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Columna
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Comparsa del fascio

En momentos así, sé que habrás murmurado para tus adentros aquellos versos de juventud: "Jinete del pueblo/ que la tierra es tuya", y te removerán tripas y náuseas esas fotos que envilecen tanto a quienes las toman y ocultan, cuanto a quienes fingen ignorarlas o ni siquiera las condenan, es decir, a los mismos que siempre se han negado a condenar los estragos del franquismo. De golpe, se te incendia la memoria por tres de los puntos que limitan las miserias de la condición humana, la crónica del exterminio contemporáneo y la geografía de la perversión: campos de Buchenwald y Albatera, y cárcel de Abu Ghraib. Cerca de Weimar, cerca de Alicante, cerca de Bagdad, por donde anduviste con tu lapicero y tus notas empapadas de vileza y dolor. Ya ves cómo la abyección también se globaliza, y se globaliza esa responsabilidad cómplice y repugnante de las torturas capturadas por un objetivo, que se extiende de la soldado Lynndie England al confeso secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld. Y aún mucho más allá, si me apuras, amparada en el disimulo, el rango presidencial, la cobardía y el apresurado olvido. Va a ser un insulto a la conciencia y a la razón de la humanidad, que quien llevó el caos y la injusticia a Irak, aún pretenda levantar la bandera de la libertad y la democracia, desde los sótanos donde se ha cometido sádicamente tanta infamia, con la misma vara de medir Guantánamo y los desolladeros afganos. Sabes, sabemos, que la barbarie estaba programada y en curso, desde hace meses, sabes que se encubren unos a otros, que se protegen, que cada uno dice su papel y que todo, en fin, forma parte de esta gran farsa del nuevo orden: la crueldad es uno de sus recursos, como el saqueo y la explotación de los pueblos. Su ética, su moral, su dignidad, son apelaciones a la escombrera. No esperes nada, ni siquiera que Aznar o los suyos, que tanto se reían con estas cosas, pronuncien una sola crítica. Pero tú murmura tus versos de juventud y grita la denuncia. Nunca serás comparsa del fascio, como tantos que habitan la desmemoria.

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