_
_
_
_
Reportaje:UN PROYECTO EUROPEO

Servir en español

El 63% de las empleadas del sector doméstico son latinoamericanas

Soledad Alcaide

El sueño de Lucía Yánez es tener una casa y poner un negocio. Su sacrificio es haber dejado su país, Ecuador; su hogar, Quito, y a su esposo y su hija de nueve años, con el fin de ahorrar para ese propósito. Calcula que podrá regresar en dos años, cuando haya reunido lo suficiente, gracias a su trabajo como empleada interna de una familia española, con la que vive en Pozuelo, una zona residencial de la periferia de Madrid. "Llegué el 22 de octubre de 2002 y aún pasaré otros dos años más, porque el primer año sólo pagué deudas y préstamos y lo que gasté en los pasajes", cuenta está mujer de 33 años, profesora de inglés en su país.

Como ella, la mayoría de los empleados del servicio doméstico en España son latinoamericanos: un 63% de los inmigrantes del sector. Y proceden sobre todo de Ecuador, Perú y la República Dominicana, según el estudio La inmigración y el mundo del trabajo: servicio doméstico, redactado por el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) en noviembre pasado.

"Son mujeres muy fuertes, porque la situación que viven no la aguanta cualquiera"
Más información
Cuidar ancianas, especialidad del Este

El retrato vivo de esas estadísticas se aprecia a mediodía en el parque del Retiro de la capital española. Tres mujeres de pelo muy oscuro y tez morena, de acento y tonalidades suaves, conversaban en español, sentadas en un banco mientras vigilaban de reojo los carritos de niño que tenían ante sí. Ninguno de los bebés era suyo. Más allá, una muchacha de aspecto aindiado pateaba un balón hacia un pequeño rubio, mientras gritaba: "¡Golpee bien fuerte!". Por el camino de arena, una cuarta mujer de larga melena negra, también de rasgos andinos, empujaba la silla de ruedas de una anciana.

La inmigración latinoamericana crece sin parar en España. El mayor colectivo extranjero son los ecuatorianos, con casi medio millón de los 2,7 millones de inmigrantes que se calcula que viven en el país, la mayoría en Madrid, Barcelona y Valencia.

Y la lengua materna les favorece a la hora de ser contratadas, pero también su educación, en un país como España que ha perdido casi por completo la costumbre de tratar de usted a las personas para expresar respeto, como exigen las normas de cortesía que sí se conservan en América Latina. Pero, sobre todo, cuenta la fama que tienen de ser más cariñosas y ocuparse mejor de los niños que otras sirvientas extranjeras. "Hago mi trabajo como lo hacía en mi casa, con el mayor cariño", cuenta Lucía Yánez. "Y trato de no estar triste, aunque es difícil por haber dejado tan lejos a la familia".

"Son mujeres muy fuertes, porque el trabajo y la situación que viven no lo aguanta cualquiera", explica Paloma Rodríguez Villegas, directora de Candelita, asociación que gestiona un centro de día para latinoamericanas y da cursos de formación para inmigrantes. Además de duras condiciones de trabajo, según cuenta, las empleadas deben soportar la desestructuración familiar, pues muchas pasan años sin ver a sus hijos, que tienen que quedarse en sus países de origen.

Por otro lado, las diferencias culturales provocan que a veces se sientan maltratadas, porque el tono y la manera de hablar de los españoles les resulta muy agresivo cuando llegan.

A eso se añade el hecho de que muchas vienen de lugares donde a la mujer se le asigna un papel de sumisión, que no las habilita para reclamar sus derechos. Rodríguez Villegas explica que ha tenido casos de inmigrantes que los primeros meses no se quedaban nada de su sueldo para ellas, sino que enviaban todo a casa. "Si a mediados de mes las echaban, se quedaban en la calle", relata. "Son gente con un trabajo que no les permitía vivir dignamente en su país, por la crisis económica, que malvivía entre dos empleos, con sueldos de entre 250 y 300 euros al mes. Hacen cálculos y optan por venir", cuenta.

En España un sueldo de sirvienta interna ronda los 600 euros, aunque los empleadores pueden, por ley, reducir un 40% por alojamiento y manutención, explica Marga Comba, técnico de la Oficina de Empleo de la Cruz Roja en Granada. "El 85% de la oferta a los inmigrantes que encontramos aquí es para servicio doméstico. Una gran parte, para internas, pero hay muchos que piden personas que trabajen menos de cuatro horas", explica. Ése es el límite mínimo legal por debajo del cual no se paga Seguridad Social. Una empleada con experiencia en el cuidado de enfermos de Alzheimer y buenas referencias llega a los 900 euros.

Por eso, ya llevadas al sacrificio, las inmigrantes entran mayoritariamente en el sector como internas en las casas. Y como el alojamiento y la comida van incluidos, sus gastos son mínimos y su capacidad de ahorro mayor que la de otros inmigrantes.

"Es imposible encontrar una interna española", cuenta Raquel López, una ejecutiva de Barcelona que emplea en su casa a una colombiana. No quiere extenderse demasiado sobre el particular porque teme por su empleada, que carece de residencia legal, pese a sus intentos de tramitar los papeles. El proceso de legalización le obligó a presentar una oferta pública de empleo a través del Instituto Nacional de Empleo (Inem), que le enviaba a mujeres en paro. "Como no hacen criba de demandas de empleo, cuando me contactaban por teléfono ellas mismas se autoexcluían, porque no querían estar de internas". El Inem no le expidió un certificado negativo de trabajo, requisito para acreditar que ningún español está interesado en el puesto, porque consideraba que hay candidatos y que debía seguir buscando. Y eso sirvió para que se denegara el permiso de residencia.

Raquel López presentó un recurso para que se revisara la situación. Pero no es lo habitual. La mayoría de los empleadores prefiere rozar la ilegalidad. De ahí que el trabajo doméstico en España todavía siga siendo un sector de "economía sumergida", como apunta la UGT, que amplía esa visión a toda Europa: "El número de trabajadores domésticos no legalizados en la Unión Europea oscila entre un 50% y un 80%". Y la gran mayoría de ellos son inmigrantes.

Una persona mayor es atendida por dos mujeres.
Una persona mayor es atendida por dos mujeres.BERNARDO PÉREZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_