Punto final al trasvase del Ebro
La promesa de Zapatero de derogar el proyecto constituye el fin de una pesadilla para el movimiento antitrasvasista
"Lo riu és vida, no al transvasament". Una pancarta con este lema da la bienvenida al visitante en Tortosa, en Amposta, en Deltebre y en casi todas las poblaciones de las comarcas del Ebro. El destino de estas telas, que han internacionalizado el nudo como símbolo antitrasvasista, es el baúl, para no olvidar, después de la promesa del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de derogar el proyecto. Tanto la Plataforma en Defensa del Ebro (PDE) como políticos de todos los signos, excepto el PP, de estas comarcas sureñas creen que, de una vez por todas, se han librado del fantasma del trasvase, que les ha acompañado durante décadas.
El fin de una pesadilla. Así lo han definido los portavoces de la PDE; el alcalde de Tortosa, el socialista Joan Sabaté; el delegado del Gobierno, Lluís Salvadó (ERC), y su antecesor en el cargo, Francesc Sancho (CiU). Todos creen que tras un movimiento social sin precedentes como el antitrasvasista, respaldado por la comunidad científica, ningún Gobierno volverá a plantear un trasvase. No se ha ganado la batalla del Ebro, sino la guerra entera. Más que de otra cosa, el portavoz de la PDE Ángel Aznar se mostraba enormemente satisfecho por haber contribuido a inculcar en los gobiernos catalán y español la denominada "nueva cultura del agua", concepto sobre el que altos cargos de los anteriores ejecutivos solían bromear.
Con los argumentos económicos y medioambientales de su lado, nadie cree en las comarcas del Ebro que se repita un proyecto que ya intentó el ministro Josep Borrell durante la quinta legislatura, la última con Felipe González como presidente. Según ese plan, que topó con la oposición de CiU y con unas arcas públicas que no lo hubieran hecho posible, se pretendía trasvasar justo el doble que lo que preveía el último proyecto. "Luego perdimos la batalla por el minitrasvase", recuerda a menudo el portavoz de la PDE Manolo Tomàs, miembro de la Coordinadora Antitrasvase, entidad predecesora de la plataforma de la que, entre otros, formaba parte la actual consejera de Enseñanza, Marta Cid. El minitravase lleva agua del Ebro al Camp de Tarragona y aún se discute si deben conectarse sus tuberías a las del sistema Ter-Llobregat.
Ahora, después de tres años y medio de luchas, manifestaciones y cursillos acelerados de alta política, la PDE afronta su disolución. Atrás quedará el giro a la izquierda que paulatinamente han dado las comarcas del Ebro, así como la creación de la delegación territorial de la Generalitat y el refuerzo de la identidad colectiva de un territorio que históricamente se definía como "la quinta provincia". "Ahora, con tranquilidad, es el momento de pensar en propuestas de futuro", dice el alcalde de Tortosa. Hasta hoy, la actividad de la clase dirigente de estas comarcas, de cualquier signo político, ha estado forzosamente centrada en el trasvase.
El movimiento social antitrasvasista prepara una fiesta en L'Ampolla (Baix Ebre) para dentro de dos meses. "Se ha terminado la época de las reivindicaciones, ahora vienen las celebraciones", afirma Tomàs. Y también vienen nuevas propuestas para el delta que terminen con su regresión. Fuentes de la Generalitat aseguran que está prácticamente listo un documento que detalla las prioridades y que ahora el objetivo es no perder los fondos de cohesión europeos destinados al trasvase norte para poder dedicarlos a estas inversiones. Paralelamente, fuentes socialistas explican que el real decreto que prepara el nuevo Gobierno para derogar el trasvase incluirá también las propuestas alternativas para garantizar el agua en Almería, la Comunidad Valenciana y Murcia. Estas medidas abarcarán desde la revisión de las concesiones de agua a las comunidades de regantes a la construcción de plantas desalinizadoras y reformas en las viejas redes hídricas.
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