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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Fumar y no fumar en España

No estoy de acuerdo con el señor Lluís Serra Magem (carta de 2 de abril) sobre las medidas más disuasorias contra el tabaco. Apunta que éstas deben encaminarse a incrementar la presión fiscal y a la prohibición de su consumo en lugares cerrados, en lugar de las campañas educativas que se vienen realizando, ya que resultan inservibles. Aclararé que soy educadora y fumadora. Hemos de reconocer de una vez por todas que el tabaquismo es una adicción, no siempre una elección. Cuando se empezaba a fumar a edades tempranas no había información sobre la gravedad real del tabaco, como ocurrió a los de mi generación (los de cuarenta años), ni se hablaba de los fumadores pasivos. Por eso muchos nos convertimos en adictos por ignorancia. Las campañas educativas sirven para prevenir que los adolescentes no se conviertan en esclavos de la nicotina.

Por otra parte, existe una indecente doble moral. Cuando explicaba a mi hijo de seis años las nefastas consecuencias de fumar, no me preguntó por qué fumo, sino por qué lo venden. Si estamos de acuerdo en que, en el caso de otras drogas, no se ha de perseguir al toxicómano o al camello, sino a los "peces gordos", los traficantes, ¿por qué somos incapaces de determinar quiénes son los "peces gordos" en el negocio del tabaco? ¿Cuáles serían las pérdidas económicas si dejáramos todos de fumar?

El Estado, los fabricantes, los trabajadores de las tabacaleras, los agricultores, los propietarios de estancos y expendedurías lo saben. Los fumadores damos de comer, a costa de nuestra salud y de nuestra vida, a muchas familias, y con los fuertes impuestos que ya pagamos en cada cajetilla, engrosamos las arcas del Estado, mientras que se incrementan las medidas de presión social hasta el punto de considerarnos poco menos que apestados.

No es fácil abandonar el mal llamado "vicio". El síndrome de abstinencia produce, según los casos, ansiedad, taquicardia, temblores, falta de control muscular, insomnio, irritabilidad y depresión (lo sé por experiencia). Los medicamentos que existen para ayudar a superar el mono son carísimos y no subvencionados. Y limitar nuestros espacios de expansión, como en Irlanda, no es la solución. Para proteger al no fumador del humo del tabaco (aunque no se le podrá proteger de las emanaciones tóxicas industriales o de los alimentos manipulados químicamente) sí podrían existir locales de ocio libres de fumadores, y habilitar otros para los que todavía no hemos podido dejar de serlo.

Y mientras tanto, los "peces gordos", que sí saben cuál es la solución, podrían dedicar todo el dinero que ganan con los impuestos de los cigarrillos a favorecer las campañas educativas preventivas y a facilitar programas sanitarios en centros públicos y medicamentos para superar esta odiosa adicción.

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