Un caso casi único
El otro día vi a una mujer recoger en una bolsa los excrementos que su perro había depositado en la calle para después tirarlos en un contenedor. Me quedé muy sorprendida. Es la primera vez que veo algo así en una ciudad como Valencia, donde lo normal es caminar dando saltitos, si no quieres acabar pisando las mierdas de los perros. Sobre todo si vives en el centro histórico, como es mi caso. Quizá mis más guarros vecinos (y amos de animales) se dejan llevar por el aspecto de abandono de muchas calles y muchos solares de El Carmen. Y así pasan de todo y dejan que sus perros se caguen en cualquier sitio: en mitad de la acera, de la calle, de un patio. ¡Qué más da!, parecen pensar. Al fin y al cabo, el Ayuntamiento apenas hace nada para dar vida al barrio de una vez por todas, ni para perseguir y multar a la gente que permite que se ensucien aún más sus malolientes calles.