Mestalla se queda pequeño
El estadio, lleno a rebosar, se vuelca con los jugadores tras una jornada llena de festejos
La fiesta desembocó en Mestalla de una manera arrolladora. El estadio abrió sus puertas a primera hora de la tarde, varias horas antes de la llegada de los jugadores, pero todas las previsiones se desbordaron. Antes de las ocho de la tarde, las fuerzas de seguridad prohibieron el acceso de más aficionados al estadio, ya lleno a rebosar, y advirtieron a través de los medios de comunicación de que no acudiera más gente. El recinto estaba rodeado por vallas de seguridad, tras las que la hinchada se agolpaba como hormigas. Casi había tanta gente fuera como dentro del campo. El Ayuntamiento aumentó las líneas de metro en dirección al estadio, superando incluso los servicios de un día de partido, y la afición acudió en tromba. Todavía más cuando finalizaron los actos de celebración en la Generalitat y el Ayuntamiento. "¡Ahora a Mestalla!", pensaban muchos. Pero en Mestalla no cabía ni un alfiler. Se había quedado pequeño.
Ayala, Rufete, Carboni... varios futbolistas saltaron al césped con sus hijos
Varios miles de aficionados habían esperado durante horas la llegada de los jugadores. Esta vez sin apenas mojarse, aunque cuando algunas gotas de lluvia cayeron desde el cielo muchos recordaron el gran aguacero de la celebración de hace dos temporadas. Fue sólo un susto. El cielo se despejó y la fiesta fue completa. La gente se apretujaba incluso en las escalerillas de aceso a las gradas. Cualquier rincón era bueno para ver a los jugadores, aunque fuera desde muy lejos. El lleno era total.
Antes de entrar al estadio, Albelda encendió él mismo una traca en la avenida de Suecia junto al autobús del equipo y a los aficionados, que celebraron el estruendo. Poco después, los jugadores entraban al túnel de vestuarios como si fueran a disputar un encuentro. Pero el ambiente era muy distinto. Cansados de tanto jolgorio, ataviados con pelucas o pañuelos, los futbolistas esperaban sentados en la escalera de acceso al césped. "Ya tengo ganas de salir", admitía Angulo. "Dentro de poco podemos volver a estar aquí celebrando la UEFA", añadía, el técnico, Rafa Benítez. "Estoy muy feliz, esto es muy emocionante", admitía el joven Sissoko.
Varios futbolistas vivieron esos momentos con sus hijos. Como Rufete, que saltó al campo con su pequeño en brazos. Palop recibió la primera de la grandes ovaciones de la afición. "No tengo ni voz para hablar ya", reconocía el portero valenciano, todavía lesionado en una muñeca. Después del guardameta, fue el turno de Angulo, y luego del brasileño Oliveira, acompañado de un niño de pocos meses. La grada mimó especialmente a Fabio Aurelio, que ha vivido un calvario por las lesiones este curso. Pellegrino, con un pañuelo naranja en la cabeza, llevaba de cada mano a sus hijos, vestidos con la camiseta del Valencia pero algo tímidos ante el gran bullicio de Mestalla. Cuestionado al principio de temporada por sus flirteos con el Barcelona y el Madrid, su compatriota Ayala recibió un tremendo aplauso tras su excelente temporada. No podían faltar, tampoco, las cuatro hijas de Amedeo Carboni. La temperatura iba subiendo.
Vaaaamos, Pablito Aimaaar, que la gloria volveraaaá, como Kempes y el Piooojo, otro pibe inmortal. Mestalla no podía olvidar su cántico dedicado a su querido media punta argentino. Ni el cariño que le procesa a Rubén Baraja. Ni mucho menos, la devoción por su símbolo, Albelda, que saltó al campo con una senyera valenciana y la dejó sobre el campo antes de unirse a sus compañeros. Sólo faltaba el cuerpo técnico y el servicio médico del club, que saltó al campo al completo, todos juntos: Rafa Benítez, Antonio López, Paco Ayestarán, José Manuel Ochotorena, Jorge Candel, Juan Ángel Ballesteros...
Los fuegos de pirotecnia dieron paso al himno del Valencia y al de la Comunidad Valenciana. El entrañable Españeta cantaba emocionado, como todos los componentes de la plantilla. "Dentro de 15 días regresaremos con la UEFA. ¡Amunt València!", dijo Albelda. "Os dedicamos todo el trabajo que hemos hecho esta temporada ", le acompañó Benítez en su discurso. Quienes no hicieron entonces su aparición fueron los miembros del consejo de administración, en primera fila de los festejos durante buena parte de las celebraciones pero que prefirieron quedarse en el palco. El club disparó después un castillo de fuegos artificiales y los jugadores dieron con parsimonia la vuelta de honor al campo. Lo hicieron con tranquilidad, recreándose en el paso junto a los aficionados.
"Esto es algo demasiado especial. Estábamos hablando entre nosotros que nunca sabemos cuando esto va a volver a pasar, y por eso queremos celebrarlo de esta forma", explicaba Baraja. "Por estos 10 o 20 minutos que duran estas celebraciones vale la pena sufrir durante toda la temporada", añadió el goleador Mista. Los jugadores acabaron refugiándose poco a poco en el túnel de vestuarios después de que un grupo cada vez más numeroso de aficionados saltara al campo para acercarse a sus ídolos. Albelda fue subido a hombros en el fin de fiesta.
El broche final se vivirá el 23 de mayo, el día de la última jornada de Liga, que el Valencia disputa en su estadio frente al Albacete. Entonces recibirá el trofeo de campeón que ayer celebró de manera incansable.
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