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Columna
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Dios

Juan Cruz

Hace años, en pleno franquismo, el escritor catalán Francisco Candel escribió una novela que era también una descripción de las afueras terribles de su ciudad, Barcelona, y la tituló Donde la ciudad cambia de nombre. Candel escribió otros libros -Hay una juventud que aguarda, Han matado a un hombre, han roto un paisaje: por cierto, un crítico perverso tituló su apreciación de este último libro Ha escrito un libro, ha roto un paisaje-, y muchos de ellos abrieron el camino para otros viajes urbanos y para otras pesquisas narrativas. Pero ése, Donde la ciudad cambia de nombre, fue quizá el celebrado con mayor grado de polémica, hasta el punto de que los bienpensantes barceloneses le crucificaron en la prensa y en los otros medios de entonces, como si hubiera cometido un sacrilegio contra la ciudad que, por otra parte, él también amaba, como demostró entonces y como ha seguido demostrando, hasta el punto de que ahora Candel tiene ya casi todos los honores que una ciudad le debe a un escritor que dio su escritura por ella...

Fue de tal magnitud la polémica que, cuando ésta amainó, Candel escribió un nuevo libro en el que, con aquel estilo sincopado y aparentemente elemental que le hizo popular, narró todo lo que había sucedido a raíz de la publicación del primero. Muy oportunamente Candel tituló esta nueva obra ¡Dios, la que se armó!, pues, en efecto, la que se había armado había sido muy gorda...

Ahora en Madrid se ha armado otra gorda, a cuenta de la obra ¡Me cago en Dios!, de la que es autor Íñigo Ramírez de Haro, autor teatral de varias obras, de aspiración al tiempo underground y off off, que conjuga su actividad diplomática y cultural con la pasión por poner en pie escenarios improbables, de su imaginación y de su memoria. En este caso, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que es pariente suya, le ha parecido al menos inconveniente que Dios esté tan alto en un título y ha pedido explicaciones al Círculo de Bellas Artes, que combina este espectáculo minoritario con un elevado número de actos de cualquier tipo. Cuando amaine esta tormenta en círculo que se ha alimentado ahora quizá Ramírez de Haro tenga material para escribir un memorándum para el que Candel puede prestarle parte del título, ¡Dios, la que se armó con Dios!

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