Cuernos al sol
El inventario de caracoles terrestres alcanza ya las 120 especies en Andalucía
En la conquista de los variopintos ecosistemas, y a diferencia de las habilidades de otros grupos animales, caracoles y babosas terrestres han demostrado un notable éxito. En la actualidad se calcula que existen unas 35.000 especies de estos gasterópodos, cada una de ellas adaptada a unas determinadas condiciones ambientales.
Andalucía también participa de esta llamativa variedad y de la capacidad adaptativa asociada a la misma, aunque hasta hace bien poco la información referida a estos animales era escasa a pesar de su notable presencia en la gastronomía. Sin abandonar el sur de la Península es posible encontrar caracoles capaces de vivir a 3.000 metros de altura, como el minúsculo Pyramidula rupestris que habita en Sierra Nevada; otros acostumbrados a soportar la escasez de agua, como Cochlicella conoidea, frecuente en los sistemas dunares de Doñana; especies propias de latitudes mucho más frías, como Cepaea nemoralis, y otras perfectamente adaptadas a las cálidas marismas litorales, como Theba pisana.
Investigadores de la Universidad de Sevilla han determinado la existencia en Andalucía de al menos 120 especies diferentes de caracoles terrestres. Un catálogo extenso en el que participan variedades de muy distinta procedencia (europea, mediterránea o africana) y que, asimismo, reúne una elevada proporción (alrededor de un 20%) de especies endémicas.
Consumos asociados
Por encargo de la Consejería de Medio Ambiente, los trabajos para profundizar en el conocimiento de los caracoles terrestres, dirigidos por José Ramón Arrébola, se iniciaron en 1998. En una primera fase, entre otros aspectos, se determinó el estado de conservación que presentaba este grupo animal, las principales amenazas a las que se enfrentaba, su aprovechamiento económico mediante recolección, los hábitos y niveles de consumo asociados a cada una de las especies comestibles y las perspectivas de su cría en cautividad. Finalmente, se propuso la ejecución de un programa de actuaciones encaminadas a la conservación y uso sostenible de estos animales, tarea que comenzó a finales de 2002 y concluirá el próximo año.
El primer capítulo de este programa se refiere a la elaboración de un catálogo de caracoles terrestres, del que se han avanzado algunos datos referidos a la zona oriental de Andalucía. Así, los investigadores han localizado una pequeña población de Iberus gualtierianus, conocido popularmente como chapa, en una zona de Almería donde se daba por desaparecido. Esta especie, comestible, es la más amenazada de las que se encuentran en la región, y por este motivo se ha propuesto su incorporación al Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. La población ahora descubierta se encuentra en el área inundable del embalse de Almanzora, por lo que técnicos de Medio Ambiente estudian el traslado de los ejemplares a zonas que no se vean cubiertas por las aguas.
También en la provincia de Almería se han localizado algunos individuos de Gasullia cobosi, especie cuya existencia fue puesta en duda por la comunidad científica al no haberse localizado con posterioridad a su descubrimiento y descripción en 1962. Poblaciones de este raro caracol podrían encontrarse, asimismo, en Málaga y Granada, por lo que, casi medio siglo después de su primera cita, podrá estudiarse su anatomía, desconocida hasta la fecha.
También en Granada, y en la vecina Jaén, resulta llamativa la presencia de un grupo de especies propias de la región eurosiberiana, cuyas pequeñas poblaciones andaluzas han sobrevivido como auténticas reliquias de un tiempo mucho más frío que el actual. El caso más curioso es el de Orculella bulgarica, que por primera vez, y en la depresión de Guadix, se ha identificado viva en la Península Ibérica, ya que hasta ahora sólo se conocía su presencia en forma de fósil.
Gracias al trabajo de estos investigadores, el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas se ha convertido en un espacio de gran valor en lo que se refiere a la variedad de especies de caracoles que alberga. En este espacio protegido se han localizado poblaciones de hasta 27 caracoles diferentes y uno de ellos, perteneciente al género Oestophora, es nuevo para la ciencia por lo que aún se está describiendo antes de anunciar su existencia en las correspondientes publicaciones especializadas.
No es ésta, sin embargo, la única especie nueva con la que se han topado los investigadores en tierras jiennenses. Ya en 1998, y en Sierra Mágina, se localizó el que fue bautizado como Chondrina maginenesis, que acostumbra a ocultarse en fisuras y oquedades para protegerse del sol y está adaptado a territorios muy secos.
sandoval@arrakis.es
66 millones de tapas
Las investigaciones de José Ramón Arrébola han puesto de manifiesto la presión que se ejerce sobre algunas especies de caracoles comestibles y la trascendencia económica de estos hábitos en determinadas comarcas. En Andalucía occidental, donde se concentra el consumo de estos moluscos, las poblaciones silvestres no son capaces de abastecer la fuerte demanda por lo que, desde hace más de 20 años, se recurre a las importaciones del norte de África, cuyo volumen no deja de crecer.
En la comarca sevillana de las Marismas, y en las gaditanas de La Janda, el Campo de Gibraltar y la Sierra, se capturan todos los años unas 1.500 toneladas de caracoles chicos (Theba pisana), mientras que, procedentes de Marruecos, llegan otras 5.000 toneladas adicionales. Sólo en lo que se refiere a esta especie, y según los cálculos que Arrébola efectuó a finales de los noventa, el mercado mueve más de 12 millones de euros al año.
Es decir, y como escribe la propia consejera de Medio Ambiente, Fuensanta Coves, en el prólogo del Manual de Conservación de los Caracoles Terrestres de Andalucía, "sólo en lo que afecta al caracol chico, en nuestra región se comercializan unos seis millones de kilos, o, si se prefiere, el equivalente a 66 millones de tapas".
Del resto de variedades comestibles apenas se tiene información. Aun así, se estima que cada andaluz consume al año unos 800 gramos de caracoles, cifra que nos acerca a los hábitos de un país como Francia, donde el reparto alcanza un kilo por habitante y año.
En las importaciones, que han llegado a superar las 7.000 toneladas al año, predomina el caracol chico procedente de Marruecos, aunque también están presentes otras especies como la cabrilla (Otala lactea) o el burgajo (Cantareus aspersus).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.