"Reducir las tropas indias en Cachemira sería una locura"
S. K. Sinha se encontraba de vacaciones en España -su hija está casada con un valenciano- cuando el primer ministro indio, Atal Behari Vajpayee, le llamó para pedirle que fuese gobernador del Estado de Yamu y Cachemira. De esto hace un año y desde entonces se encuentra al frente de esta conflictiva región que, asegura, "ha emprendido el camino de la paz". Descarta, sin embargo, una reducción de los 600.000 efectivos destinados en un Estado con sólo 10 millones de habitantes. "Sería una locura", dice, y apoya su argumento en que "la conducta del Ejército indio en Cachemira es mucho mejor que la del Ejército de EE UU en Vietnam o Irak".
Sinha, teniente general retirado de 78 años, tenía un historial que se ajustaba al cargo: "Acababa de pacificar", señala, la revuelta independentista que, desde principios de los noventa, sacudía el Estado de Assam, en el extremo oriental de India. Además, era un antiguo conocedor del problema cachemir. En 1947, en el momento de la partición, ante el avance de tribus paquistaníes, organizó la defensa de Srinagar -la capital cachemir- y al año siguiente encabezó la delegación india que negoció en la ONU un alto el fuego y la Línea de Control que vigilan desde entonces cascos azules de la ONU y que deja bajo Administración india el 45% del Estado, un tercio bajo Pakistán y el resto bajo China.
El gobernador sostiene que Cachemira es el único lugar del mundo donde se da al mismo tiempo una insurgencia, un fenómeno terrorista y una guerra fronteriza de baja intensidad y, pese a ello, el Ejército indio "utiliza la fuerza mínima y no recurre a la fuerza aérea, ni a bombardeos indiscriminados". Sinha afirma que su política se basa en que "sean efectivas" las operaciones militares; en impulsar "iniciativas psicológicas para ganarse a la población" y en el desarrollo económico. "Queremos que la población piense que el Ejército es su mejor ayuda", dice sin tomar en consideración que la absoluta mayoría de las tropas es hindú y que en el valle de Cachemira casi la totalidad de la población es musulmana, ya que los hindúes huyeron hacia el sur de la región, hacia Yamu, al comenzar, en 1989, la revuelta independentista en la que ya han muerto 70.000 personas.
Según Sinha, desde que comenzó el año, el número de muertos "se ha reducido a la mitad [una media diaria de cinco personas], propiciado por el alto el fuego decretado por Pakistán, lo que ha frenado la infiltración de militantes. La violencia que persiste se debe a los grupos insurgentes que ya estaban en el interior".
Está convencido de que la solución se encuentra en las conversaciones de paz entabladas entre Nueva Delhi e Islamabad, pero se manifiesta contrario a que participen los cachemires. "Primero debe haber un acuerdo de principios entre India y Pakistán". Los cachemires sostienen que deben participar porque si no sería como "una boda arreglada".
Tras culpar de todos los males de Cachemira a "Pakistán, al fundamentalismo y a la propaganda occidental", Sinha aplaude la voluntad negociadora del presidente Pervez Musharraf. "Siempre ha sido Pakistán el que ha iniciado las guerras": la de 1947, que utilizó a las tribus; la de 1965, en que infiltró 5.000 militantes, y la de 1971, "una guerra convencional a gran escala porque perdía Bangladesh y trató de ganar Yamu y Cachemira". Perdidas las tres guerras, apoyó, a partir de 1987, el levantamiento de los fundamentalistas. Además, en 1999 lanzó otra ofensiva contra la ciudad fronteriza de Kargil. "Si aceptamos que Cachemira se una a Pakistán por ser musulmana se pondrían en duda los principios seculares de India, y aquí hay tantos musulmanes como en Pakistán. ¿Qué impacto causaría?", se pregunta.
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