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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sencilla y suculenta cocina de mercado

LAVENTURA, una casa de comidas madrileña que destaca por sus pescados y arroces

José Carlos Capel

Nadie puede discutir que el principio de autenticidad de cualquier cocina seria pasa por la selección de las mejores materias primas. Cuando un profesional de hostelería rebusca a diario entre su laberinto particular de proveedores para adquirir alimentos de categoría, merece toda suerte de reconocimientos. Mal que nos pese, de seguir la tendencia actual, los restaurantes de producto acabarán siendo una rareza.

A Laventura, casa de comidas de ambiente desenfadado, le bastan tres sabrosos arroces y cuatro pescados para estar en el punto de mira. Su artífice, Jaime Tamerón, cocinero autodidacta, huye de complejidades gratuitas, se aplica con rigor a la selección de alimentos y practica una cocina de mercado basada en los pescados y mariscos que adquiere en Mercamadrid a diario. Toda una sorpresa en un restaurante de barrio que tiende a pasar inadvertido.

LAVENTURA

Ventura Rodríguez, 3. Madrid.

Teléfono 912 53 70 31.

Cierra: domingos noche y lunes.

Precio aproximado por persona: entre 35 y 40 euros. Menú del día, 28 euros. Huevos rotos con morcilla y patatas panadera, 7 euros. Arroz caldoso con carabineros, 15,50 euros. Rabo de toro al vino tinto, 13,50 euros. Tarta de queso, 3 euros.

Pan ... 6

Café ... 4

Bodega ... 4

Ambiente ... 6

Servicio ... 6

Aseos ... 6

Un pilpil rojo

Hasta sus cocinas llegan merluzas níveas, lubinas con olor a algas, rodaballos salvajes y lenguados impregnados de limo. Especies que prepara al horno o a la plancha con recetas escandalosamente sencillas. El taco de merluza, con un simple refrito de aceite y ajos; la lubina, al horno con patatas panadera; el rodaballo, con un arroz de setas, y el bacalao, con un pilpil rojo.

Para los devotos de los pescados de mar abierto, ese tesoro en extinción paulatina, son platos que justifican la visita. El resto de su carta, bastante aburrida a juzgar por la vulgaridad de los enunciados, no es lo que a primera vista aparenta. Detrás de la mayoría de sus propuestas hay sabores limpios, puntos de cocción correctos, y mucha voluntad dietética.

La ligereza y la economía de grasas, principios irrenunciables para Tamerón, inciden también en los arroces, el segundo gran hito de la casa. El de carabineros y el de bogavante se sirven caldosos y rezumando aromas marinos; algo más seco el de verduras. Como es habitual, en los entrantes y las carnes surgen dientes de sierra. De los huevos rotos con morcilla y patatas panadera, plato genial, se salta a una ensalada de lechuga con frutos secos sin ninguna gracia. De unos piquillos rellenos de cangrejo sobre hojaldre, inexplicablemente buenos, a un revuelto de bacalao y patatas paja demasiado reseco. Y de unos boletos con foie-gras de textura melosa, a unas alcachofas con jamón ibérico y un entrecó discretos. Teniendo en cuenta la categoría de los productos, los precios resultan razonablemente sensatos.

Comedor de Laventura, en Madrid. Abajo, merluza con pil-pil de pimientos verdes y fondo de aceitunas negras.
Comedor de Laventura, en Madrid. Abajo, merluza con pil-pil de pimientos verdes y fondo de aceitunas negras.MARINA DEL MAR

DE LOS APERITIVOS A LOS POSTRES

SI SE DESEA compartir aperitivos, la casa ofrece varias opciones: jamón ibérico cortado a cuchillo, queso manchego curado, anchoas de Santoña o pimientos asados con ventresca. A la hora de elegir no hay que olvidarse de su menú del día, propuesta que a juzgar por lo que incorpora tiene un coste bien razonable. Por 28 euros (IVA y vinos aparte), Tamerón ofrece tres entrantes, además de un pescado, una carne y un postre. Cualquier día al azar la selección podría estar compuesta por alcachofas rellenas de aceitunas; lasaña de carabineros con calabacín, y revuelto de morcilla con patatas. Después, un taco de merluza al horno (media ración) y solomillo asado. Como remate, cualquiera de sus postres. Los helados, que se preparan en la casa a base de purés de frutas y cremas de leche, tienen una cierta nobleza. Entre ellos, el de fruta de la pasión, que se sirve con una crema de papaya. O el de yogur y brandy, que acompaña a una crema de chocolate. En el resto de los dulces, algunos altos y bajos. Las crepes fritas son un símil de cañas gallegas; la tarta de chocolate es vulgar, y la de queso, interesante. Lo más refrescante son las denominadas cumbres del Himalaya, macedonia de frutas naturales con yogur griego.

Lamentablemente, la lista de vinos se queda bastante corta. En el grupo de marcas recomendadas figuran algunas con buena relación calidad / precio. En el resto, un poco de todo con ausencias importantes de La Rioja y Ribera del Duero. El servicio es voluntarioso y el pan correcto. Un punto negro es el café, muy mediocre.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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