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Reportaje:

El Ayuntamiento transparente

El vidrio del nuevo edificio municipal de Alicante rompe la barrera visual entre la Administración y el administrado

Encima de la muralla de Alicante, junto a la primera calle intramuros de la ciudad y anexo al palacio municipal, se ha levantado un edificio de vidrio y acero que destaca en el entorno barroco del lugar y comienza a ser motivo de comidilla ciudadana. Se trata de una obra pública para ampliar la Casa Consistorial de Alicante cuya construcción se ha sustanciado en la transparencia. El edificio es un rectángulo luminoso que desnuda desde la calle la gestión pública y que, al mismo tiempo, descubre y exhibe, a modo de museo, el origen de la ciudad.

Dentro de esa piel de cristal cocida en la hornada de arquitectos que buscan la transparencia de la gestión pública se ha diseñado un espacio multifuncional distribuido en cinco plantas: museo de la historia de Alicante en el subsuelo, oficina recaudatoria y de gestión de impuestos, despachos de alcaldía y de la Secretaría General del Ayuntamiento, sala de la Junta Local de Gobierno y gabinete de prensa y de imagen municipal.

La construcción ha causado respeto. La memoria ciudadana reciente estaba acostumbrada al vacío en ese lugar y la transparencia del inmueble ha logrado causar un extraño y doble efecto: atrae la atención visual y una vez en el punto de mira pasa desapercibido. ¿Cómo debe mirarse este edificio? "Con honestidad", dice uno de sus creadores.

El reto arquitectónico era formidable: construir un edificio moderno encima de los restos de la muralla y de la primera calle intramuros de Alicante y contiguo al palacio municipal (siglo XVIII). El resultado es una oficina paisaje, una construcción, según sus arquitectos, "honesta y clara", una aproximación a la esencia, donde la materia se presenta con sus valores naturales. "La honestidad en arquitectura es una posición intelectual", dicen los autores del proyecto.

"Esa transparencia, la arquitectura clara y limpia, es el reflejo de una forma de vivir; deseamos que el edificio tenga claridad y humanidad", comenta Gonzalo Moure, autor del proyecto junto a Juan Carlos Salva y Míriam Pascual. Este profesor de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Madrid dio varias vueltas antes de intervenir sobre el patrimonio histórico y, para ahorrarse inevitables remordimientos, concluyó: "El presente se construye sobre el pasado, al igual que el pasado se construyó sobre los tiempos que le precedieron".

Desde el punto de vista urbano se establece una secuencia de espacios con carácter de plaza entre la de Santa Faz, de atmósfera tranquila y proporción medida, el hallazgo arqueológico de la muralla (plaza cubierta) y la plaza del Ayuntamiento, de tinte más rancio.

El despacho que usará el alcalde, Luis Díaz Alperi, no es tan transparente como el resto del inmueble. En realidad es translúcido, blindado por compuertas de madera de cerezo. Está compuesto por tres salas: una de espera, otra de visitas con comedor y la estancia de trabajo. Un simple sistema de tabiques correderos convierte el despacho en una gran sala diáfana. Físicamente el alcalde se distancia de los ciudadanos -su despacho actual está a una puerta del vecino y ahora estará a tres-. La junta de gobierno, sin embargo, donde los concejales con mando en plaza tomarán las decisiones, en la última planta del nuevo edificio, es abierta, con vistas a un jardín y a la fortaleza de Santa Bárbara.

Ahora que el vidrio rompe la barrera visual entre la Administración y el administrado está por ver si esa transparencia arquitectónica contagia al contenido y aclara la gestión del gobierno de la derecha en la ciudad, que con frecuencia y especialmente en asuntos urbanísticos ha sido criticada por su opacidad.

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