Información, poder y ética
Urge un alto en el camino de los informadores. Un respiro para la reflexión. Si hace 25 años el Informe McBride, encargado por la Unesco, supuso una auténtica radiografía del estado de la información en el mundo, hoy necesitamos de forma apremiante un chequeo para su actualización.
En este último cuarto de siglo el mundo ha cambiado no sólo de centuria: ha cambiado de era. Hemos pasado de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento. Nada es igual en el trabajo, en la educación, en la Administración, el ocio o la geografía política y económica. Nada es igual en la información, el poder y la ética. La información sufre nuevas amenazas entremezcladas con nuevas oportunidades y desafíos. El poder es bien distinto en todos los órdenes, desde la política hasta la economía, desde las empresas hasta las organizaciones ciudadanas y populares. La ética pretende ser repensada y reescrita desde corrientes de pensamiento cada vez menos plurales. Por eso es tan necesario este diálogo.
Este diálogo, enmarcado en el Fórum de las Culturas 2004 que nos acoge en Barcelona, nace de la imperiosa necesidad de revisión de las condiciones en que se desarrolla el hecho comunicativo, con toda su complejidad, en el mundo actual. No es un alegato contra nadie en particular, sino un manifiesto hacia todos en general. Pero debe expresar, de entrada, su protesta firme contra el asesinato de 42 periodistas en el año 2003, contra el encarcelamiento de varios centenares más, contra la limitación del derecho a informar y el derecho a ser informados.
El resultado debe ser la comprensión clara y profunda del decisivo momento histórico que vivimos en el mundo, también en la esfera de la comunicación, donde la tensión entre lo global y lo local está reformando no sólo el mapa -la geografía de los medios-, sino también el trabajo cotidiano de los informadores y la propia relación entre informadores, medios y usuarios.
Todas esas transformaciones aportan oportunidades, ciertamente, pero no están exentas de riesgos. Inquieta especialmente que esa formidable transformación del aparato industrial comunicacional no nos conduzca a otra situación en la que los monopolios sean sustituidos simplemente por oligopolios diversos y que, además, en el altar de una supuesta modernidad se incinere una parte sustancial de los valores del periodismo tradicional, basado en la honestidad y en el imprescindible respeto a la verdad cualquiera que sea. Todavía hay un riesgo más que evitar: que en ese proceso de cambio no acabe instalándose perniciosamente la desconfianza entre los informadores y la opinión pública.
Con esos elementos que determinan esquemáticamente el escenario actual, empieza este diálogo, que era necesario hace ya varios años pero que resultaba imprescindible después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, de la guerra y la posguerra de Irak y después de los atentados de Madrid del pasado 11 de marzo. Además de la dinámica de transformación continua, esos hechos dramáticos han supuesto modificaciones rotundas en los circuitos de la información que deben ser analizados profundamente.
Todos esos elementos citados han inspirado nuestro programa, elaborado durante más de un año con un equipo de excelentes colaboradores y con las valiosas aportaciones de más de un centenar de profesionales en reuniones públicas y en conversaciones más reducidas.
El programa lo hemos elaborado con plena libertad, con el único límite de nuestra capacidad, y las comunicaciones recibidas para este encuentro han gozado de la misma libertad y enriquecerán con toda seguridad las aportaciones orales. El debate se desarrollará, por tanto, abierto y absolutamente libre, con el único respeto escrupuloso de los tiempos para garantizar la funcionalidad.
Las conclusiones a las que lleguemos dentro de tres días trataremos de condensarlas en un Manifiesto de Barcelona -creemos que es el mejor apellido que puede llevar como homenaje a su hospitalidad- y, posteriormente, en un trabajo recopilatorio que nos gustaría entregar como testigo al Observatorio Mundial del Estado de la Información, con sede en Barcelona, que esperamos que nazca de este encuentro, de este Fórum. Ese debe ser el legado que quede de nuestro trabajo.
Manuel Campo Vidal es el director del diálogo Información: poder y ética en el siglo XXI
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