Exorcismo
Alguien debería pagarle a Aznar un viaje a Disneyworld, a ver si se encuentra más a gusto entre los siete enanitos, o dando vueltas siderales en una de las tazas de Alicia. Francamente, ahora que había decidido dedicar mis esfuerzos literarios al mundo de la moda y el estilismo, me encuentro con el llorado ex líder hasta en la ensalada. Teniendo la Semana Santa por delante, no sé cómo el buen hombre no se da cuenta de la cantidad de símiles que pone a nuestro alcance. Basta, basta, basta.
Pensemos en la nueva decoración que requiere La Moncloa. Mi consejo es que le demos una tregua al azul. Este bello color, en cualquiera de sus alternativas -el añil Beirut, mi predilecta-, ha recibido tal sobo en los últimos años, que bien merece un descanso, para permitirle retornar en breve a nuestras vidas, completamente libre del acecho de aves rapaces. Aplacemos, pues, el predominio del azul como uno de los colores que pueden envolver la vida diaria de los inminentes -cómo me gusta saborear la palabra: inminentes- inquilinos oficiales de La Moncloa.
Mas, me pregunto, ¿podemos retrasar, e incluso ignorar, el imprescindible exorcismo de las presidenciales estancias?
Velas y vasos de agua a punta pala, como primera y principal medida, en cuanto los otros hayan ahuecado el ala. Y flores blancas. A ser posible margaritas. Son muy graciosas y salen baratas: considerando, además, que necesitamos el dinero público para cumplir con los cambios prometidos.
Como no estamos en la onda de traer a Moncloa a un señor con faldas para que le dé al botafumeiro, no estaría nada mal que doña Sonsoles -cuyas cualidades musicales sin duda satisfarán a la Reina; por fin tendrá nuestra entrañable Soberana alguien con quien hablar de sus aficiones- organizara un recital pequeñito, retransmitido por tierra, mar, aire y, ya sí, Televisión Española. Algo tipo 'Aleluya', del Mesías, de Händel. La música no sólo ofrece consuelo y regocijo a los espíritus sensibles, sino que posee la inestimable propiedad de alejar las sombras de Rebeca y de la Señora Danvers, ustedes me entienden.
(Nota: A propósito de moda, ¿alguien puede decirle a Giorgio Armani que retire el anuncio seudopedófilo de su línea infantil?).
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