La nana de la cebolla
Todavía no es primavera ni en El Corte Inglés y ya han venido unas siniestras golondrinas, con perdón, anunciándonos el verano. En efecto, ETA acaba de iniciar su campaña veraniega remitiendo cartas amenazadoras a las embajadas de Alemania, Austria y Bélgica. En ellas, y en inglés, advierte que atentará contra los intereses turísticos en territorio español. Asimismo se desresponsabiliza de lo que les pueda ocurrir a los ciudadanos de los países avisados por los abajo firmantes porque para eso les ha expuesto que más les valdría veranear en otro lado. ¿Dónde? Ésa es una buena pregunta, porque, aunque las cartas no lo digan -me refiero a esas cartas de pitonisa letal-, o, por lo menos, nadie ha indicado que lo mencionen, todavía debe de seguir vigente la tregua que Carod arrancó a los etarras, de modo que un buen destino para el verano podría ser Cataluña. Conforme: todos, incluido Carod, la repudiaron, pero no por ello deja de ser cierto que, aunque dictada unilateralmente, la tregua existe. Ya estoy viendo a los turistas de aquí y de allá apelotonarse cuidando de no sobrepasar la raya fronteriza pese a los empujones. A los turistas y a más gente, porque acaba de saberse que la mitad de los ciudadanos del Reino Unido desearía vivir fuera, por ejemplo en España y, claro, no iban a ser tan tontos como para instalarse donde hubiera peligro. Así que ya pueden prepararse para el aluvión (y la montxeta). Más valdrá que la Costa Brava haga honor a su rotundo nombre.
Y es que tenemos la memoria muy frágil. Cierto, ha llovido mucho y la gente está a otra cosa, pero no por ello deja de ser verdad que ETA mantiene la tregua en Cataluña, entre otras cosas porque no ha dicho que la suprimiera. También es verdad que, como no atenta -seguramente porque no puede- no se sabe dónde hay tregua y dónde no. Y, la verdad, sería mejor que la situación se mantuviera así, pero las cartas de amenaza contra intereses turísticos nos indican que estamos viviendo en una especie de sueño del que podríamos despertar violentamente. Se ha repetido hasta la saciedad que la razón de existir de ETA es la violencia. ETA existe cuando atenta. Y ya lleva demasiado tiempo no existiendo. Tanto, que nos hemos acostumbrado a vivir sin ETA. Eso es lo malo, porque nos puede pillar demasiado desprevenidos y con la guardia tan baja que no le demos una respuesta contundente y multitudinaria en cuanto asome las orejas. Porque lo peor es que ETA no se ha acostumbrado a vivir sin nosotros. Con lo mal que está lo tendría muy fácil. No es lo mismo deponer las armas en un momento de auge y carnicerías que en un momento de degeneración y ausencia de crímenes. Pero es inútil, sabemos que no lo va a hacer, me refiero a rendirse, dicho sea sin ningún tipo de eufemismos.
De modo que seguimos con la espada de Damocles encima de la cabeza. Por eso resulta ofensivo que se hable de ETA como de una curiosidad arqueológica. Podía guardar algún interés haberle dedicado un reportaje periodístico a El Cabra, pero a condición de situarlo bien en su contexto. Ni fue el primer jefe militar de ETA ni su grupo de guevaristas enloquecidos representó, como tal grupo, gran cosa dentro de una ETA que si alguna vez medio apostó por la guerra de guerrillas en vistas a la sublevación, dejó de hacerlo en cuanto vio lo que hacía El Cabra. Con todo, y pese a lo que diga el propio Cabra acerca de su distancia actual respecto a la lucha armada, no deja de ser menos verdad que la ETA a la que se refiere existió y fue parte de la ETA que mataba (a tres personas, por lo menos). De ahí que resulte ofensivo, primero, que Tele 5 le dedique cinco programas que tratan el tema como una curiosidad, y segundo, que siga abierto un museo que, a lo mejor, tiene sentido cuando ETA sea historia. Ambos acontecimientos contribuyen a pintar una ETA de parque temático, una ETA espectáculo, muy en la línea del adormecimiento en el que hemos entrado. Ya lo avisó Flaubert: "Ten cuidado con tus sueños; son la sirena del alma. Canta, nos llama, la seguimos y jamás retornamos".
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