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Reportaje:

De Madrid a Quito en procesión

Las comunidades latinas de Ecuador, Colombia o Perú dan un aspecto mestizo a la Semana Santa de la capital

J. A. Aunión

La de Jesús del Gran Poder es una de las procesiones más importantes de la Semana Santa madrileña. También se llama así la más importante de Quito, la capital de Ecuador. La de Madrid sale en Jueves Santo; la de Quito, en Viernes Santo. Además, la imagen de la procesión ecuatoriana se parece mucho a otra de las que salieron ayer, jueves, en Madrid: la de Jesús Nazareno el Pobre.

Por eso, a pesar de la lluvia que acabó obligando a retrasar dos horas el acto, inicialmente previsto para las 19.00, Angelita Santos, una ecuatoriana de 53 años, esperaba el paso de Jesús el Pobre en la plaza de la Villa desde las 18.30. Lleva seis años viviendo en Madrid y nunca se ha perdido esta procesión. Su hijo Stalin (17 años) y su sobrina Dolores (26) se guarecían junto a ella bajo un paraguas. "Me gustan mucho las procesiones de acá, por su solemnidad", comentaba Angelita.

"En Ecuador existe la creencia de que asistir a las procesiones es una manera de pagar las culpas de todo el año"

La comunidad ecuatoriana, de raíces profundamente católicas, asciende en Madrid a 143.653 personas. Se trata de la mayor comunidad inmigrante de la capital, por lo que no resulta extraño que hayan aportado, con su asistencia masiva, un color latino a las procesiones madrileñas en los últimos años. Los colombianos son la segunda comunidad más grande, con 44.646 habitantes, y los peruanos, la tercera, con 25.536. También es sumamente fácil encontrar a ciudadanos de estos países a cada paso en cualquiera de las tradicionales procesiones. En sus países de origen tienen celebraciones muy parecidas. Mucho, pero con sus peculiaridades.

Luis Eduardo Quinau, ecuatoriano de 30 años, recuerda cómo en las procesiones de Quito todos los balcones de las calles por las que transcurren los pasos de Semana Santa se engalanan para la ocasión. "Aquí sólo lo hacen algunos". Junto a toda su familia -su mujer, Nanci, y sus tres hijos, Daniel, Cristian y Darwin-, se mojaba ayer, muy cerca de la calle de Toledo, a la espera de saber si saldría el paso de Jesús el Pobre. Salió, por fin, dos horas después. "En el fondo, yo creo que el sentimiento es el mismo en todas partes", decía.

"En Ecuador existe la creencia de que asistir a las procesiones es una manera de pagar las culpas de los pecados cometidos durante el año", cuenta Raúl Jiménez, portavoz de la asociación ecuatoriana Rumiñahui.

"Yo soy muy creyente, y los latinoamericanos somos gente muy piadosa", aseguraba la fisioterapeuta de Bogotá (Colombia) Mara Abedaño. Lleva tres años viviendo en Madrid y a la procesión a la que tiene más cariño es a la de Jesús de Medinaceli (que se celebra hoy). En Colombia, el Jueves Santo "se forman grandes colas en las iglesias para besar los pies de la imagen de Cristo

", explicaba, por su parte, Milena, de 47 años. "Procuramos hacer todo lo que tengamos que hacer hasta el miércoles, para no meter ningún ruido a partir del jueves. Mi madre me contaba que, cuando era pequeña, el Domingo de Ramos hacían comida suficiente hasta el domingo siguiente", recordaba con cariño.

Juan Muñoz, de 28 años, nació en Medellín (Colombia). Desde hace seis años vive en Madrid y cada Semana Santa se acerca a la calle de Toledo a ver la salida del Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza. "Es espectacular, me parece precioso". Por eso, esta vez le insistió a su amigo Alejandro Delgado, recién llegado de Colombia, para que le acompañase. Pero, a pesar de su entusiasmo, echa de menos algunos detalles de los actos religiosos de su país. "Allí se saca la imagen de Jesús portando la cruz [vía crucis], y se van representando una a una, con sus correspondientes oraciones, las 14 estaciones del calvario", señalaba con algo de morriña en la expresión de su rostro, aunque el vía crucis también se celebra en Madrid.

En Perú, las procesiones más importantes no son las de Semana Santa, sino la del Señor de los Milagros de San Martín de Porres. En Madrid hay varias hermandades de peruanos que celebran este paso en octubre. Muchas de ellas también se unen, de cualquier modo, a las celebraciones de Pascua. Javier Cuéllar, de 50 años, es uno de los dos peruanos que forman parte de la Cofradía del Silencio del Santísimo Cristo de la Fe, Hermandad de Diego de León, organizadora de la procesión del Silencio, que todos los Viernes Santo, desde hace un siglo, recorre el centro de la capital. Con todo, Javier tuvo tiempo de asistir ayer, esta vez sólo como espectador, a la procesión de Jesús el Pobre.

Potajes y maíz para el viernes

La Semana Santa latina tiene sus propias tradiciones culinarias, condicionadas por la prohición de la doctrina católica de comer carne el Viernes Santo. El clásico potaje de bacalao con garbanzos y verduras, preparado tradicionalmente para la comida de este día, se presenta en diferentes variantes autóctonas en países como Ecuador, Perú y Colombia, cuyas comunidades son las más numerosas entre los inmigrantes que viven en Madrid.

La fanesca es la versión ecuatoriana del potaje. Se trata de un plato de bacalao cocinado con zapallo (calabaza), fríjoles (judías), choclo (mazorca), cebolla y maní (cacahuete).

En Perú preparan para esta festividad una comida muy parecida. La variante en este caso es un potaje con garbanzos -al igual que en España- pero también con arroz. Por supuesto, la base sustancial de esta receta es, una vez más, el irrenunciable bacalao.

Lo que exige la tradición en Colombia es evitar a toda costa la carne de ternera, estando permitida, sin embargo, la de gallina o cerdo. En el caso del pescado, el bacalao se sustituye por el bagre -pez de los ríos americanos cuya carne es amarillenta, sabrosa y con pocas espinas- o el bocachico -un pez de parecidas carácterísticas-, frito o guisado. Si se elige el guisado volvemos al potaje, esta vez con fríjoles.

Otra de las tradiciones culinarias colombianas para estos días es el envuelto de maíz. El miércoles se preparan gran cantidad de ellos, los suficientes para tener hasta el final de la semana. Los ingredientes son maíz -envuelto con un molino y cocinado posteriormente con un aliño de huevo-, mantequilla, queso, azúcar y sal

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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