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Jordania condena a muerte a ocho militantes de Al Qaeda

Ocho supuestos militantes de Al Qaeda fueron condenados ayer a muerte en Jordania, por su implicación en el asesinato en octubre de 2002 de un diplomático de Estados Unidos acreditado en la Embajada de Ammán. El Tribunal de Seguridad del Estado, que dictó la sentencia, condenó asimismo a muerte y en rebeldía a otros seis fugitivos, responsables de la red de Al Qaeda en la región, entre los que se encuentra uno de sus máximos dirigentes, Ahmad Fadheel al Jalaylé, alias Abu Musa Zarqawi.

La sentencia, leída en voz alta por un miembro del tribunal, asegura que los 14 condenados participaron directa o indirectamente en el atentado criminal perpetrado contra el diplomático norteamericano Lawrence Foley, responsable de la oficina de cooperación en su Embajada. Según los magistrados, Foley fue asesinado de varios disparos en la cabeza cuando salía de su casa y se dirigía al trabajo, en una operación destinada a generar el terror en la ciudad.

El asesinato de Foley provocó en su día el pánico entre los diplomáticos occidentales asentados en Ammán, ya que era el primer ataque de estas características que se producía en una capital considerada hasta entonces tranquila y segura. El incidente provocó asimismo una situación delicada en el Palacio Real, aliado incondicional de Washington, y obligó al rey Abdalá II a un gesto inhabitual: pedir disculpas personalmente a Estados Unidos y a acudir a la Embajada a dar el pésame a los compañeros del fallecido.

Los magistrados aseguran en su resolución que el comando había planeado otras acciones terroristas, como atacar el aeropuerto militar de Ammán, que en aquellas fechas, finales del 2002, era utilizado por EE UU para almacenar gran parte del material militar que más tarde utilizaría en la invasión de Irak. A través de este mismo aeropuerto militar de Ammán llegaron meses más tarde los misiles Patriot que sirvieron para proteger Israel.

Los abogados defensores reclamaron en el juicio la absolución de sus clientes, alegando que no existen pruebas de su culpabilidad y que los únicos testimonios inculpatorios eran sus propias declaraciones, conseguidas mediante tortura.

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