Prostitutas
Desde que tengo uso de razón, la calle de la Montera ha estado llena de prostitutas. Debemos de haber perdido la razón, porque ahora está llena de policías. Desde que puedo recordar, cientos de personas subían y bajaban, constante y tan ricamente, la calle de la Montera: parejas de paseo, madres llevando a los niños de compras, adolescentes que quedan en Sol. Dado ese flujo nutrido y pacífico, y cada uno a lo suyo, nada parecía indicar que aquél fuera un lugar peligroso. Las prostitutas formaban parte de ese paisaje tan familiar y, sí, también esos tipos que deambulaban por allí, los clientes, los mirones, los curiosos, que buscaban y escogían prostitutas con la misma tranquilidad con que las señoras miraban escaparates. La calle de la Montera era de todos. Ahora no. Ahora es una calle del Ayuntamiento, que ha dado en ejercer allí la represión. Los comerciantes y los vecinos se quejaban de la presencia de unas prostitutas que estaban ahí desde siempre, y parece natural que quien no quisiera ver prostitutas a las puertas de su negocio debiera haberse establecido en otra parte. Lo cierto es que esta operación de limpieza callejera, que ha uniformado con armas el corazón de Madrid y pide documentación por donde antes pasabas a tus cosas, ha coincidido con la apertura en la zona de un gran hotel que acaso crea que aquella fauna urbana le resta categoría. Por no hablar de la boda que viene: ¿la limpia de prostitutas no tendrá que ver, con anticipación y alevosía, con el proceso de "embellecimiento" de la ciudad desplegado al efecto?
Sea cual sea la razón por la que el Ayuntamiento ha levantado la veda a la caza de la prostituta, sí nos gustaría saber qué ha sido de ellas, a dónde las han mandado. No querrán las autoridades municipales competentes, es decir, Ruiz-Gallardón y Ana Botella, hacernos creer que han resuelto la vida a todas esas personas que hemos visto desaparecer en furgones. Preferirlas escondidas es propio de su doble moral. Hablé con una mujer digna y cortés que ejercía la prostitución en la calle, libre e independientemente, y me contó su experiencia previa de explotación y casi secuestro en un local de alterne de la calle Fuencarral, a dos pasos de Montera. ¿Por qué no controla el Ayuntamiento las condiciones laborales de sus ciudadanos y se deja de moralinas? ¿Por qué no dedica sus esfuerzos a perseguir a las mafias que trafican con mujeres y deja en paz a las mujeres que trabajan? ¿Por qué cree, de forma paternalista, que preferimos Montera sin prostitutas? ¿Por qué no las escucha a ellas, que son las protagonistas de esta historia?
"Oiréis hablar a muchos en su nombre, nunca a ellas. Cuando las quieren salvar, cuando las quieren proteger, cuando las quieren esconder, cuando las quieren echar, tampoco podréis escucharlas porque nadie les pregunta nada, nunca", ha escrito sobre ellas el cineasta Fernando León de Aranoa. Sus palabras ilustran la convocatoria para los próximos días 28, 29 y 30 de mayo, en el Ateneo Cultural 1º de Mayo de Comisiones Obreras, donde Hetaira, Colectivo en Defensa de los Derechos de las Prostitutas, organiza unas jornadas de debate sobre la prostitución en las que participarán trabajadoras sexuales, antropólogas, psicólogas, sociólogas, feministas, profesoras de Filosofía del Derecho, concejales (Botella, no), magistrados, miembros de colectivos europeos de prostitutas y de asociaciones pro derechos humanos. En fin, una demostración más de que el tema va mucho más allá de un asunto policial, dudosamente legítimo si tenemos en cuenta que el ejercicio de la prostitución no es delito en España.
Y oiremos a las prostitutas. El Ayuntamiento dice que su campaña es contra la "esclavitud sexual", pero Hetaira responde que "no se puede hablar de esclavitud cuando una no se siente esclava". El Ayuntamiento arremete contra la figura del proxeneta, pero Hetaira alerta de que precisamente el acoso policial puede inducir a las prostitutas a buscar, como hace 40 años, esa protección. El Ayuntamiento defiende una hipócrita (porque sólo ataca la prostitución que se ve) postura prohibicionista; Hetaira propone una política que reconozca los derechos de las prostitutas como trabajadoras del sexo. Mientras, el Ayuntamiento ha convertido Montera en una calle alerta, amenazante, donde la policía pide el DNI a un colega mío que pasa, incauto, por ahí, y que, por cierto, es gay.
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