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Trabajos importantes sobre hechos normales

Soledad Gallego-Díaz

Gertrude Stein aseguraba que a su amiga Alice B. Toklas no le gustaba lo anormal por demasiado obvio. "Dice que lo normal es mucho más complicado e interesante". Pasado el vértigo de los últimos meses, es posible que muchos ciudadanos deseen volver a esa normalidad de Toklas y, sobre todo, quieran que la vida política regrese a un ritmo menos atropellado que el actual. Con las tropas ya de vuelta a casa, no estaría mal que todos, nuevo Gobierno y oposición incluidos, nos aplicáramos la regla de los últimos premios Pulitzer, que esta vez no se han fijado en trabajos sobre hechos excepcionales, como era lo habitual, sino que han decidido, muy sensatamente, galardonar "trabajos importantes sobre hechos normales".

No se trata, por supuesto, de volver sin más a la normalidad, sino de algo muy distinto. Se trata de prestarle atención, dedicarle tiempo y esfuerzo, para poder transformarla y mejorarla. Sería estupendo trasladar a la política esa nueva línea de trabajo: dar respuestas brillantes a hechos que se consideran normales, y que parecen más difíciles de resolver que los más monstruosos.

El Gobierno y su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, necesitan, cuando antes, aplicarse a esas interesantes normalidades y abandonar la imagen de aceleración excepcional que les acompaña desde que tomaron posesión. Y la oposición, en concreto Mariano Rajoy, necesita concentrarse en el serio y "normal" trabajo de devolver a su partido a un cierto equilibrio, un aire de centro-derecha, sin que el cual el PP quizás tarde demasiado tiempo en recuperar su voto. Es una labor normal, complicada e interesante, pero no está claro, de momento, que tenga fuerzas suficientes para llevarla a cabo. Algunos, sobre todo ex ministros más preocupados por su imagen que por abrir nuevas expectativas, le exigen seguir el camino "excepcional" que abrió Aznar.

Es muy probable que los ciudadanos nos sintamos más alegres y tranquilos cuando sepamos que se van a poner en marcha mecanismos de transformación de la normalidad, que son los que de verdad pueden mejorar nuestras vidas. Por ejemplo, queremos ver las medidas necesarias para impedir que todos los años mueran en accidentes laborales más de mil personas y que más de 4.000 acaben sus vidas en las carreteras. Queremos que alguien preste atención a cómo y cuándo se decide cambiar un protocolo de la medicina pública, para introducir nuevas rutinas, determinados análisis o pruebas clínicas, que mejoren los tratamientos y salven más vidas.

Tampoco estaría mal que alguien, algún responsable político, supiera qué tiene que cambiar en una pequeña ciudad, completamente blanca y algo pueblerina, cuando se instalan en ella miles de inmigrantes de distintos colores y culturas. El colmo del trabajo importante sobre un hecho normal sería, probablemente, conseguir un cierto consenso respecto a la educación de los niños y jóvenes, de manera que no haga falta cambiar sus planes de estudio cada cuatro u ocho años.

Como demuestran los Pulitzer de este año, hay una gran lista de temas "normales" que acarrean resultados terribles. Unos afectan a los gobiernos, pero otros son competencia de las sociedades. En el segundo apartado estaba, por ejemplo, un estupendo trabajo sobre las tácticas que han hecho de los almacenes Wal-Mart la compañía más grande del mundo y una de las que más perjudica a los países en vías de desarrollo.

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"Si las camisetas hablaran y la gente las escuchara...", decía Anita Roddick, creadora de las tiendas Body Shop. En España, por ejemplo, si mucha de la ropa que compramos en grandes almacenes hablara, nos diría cosas increíbles sobre las cadenas de costura que se han instalado en Marruecos, auténticas maquilas como las de Wal-Mart en la frontera de México con EE UU. Algunos, como los responsables de Zara, se preocupan por controlar esos lugares y garantizar derechos mínimos a las miles de mujeres que trabajan indirectamente para ellos, pero otros no se molestan siquiera en garantizar que tengan tiempo para ir al lavabo. Ese sería un asunto "normal". Y por ahí también podría empezar la cooperación con el pueblo de Marruecos y la defensa de la imagen de España en el exterior. solg@elpais.es

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