El dogma creativo de John Zorn
Los biógrafos y discógrafos andan de cabeza para mantener al día la trayectoria de un músico cambiante y plural por definición, peatón ilustre de lo más profundo de la cultura subterránea y campeón del desprejuicio. John Zorn ha asimilado con pasmosa naturalidad tanto la influencia de John Cage como la de las bandas sonoras japonesas de películas de serie B. Su música puede producir a veces el efecto de agarrar un cuchillo por el filo o de escarbar en cristales rotos sin guantes, mientras que en otras condesciende y se muestra razonablemente compasiva con el oyente. Para él no hay reglas fijas: es un músico que busca la colisión con las categorías al uso. Esa imposibilidad de saber qué idea le cruza la mente provoca que sus giras se vendan casi antes de que se anuncien. A Coruña, dentro del IX Ciclo de Jazz de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, tiene la fortuna de ser la única ciudad española que podrá disfrutar de su iniciativa más reciente, Masada Electric Band (24 de abril). El minifestival también incluirá a la flamante ganadora del grammy a la mejor cantante de jazz, Dianne Reeves (18 de abril).
Zorn nació en Nueva York
en 1953 y se inició con el piano, instrumento que pronto cambió por la guitarra y la flauta. Su formación académica le permitió entrar de inmediato en el mundo de la composición rigurosa, y a los 14 años escribió su primera obra. Sin embargo, la improvisación ya formaba parte sustancial de su primer disco First Recordings (1973) y acrecentó su importancia en sus obras siguientes, reunidas en un colosal estuche de siete discos titulado The Parachute Years, atinado testimonio del Zorn todavía especulador temprano de la creatividad. Quizá algo hastiado del análisis sistemático de las partituras clásicas contemporáneas, el saxofonista se arrimó a la contracultura a través del estudio serio de la música escrita por Carl Stalling y Scott Bradley para dibujos animados: el puzzle del futuro mapa sonoro de Zorn empezaba a tomar forma, pero todavía restaba que el disco For Alto, del también saxofonista Anthony Braxton, le impresionara de manera determinante. De ahí a la colaboración con los músicos más avanzados de la escena neoyorquina sólo restaba un paso... Zorn lo dio con una decisión impetuosa: podía escuchársele incrustado en una banda rockera no wave, o haciendo jazz libre con un sentido lúdico que suavizaba la a menudo extrema crudeza de sus propuestas sónicas. Le siguieron homenajes a músicos de tan diverso mundo sensible como Sonny Clark (pianista canónico de hard bop), Ornette Coleman (el hipersalvaje Spy versus spy) o Ennio Morricone (The big gundown), para muchos su obra maestra. También se consideran discos importantes de la época Spillane, Naked City, News for Lulu y More new for Lulu (estos dos últimos junto al guitarrista Bill Frissell y el espléndido trombonista George Lewis), además de una serie de piezas escritas para cine de distinto metraje.
De cualquier forma, quizá sea la formación del grupo Masada en 1994, su decisión más aplaudida. Nada menos que diez discos en estudio han visto la evolución de un cuarteto que quiere representar la música del judío actual en el Estados Unidos del ahora mismo. Zorn llega ahora a la primera cita de su gira europea con la versión eléctrica de este grupo en fórmula de septeto y una configuración instrumental bien diferente.
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