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FERIA DE ABRIL
Columna
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Visitas, de nueve a once

Un grupo de periodistas aguarda a la puerta de la Feria de Abril la llegada de Josep Piqué, que se ha dejado perilla. La tarde del miércoles está resultando fría y con la puesta del sol la gente empieza a abotonarse los abrigos. A unos metros de la entrada, un hombre regordete y de pelo canoso aguanta esta jornada embozado en su anorak. Se ha sentado en una silla plegable, junto a una mesa. Dibuja letras de colores. En un cartel pone: "Escribo tu nombre en chino". Él también lleva su nombre escrito en chino en el gesto. Más al fondo, la playa ha dejado de existir, si es que alguien ha reparado alguna vez en ella durante la feria. Bajo la mesa del calígrafo, un gitanillo portugués abre una bolsa de deporte. "Pai... Lo metu dentru?", le grita a otro hombre, que desde lejos asiente con disimulo, y el crío guarda ahí un cartón de tabaco rubio. El chino no mueve un solo músculo. Está concentrado en sus láminas y pinta en silencio. Padre e hijo se reúnen con una mujer que anda vendiendo globos. Con respeto y educación, los guardias de seguridad le han indicando a esta señora que se aleje de la entrada, y así se esfuma toda la familia.

Junto a los periodistas, se han reunido unos militantes del Partido Popular. Forman un comité de recepción de laca y de gabardinas abiertas. Y de trajes azul marino y zapatos negros lustrados. Y de chaquetas blazer con pañuelos que asoman por el bolsillo. Vigilan la puerta un agente de la policía y un señor con gorra de visera y bastón festoneado de banderitas y flecos. Es alto, muy delgado, de piel curtida en el campo. Toma para reconfortarse caldo humeante del que reparte Gallina Blanca y lleva colgando una identificación donde se lee: "Servicio de vigilancia". Cuando entra Piqué en el recinto se organiza una procesión, que le acompañará a lo largo del real hasta la caseta del PP. Le pregunto al calígrafo chino si sabe quién es ese señor. Lo mira, se ríe y se encoge de hombros. Vuelve a mirarlo y le señala: "¿quién es, quién es?", repite.

Hoy las mujeres se han echado americanas y cazadoras vaqueras sobre el traje de faralaes. En el chiringuito de las hamburguesas, se abraza arrecida y cariñosa la pareja que lo regenta. Nadie se acerca a pedirles el euroburguer que anuncian. Huele a incienso en el tenderete de los indios suramericanos.

Por el recinto empiezan a verse los primeros visitantes del Fórum. Llegan trajeados a la manera en que se trajea quien viene de un país expoliado. Sus anfitriones les explican de qué va la feria y pasean entre Rosas de España, que le han copiado a la cantante eurovisiva la montura de sus gafas, su empaque y la sencillez. Pasan repicando las palmas unas niñas que hablan en catalán entre ellas. Unas señoras con el look de Carmina Ordóñez sacan entradas para ver los Carmina Burana. Y un hombre con una camiseta de Iron Maiden vende anillos y máscaras de Spiderman.

Poco más tarde, llega a la feria, casi como de incógnito, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. Se ha detenido en la caseta de la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña (FECAC). Desde el entarimado, el cuadro flamenco le brinda un aplauso. A su izquierda se ha sentado Moncho, el gitano catalán intérprete de boleros, y a su derecha, el andaluz Francisco García Prieto, presidente de la FECAC.

Mientras, dentro de la caseta del Partido Popular transcurre el banquete con que se festeja la visita de su dirigente. La entrada la guardan dos hombres que se pasan el rato entrecerrando el toldo cuando alguno de los comensales cercanos a la puerta se lo pide un poco incomodado por el viento frío que llega de la calle. A un gitano que vende rosas, estos hombres le han impedido el acceso a la caseta, y luego se lo van a negar de la misma amable manera en la del Casino de Peralada. Al tiempo que los del PP cenan, en la caseta de al lado los del PSC bailan por sevillanas.

Afuera, en el real, las visitas de las personalidades no parecen atraer la atención de la gente, que apura las últimas horas libres del día. Unos niños arrancan en una carrera. Los del top manta han empezado a extender sus sábanas con las novedades de Hollywood. Y a una adolescente gitana que toma café con leche, su novio le dice enamorado: "Faaanny..., pídete una pasta".

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