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Reportaje:ESCAPADAS | Los Callejones de las Majadas

La otra Ciudad Encantada

Arcos, tormos y corredores salpican uno de los parajes más bellos y menos conocidos de la serranía de Cuenca

Cada año, 50.000 personas se acercan a la Ciudad Encantada de Cuenca atraídas por la fama de un paraje catalogado como Sitio de Interés Nacional desde 1929, loado por numerosos literatos (Baroja, Unamuno, Blasco Ibáñez, Eugenio Noel, Lorca...) y elegido para rodar 11 largometrajes tan taquilleros como Orgullo y pasión o Conan el Bárbaro. Todo ello, para gran alegría de los propietarios de la finca, que se embolsan dos euros por visitante, sin contar lo que les renta la tienda de recuerdos, donde se vende desde el típico resolí hasta un trilobite, y no sería extraño que, a este paso, acabaran instalando vallas publicitarias sobre las peñas.

Pero hete aquí que, a sólo 10 kilómetros en línea recta, en el municipio de Las Majadas, hay otra Ciudad Encantada, llamada Los Callejones, que no goza de ninguna consideración a nivel nacional, de la que no ha escrito nadie importante y que sólo apareció un minuto en una película de James Bond (El mundo no es suficiente, 1999) pasando por algún lugar del Cáucaso o de Anatolia, con los 300 habitantes del pueblo haciéndose los turcos capadocios a cambio de un jornal de 30 euros más el bocata. Todo ello, para inmensa alegría de los amantes de la naturaleza, pues apenas la visita nadie y, encima, como es un monte público, sale gratis.

"Los Callejones sólo apareció un minuto en una película de James Bond"

Lo más probable es que ninguno de los turistas que visitan la Ciudad Encantada apreciase la diferencia si se le teletransportase sin previo aviso a Los Callejones. La roca caliza de ambos lugares se formó hace 90 millones de años, y desde entonces ha sufrido los mismos procesos de erosión, dando como resultado formas casi idénticas: setas gigantes, arcos ojivales, esbeltos puentes y mares de piedra rizada. El único rasgo que distingue a Los Callejones, y que le ha dado nombre, es la existencia entre los peñascos de unos angostos corredores que los vecinos de Las Majadas, haciendo bueno el suyo, han utilizado como corrales desde el siglo XVI.

Esta particularidad lleva aparejada otra, y es que no existe un itinerario prefijado, pues no hay una, sino mil maneras buenas de recorrer un laberinto de cuatro kilómetros de largo por 200 metros de ancho, lleno de atajos, cruces, rampas y pasadizos. Unas flechas negras indican posibles pasos, pero no todos, y además se ciñen a un pequeño sector del enclave; al final, el único hilo de Ariadna del que podemos tirar para volver al punto de partida es la pista de tierra que corre paralela al roquedo por su parte baja.

A dos kilómetros de Las Majadas, por la carretera de Uña, nace a mano izquierda dicha pista, que de inmediato presenta un ensanchamiento idóneo para aparcar, junto a un panel informativo. Enfrente se abre una verde plazuela presidida por dos grandes tormos gemelos, desde la que empezaremos a explorar Los Callejones avanzando primero a la derecha -rumbo norte-, hacia unas peñas como muelas de gigante, infestadas de picaduras por las que afloran a la superficie cimera pinos albares y negrales, enebros, sabinas, acebos, bojes, avellanos, guillomos, cerecillos e incluso orquídeas.

Regresando a la plazuela, caminaremos ahora hacia el Sur, ora por el mar de piedra de la zona superior, ora por las calles bajas, hasta salir a la que dicen Plaza Mayor, que aparece flanqueada por dos arcos góticos. Al lado está el Beso, un pino y una roca que permanecen amorosamente abrazados hasta que el rayo los separe.

Muy cerca veremos un camino transversal y un letrero que invita a salir del enclave, completando así un paseo circular de una hora y un par de kilómetros. Nosotros sugerimos, no obstante, triplicar ese tiempo y esa distancia prolongando la marcha hacia el Sur, en busca del Yunque y la esférica Cabeza del Tío Quico. Ya no habrá señales que nos guíen, ni a quién preguntar, como no sea a algún ciervo. Pero tampoco de qué preocuparnos: cuando nos plazca, bajaremos a la pista y daremos media vuelta.

Paseo llano y sencillo

- Cómo ir. Las Majadas dista 200 kilómetros de Madrid yendo por la A-3 hasta Tarancón, por la N-400 hasta Cuenca y por la CM- 2105 hasta Villalba. Aquí nace la carretera local a Las Majadas.

- Datos de la ruta. Duración: tres horas. Longitud: seis kilómetros. Desnivel: nulo. Dificultad: baja. Tipo de camino: itinerario circular por sendero señalizado con flechas (sólo al inicio) y pista de tierra. Cartografía: mapa 24-23 del Servicio Geográfico del Ejército.

- Alrededores. En Villalba de la Sierra (a 16 kilómetros): Ventano del Diablo. En Valdecabras (a 30 kilómetros): Ciudad Encantada y mirador de Uña. En Uña (a 31 kilómetros): laguna de Uña y Hoces del Júcar. En Vega del Cordorno (a 33 kilómetros): nacimiento del río Cuervo.

- Comer. Bar El Cerrillo (teléfono 969 28 30 13): especialidad en ciervo, gamo y jabalí; precio medio, ocho euros. Casa Raquel (teléfono 969 28 30 72): migas rurelas y caldereta de ciervo; 12 euros. El Tablazo (Villalba de la Sierra; teléfono 969 28 14 88): caza, ternera de la sierra de Cuenca y arroces; 16 euros. Mesón Nelia (Villalba de la Sierra; teléfono 969 28 10 21): cocina regional actualizada; 30 euros.

- Dormir. La Utrera (teléfono 969 28 30 00): 10 cabañas de madera para cinco personas, con chimenea, barbacoa, piscina y picadero; precio por casa y día, 90 euros. Los Callejones (969 28 30 50): aparthotel sin lujos, de estilo rústico; doble, 30 euros. El Tablazo (Villalba de la Sierra; 969 28 14 88): el mejor hotel de la zona ofrece 28 habitaciones junto a un antiguo molino, entre las aguas del Júcar, con coto de pesca y numerosas actividades organizadas; 50 euros.

- Más información. En el Ayuntamiento de Las Majadas ( 969 28 30 61; www.lasmajadas.org). Oficina de Turismo de Cuenca (969 23 21 19; www.cuenca.es).

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