Sobrevivir no es un juego
Ana María Mena trabaja desde hace diez años con los afectados por la ludopatía
Los excesos siempre son perjudiciales. Y la vida se puede convertir en un infierno cuando la única meta es que un golpe de suerte lo arregle todo. Llega un momento en que la razón se escapa por la ranura de una máquina tragaperras, el cartón de un bingo o cada cruz en un boleto de lotería. Ana María Mena, cordobesa de 44 años, intenta desde hace diez años rescatar a afectados y familiares de ese abismo que es la ludopatía.
Como ella cuenta desde la sede de la Asociación Cordobesa de Jugadores Rehabilitados (Acojer), la ludopatía es "como tirar una piedra en el agua". Esa piedra primero se vale de su nexo principal, el ludópata, y después se encarga de devastar a la familia, a los amigos y a todo lo que rodee al afectado. Ana María Mena sabe bien lo que eso significa porque lo vivió en sus propias carnes.
Ana María Mena y su familia consiguieron salir del túnel. Desde entonces, su vida está centrada en que los demás también lo logren. Incluso su hija, de 18 años, ha realizado el curso de monitora para colaborar con la asociación.
Ana María comenta que no fue fácil dar el paso, que el doctor Román Fernández, una eminencia nacional en la lucha contra la ludopatía, le tuvo que convencer. Era lógico que después de pasar el calvario se quisiera olvidar de todo, pero realizó el curso de monitor. Ahora, Ana María dirige todos los jueves y los viernes terapias para los familiares de afectados por los excesos del juego. Y se le ilumina la cara cuando habla de ello. Es su vida y no es capaz de poner una cifra a las personas a las que ha tratado. Son muchas en diez años.
Uno de los aspectos que destaca es la responsabilidad que tiene sobre los integrantes de las terapias. "Sabes que lo que te cuentan llega hondo, pero hay que decirles siempre que hay luz y una salida", explica.
Cuando los afectados acuden a Acojer, están tan desesperados que necesitan soluciones, pero "sobre todo hay que dar información y tranquilidad, que no abandonen", relata esta voluntaria.
Como ocurrió con Ana María, el voluntarismo es vital para que Acojer funcione. La asociación se nutre de los propios afectados que han llegado superar sus problemas. Pero Ana María destaca la labor de equipo. Junto a ella trabajan codo con codo Ángel Luis, Pepe, Manolo, Carlos, Charo, Mariela... Así hasta la veintena de voluntarios.
En las terapias que realiza, Ana María tiene bajo sus consejos a más enfermos que a familiares. Asegura que estos últimos son los más complejos de abordar. "Son muy escépticos, muy rebeldes y llegan aquí con la confianza perdida, mientras que el principal afectado, cuando se descarga, se abre con más facilidad", explica.
Ana María Mena acentúa que lo mejor es atajar el caso cuanto antes y alerta de que el 10% de los que acuden pidiendo ayuda abandonan antes de tiempo al considerar que ya están a salvo. Ana María incide en que hay que evitar "falsas euforias" y que el tratamiento se prolonga un año mediante terapias y consultas con el psicólogo y el médico todas las semanas.
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