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Columna
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Elogio de la precisión

Antonio Elorza

De forma involuntaria, la imprecisión es fuente de lecturas e interpretaciones confusas. Tomemos algunos ejemplos recientes. El primero, que hoy queda geográficamente más cerca, es la crisis diplomática entre México y Cuba. Si escribimos que en el origen de la misma se encuentra "la irritación causada por las valoraciones cubanas sobre el voto mexicano en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU", estaremos olvidando que ese voto fue una razonable estimación, compartida por España, de que en la isla tiene lugar una violación sistemática de los derechos humanos. La motivación última de la crisis no puede ser elidida. A partir de ahí, la irritación fue toda de Cuba y se materializó en la deportación del supuesto delincuente Ahumada, y sobre todo en el doble ataque cubano, primero con la alusión insidiosa y no razonada al "fondo incuestionablemente político del caso" y luego con las palabras de Castro, denunciando la conquista política de México por Norteamérica. La respuesta de Fox pudo o no ser acertada, pero resulta inadmisible una sucesión de imprecisiones que pone de entrada la pelota en su terreno. ¿O es que no hace falta presionar sobre Cuba en el tema de los derechos humanos?

Otro tanto sucede con el tema de las mezquitas. Cabe considerar un error involuntario la pretensión de someter a censura previa los sermones de las mezquitas, pero no es menos equivocado a estas alturas, con los ejemplos francés, británico y el propio a la vista, sugerir que una determinada versión del islam y el terrorismo nada tienen que ver. La imprecisión reside aquí en suponer que la propuesta de quienes preferimos un control, no una censura previa, de las predicaciones, lo basamos en la pretensión de ver qué "interpretaciones de textos sagrados son aceptables y cuáles no". Las interpretaciones no entran para nada. Si un imam, como el de Venissieux en Francia, defiende las lapidaciones y clama contra Occidente, o propone la yihad, constituye un riesgo para la convivencia democrática. Y, ¿por qué no aplicarlo a otras confesiones? Elemental, querido Watson: porque hemos tenido y tristemente vamos a tener terrorismo islámico y no del Opus Dei ni de los Testigos de Jehová. Si actúa ETA, establecer controles de carretera y registros únicamente en territorio vasco no implica discriminación alguna. Y hoy por hoy ese terrorismo tiene unos rasgos específicos que reclaman un tratamiento asimismo particular, tendente sobre todo a favorecer la integración de los musulmanes en nuestras sociedades y en nuestras democracias, sin que ello afecte lo más mínimo al campo de sus creencias. Tampoco es ofensivo el control y los imames normales y corrientes, partidarios de la paz, sin duda la inmensa mayoría, no debieran alarmarse: cuando la seguridad me registra a fondo en un aeropuerto, está defendiendo mi vida y, en consecuencia, mi libertad. La comprobación de que "las mezquitas son oasis de paz" en España sería la mejor noticia para todos.

En este mismo campo temático, es preciso subrayar la imprecisión como germen de una contradicción evidente en las recientes declaraciones de líderes del PP. Por una parte, José María Aznar admitió haber menospreciado el tema del fundamentalismo islámico, pero sin concretar la labor que hubiera debido realizarse. Esa imprecisión autoriza a Acebes a censurar a fondo al Gobierno cuando éste trata de corregir errores pasados. Así el espíritu de partido gana, a costa de mostrar un preocupante menosprecio por la exigencia de colaboración en cuestiones de tal gravedad.

Otras imprecisiones a temer se sitúan en un futuro inmediato. La más importante concierne sin duda al nuevo tipo de Estado que ha de resultar de la reforma constitucional. Ignacio Sotelo aludía al tema recientemente, y era significativo que la enumeración precisa de las demandas de reforma iba a parar a una mención mucho más difusa al eventual "Estado resultante". La precisión es aquí esencial, y debe establecerse antes de nada en el propio campo del Gobierno socialista. Ahora ya no valen alusiones a "sentirse cómodo". En primer término, el PSOE y el PSC debieran iniciar un trabajo serio para definir el doble proyecto de reforma, del Estatuto y de la Constitución, no sólo del primero, abriendo con ideas claras la perspectiva de un consenso para el cambio.

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