Sonia Gandhi a la jefatura del Gobierno indio, anunciada tumultuosamente en el Parlamento de Delhi y mantenida pese a los reiterados requerimientos de sus correligionarios, no cambiará nada importante en el rumbo que el histórico Partido del Congreso -inesperado vencedor de las elecciones- vaya a imprimir al gigante asiático. El candidato escogido directamente por ella, el respetado ex ministro de Finanzas Manmohan Singh, recibió ayer el encargo presidencial de formar el nuevo Gobierno de la India. Pero el clímax vivido en los últimos días dice mucho sobre las circunstancias y limitaciones en que se desenvuelve la vida política en la considerada mayor democracia del planeta.

A la voz interior de la líder del Congreso no es ajena sin duda la presión de sus hijos, Rahul y Priyanka, prolongación política de la dinastía, que consideran suficiente el asesinato fanático de su padre, Rajiv Gandhi, hace 13 años. Pero el único y consistente argumento esgrimido por Sonia Gandhi, a la que centenares de millones de los más pobres dieron su voto para que empuñase el timón, es su deseo de impedir la desestabilización del próximo Gobierno a manos de quienes no toleran que una mujer de origen extranjero dirija los destinos de la nación.

India es un país políticamente chovinista. Si en sus ancestrales códigos una mujer carece de identidad propia -es hija de su padre o esposa de su marido-, en el caso de Sonia Gandhi esa condición se agrava por haber nacido fuera, aunque su ciudadanía sea india. Al partido hinduísta Baratiya Janata (BJP) le ha faltado tiempo tras su humillante derrota electoral para organizar una violenta embestida nacional contra la nuera "italiana" de Indira Gandhi. Los diputados de una formación que se presenta a sí misma como moderna, pero que bebe en las peores tradiciones del fundamentalismo religioso y nacionalista, anunciaron, junto con sus aliados, que no asistirían a su toma de posesión y que se afeitarían la cabeza en señal de protesta.

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El inmediato horizonte de la tercera economía de Asia parece a salvo de bandazos. Tanto el Congreso -que con sus socios izquierdistas tendrá al menos 320 escaños de los 545 del Parlamento- como el saliente BJP están a favor de pacificar definitivamente las relaciones con el rival nuclear y archienemigo Pakistán. Y hay acuerdo entre los dos partidos sobre la necesidad de avanzar en la liberalización económica de uno de los países más poblados y prometedores del mundo. A

puntala esa percepción el hecho de que el recambio de Sonia Gandhi al frente del Gobierno de coalición sea Manmohan Singh, arquitecto de la apertura económica india en 1991, bien visto por los mercados financieros y primer sij que llega a tan alta magistratura.

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