El patriarcado anacrónico
La Ley Integral de Violencia de Género, promovida por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, está llena de buenas intenciones. Desde luego, el resultado de esta gestión puede ser a medio o largo plazo, porque un problema tan complejo como el maltrato va ligado a factores de tipo social y personal del individuo. Ahondar en las causas de este incremento de agresividad por parte del hombre es profundizar en esa revolución legítima que son las libertades individuales de la mujer, a las que el género masculino no está culturalmente acostumbrado. Esta revolución está en un periodo de evolución constante y hay un desfase educaciones y, por añadidura, psicológico en el hombre del que somos responsables todos, mujeres-madres incluidas. También la incorporación al mundo laboral de éstas nos ha exigido a los hombres una adaptación a las tareas del hogar y a otras responsabilidades que han significado la ruptura de roles que egoístamente nos tenían acomodados.
En España, somos millones de hombres en este periodo de transición, sin haber tenido ninguna preparación previa, poniendo nuestra sensibilidad y buena voluntad. Hay excepciones, hombres emocionalmente desequilibrados, inseguros y posesivos, que no quieren o no pueden adaptarse, y que en el mejor de los casos se separan de sus parejas y, en el peor, terminan agrediéndolas horriblemente. Se necesita una implicación más directa por parte de todos, la Administración debería eliminar la cultura sexista en televisión, y nuestro entorno publicitario, que sigue todavía en el siglo XXI ofertando a la mujer como objeto de placer al servicio del hombre. Nosotros, los padres, tenemos que comprometernos y concienciarnos en una educación no sexista con nuestros hijos desde que nacen. En los colegios, los educadores deberían enseñar a los niños a cambiar un pañal u organizar una cocina: eso les haría no sentir vergüenza o inseguridad ante futuras responsabilidades y, en definitiva, ayudar con todo esto y más, a sanear nuestras mentes anquilosadas durante siglos en un patriarcado, hoy por hoy, anacrónico.
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