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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Irresponsabilidad

El pasado domingo 4 de abril salí a pasear con mi esposa y mis dos hijas de corta edad, dos y un años, aprovechando el día tan espléndido que hacía en Madrid. Minutos antes había quedado atónito escuchando en la radio la información que transmitían distintos servicios de noticias en los cuales se daba detenida información sobre el ataque al cuartel español Al Andalus de Nayaf, en respuesta a la falsa noticia que corrió horas antes en la que se sospechaba que la detención del clérigo chií Mustafá al Yaqubi había sido realizada por fuerzas españolas y que más tarde fue desmentida.

¿Cuál era mi perplejidad? Yo, paseando tranquilamente un bonito día de primavera, y a pocos kilómetros (hoy no existen distancias), compatriotas nuestros estaban acosados bajo el fuego de centenares de chiíes en Irak. ¿Quiénes y bajo qué criterios nos han conducido a esta terrible situación? ¿Qué diplomáticos y políticos han calibrado tan sumamente mal las consecuencias de este avispero? Creo que en una decisión tan seria como meter a un país en una guerra hay que calibrar muy bien las posibles consecuencias de la misma y tener los resortes necesarios como para paliar cualquier consecuencia derivada de dicha decisión.

En nuestro país, los gobernantes, empezando por José María Aznar y pasando por la ministra de Asuntos Exteriores, han demostrado una total ineptitud en calibrar estas consecuencias, y solamente el seguidismo a las doctrinas fanáticas del presidente norteamericano nos convierte en una mano desnuda dentro del avispero de Irak. Este día de abril, hermoso y soleado, ha quedado nublado y tormentoso porque a pocos kilómetros de este mi país hay conciudadanos con el rostro cubierto por el polvo y la preocupación.

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Ellos están en el centro de una guerra, a la que unos políticos ineptos les han conducido sin paliar y evaluar las posibles consecuencias. A esto se denomina irresponsabilidad, el peor de los defectos que puede tener un político que se precie.

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