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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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Continuidad y cambio

EL DISCURSO del candidato socialista a la investidura y su posterior debate con el portavoz del PP estuvieron el jueves a la altura de las expectativas despertadas por la victoria del PSOE en las urnas el 14-M. Además de ratificar los compromisos contraídos ante los votantes durante su campaña electoral, Zapatero fijó con claridad los objetivos que se propone llevar a cabo tras recibir la confianza de la Cámara para formar Gobierno. Así como no suelen faltar en los alegres festejos de los bautizos o las bodas los comentarios sombríos de algunos invitados circunspectos que recuerdan a los padres o a los novios la fugacidad de la existencia, las veleidades de la fortuna y las burlas del destino, también son frecuentes en el arranque de cada legislatura las prudentes advertencias dirigidas a los vencedores sobre las dificultades intrínsecas que les aguardan para cumplir -aun siendo sinceros- las promesas electorales y los desgastadores efectos del ejercicio del poder. Pero esas obvias perogrulladas no impiden reconocer hoy que Zapatero ha iniciado con buen pie la ruta tras ocho años de vida política dominada por la inquina recelosa, la oscuridad huera y los juicios de intenciones malévolos del anterior presidente del Gobierno.

Zapatero expone a los diputados los ejes de su programa de gobierno relativos a la renovación política, las relaciones exteriores, la estrategia económica, las políticas sociales y los derechos civiles

Abstracción hecha de las dimensiones específicamente socialdemócratas del programa de investidura (desde el fortalecimiento del Estado de bienestar hasta la apuesta por la educación pública, pasando por las políticas sociales orientadas hacia la cohesión y la igualdad), el discurso de Zapatero prestó una gran atención a los problemas transversales que afectan a los ciudadanos con independencia de sus niveles de renta. Si el reconocimiento expreso de las iniciativas positivas del Gobierno de Aznar realizado por el candidato rompió con el adanismo del PP respecto al pasado, el recordatorio de los cuatro mandatos del PSOE bajo la presidencia de Felipe González subrayó esa mezcla de continuidad y cambio propia de las alternancias del sistema democrático. El conmovido homenaje a las casi doscientas víctimas del atentado de Madrid enmarcó el compromiso de Zapatero para seguir luchando contra el terrorismo en el marco de los valores y las normas del Estado de derecho, dentro de la legalidad internacional y sin caer nunca en la xenofobia; la indecente manipulación electoralista del terrorismo por el Gobierno saliente -de manera descarada en los días posteriores al 11-M y de forma solapada a lo largo de toda la legislatura- confirió una especial significación a la invitación dirigida por el candidato a las restantes fuerzas políticas para fortalecer la unidad democrática frente a las amenazas de ETA y del fundamentalismo islámico.

La voluntad de lograr un amplio consenso para las revisiones parciales de la Constitución de 1978 y el carácter tasado de sus objetivos (la reforma del Senado, la no discriminación de la mujer en la línea de sucesión a la Corona, el listado nominal de las comunidades autónomas y la mención a la Constitución europea) no sólo respetan el espíritu y los principios de la norma fundamental a los 25 años de su entrada en vigor, sino que además ponen al descubierto la torpe campaña lanzada por el Gobierno saliente con el doble fin de patrimonializar en su exclusivo beneficio el legado de la transición y denunciar a los socialistas como supuestos promotores de una conjura rojo-separatista para romper la unidad de España. Los requisitos exigidos a cualquier eventual reforma de los estatutos y los planes orientados a mejorar el funcionamiento del Estado de las autonomías -incluida la proyectada conferencia anual de presidentes autonómicos- encajan igualmente dentro del diseño constitucional.

El restablecimiento del consenso en política exterior, destrozado por el Gobierno del PP para que su presidente realizase el sueño infantil de retratarse en las Azores como nieto ideológico de Churchill, constituye otro de los grandes objetivos de Zapatero, comprometido a repatriar a las tropas españolas -enviadas a Irak bajo mando polaco por la megalomanía irresponsable de Aznar- si Naciones Unidas no asume la tarea de devolver la soberanía al país ocupado. La devolución al Parlamento de su autonomía, la desgubernamentalización de RTVE y la dotación de nuevos contenidos a la condición de ciudadanos son también metas dignas de aplauso.

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