La Politécnica de Madrid fabrica un robot-guía para museos y ferias
El autómata, llamado Urbano y de algo más de 1,5 metros de altura, tiene algo de insolente en su relación con los visitantes
"Aparta o te atropello" es la primera frase que lanza Urbano si le cierras el paso. "Quítate de en medio, imbécil", espeta si continúas bloqueando su camino. Perdida la paciencia, el robot acaba preguntando: "¿Estás muerto o qué?".
Algo más de 1,5 metros de estatura, un cuerpo similar a una lata de cola, de rojo intenso, y una cara humanoide con cejas que se arquean con facilidad y labios que se pliegan "según su estado de ánimo". Urbano es el resultado de varios años de trabajo de un nutrido grupo de ingenieros de la Escuela de Industriales de la Politécnica de Madrid. Su misión: servir de guía en museos, ferias y eventos similares.
Urbano espera en la entrada del Departamento de Automática, Ingeniería Electrónica e Informática Industrial (DISAM) para hacer una visita guiada por el departamento, donde trabajan más de 40 personas. El robot anuncia la duración aproximada del recorrido y cuenta un chiste para relajar el ambiente. Metido en faena, esquiva con lentitud los obstáculos que le salen al paso, como si tuviera que pensárselo, hasta que su cerebro informático se cuelga. Entonces se desorienta y acaba abruptamente la visita.
El tercer robot
Urbano es el tercero de una familia de robots salidos de este departamento en los últimos 15 años. "Un robot de este tipo necesita un gran volumen de información y mecanismos de razonamiento para procesarla", explica el catedrático que dirigue el proyecto, Ramón Galán.
Para darle autonomía, que pueda moverse por sí sólo, charlar con los visitantes, etc., Urbano aglutina todo un conjunto de componentes, cada uno de los cuales puede convertirse en un problema de investigación: unas baterías que duren lo suficiente, un programa de reconocimiento de voz avanzado, un sistema de servomotores que humanicen sus rasgos faciales, un amplio repertorio de preguntas y respuestas que le permitan mantener un diálogo con los visitantes, un sistema de navegación para moverse por sí mismo...
Aunque sus capacidades son todavía limitadas, es más por falta de financiación, asegura Galán, que por limitación técnica.
Ahora parece costarle el reconocimiento de voz, por ejemplo, que es una de las funciones que más potencia informática consume. Sí cambia su estado de ánimo, y sus rasgos faciales muestran disgusto si se le bloquea el paso o si se le agotan las baterías. Desde un puesto de control puede verse en el monitor cómo Urbano configura un mapa del entorno más próximo que le rodea gracias a un sistema de navegación construido con múltiples ultrasonidos y un detector láser.
La idea, según Galán, es que en un futuro no muy lejano Urbano sirva de guía en el Museo de las Artes y la Ciencia de Valencia.
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