"¿Quién quiere hablar de lo que ha ocurrido?"
El colegio Montserrat de Madrid es un ejemplo de cómo han vivido la masacre muchos centros
Cuando aquella mañana del 11-M Antonio Esquivel, profesor de 1º de primaria del colegio Montserrat, entró en el aula, Álvaro y Elena, dos alumnos de seis años, se le acercaron y le contaron que tenían un susto enorme: "En mi casa ha habido un ruido muy grande, muy grande, muy grande esta mañana... se han roto los cristales y mi padre estaba muy preocupado y...".
"Hay muchas sirenas por la calle", "el locutor de la tele estaba muy nervioso y mi papá también", "el tráfico se ha cortado", "hay muchos helicópteros", "mi hermana se ha puesto a llorar", "han muerto 1.000 personas...". Percibían que algo gordo había pasado pero no sabían qué en concreto.
"Sólo cuando decían algo descabellado o exagerado yo les decía: 'Bueno, bueno... eso está por ver'. Pero en estos casos no se puede ocultar el tema. Lo que hay que hacer es reconducir la situación, hablar abiertamente, que cada uno exprese sus sensaciones y la información que tiene. Es la única manera de evitar los fantasmas y, aún así, afloran", señala Esquivel.
Algunos chavales se quitaban la palabra. Otros decían que no era así como habían ocurrido las cosas. Otros decían que sí. Otros añadían datos... y así, entre todos pudieron reconstruir más o menos lo que había pasado aquella mañana.
Todavía no se sabía que Al Qaeda podía estar detrás del atentado y sólo se hablaba de ETA. Y los niños querían saber quién era esta banda terrorista. "¿Qué es ETA?", preguntaban. Esquivel trataba de ser lo más claro posible. "Unos señores que ponen bombas porque están en contra de algunas cosas que pasan en este país. Son como espías...", les decía. "¡Ah, ya lo entiendo!", contestaban.
Después de la tertulia los niños volvieron a su sitio de siempre y se pusieron a dibujar lo que ellos pensaban que había ocurrido. Pintaron aviones bombardeando, ambulancias con enfermos, coches de bomberos con mangueras, policías con sirenas, trenes con bombas...
Al cabo de unos días los chicos tenían más claro qué era lo que había ocurrido, pero desconocían los detalles, como la cifra de fallecidos o la de heridos.
El filtro familiar funcionó. "Se notaba que las familias habían apagado la tele en más de una ocasión", señala Esquivel.
La recomendación había venido también del colegio. La profesora de segundo ciclo de primaria del colegio Arancha Basaba, que también habló ese día con sus alumnos, les aconsejó que cuando regresasen a casa hablasen también con sus padres con el fin de que no se centrasen sólo en las imágenes más impactantes de la televisión. "Los chicos querían contar cómo se habían enterado, preguntar qué había pasado y qué iba a pasar", dice Basaba. "Los niños están expectantes a la reacción de los adultos".
El 11-M Arancha Basaba tenía programada una salida con sus alumnos a la localidad de La Granja, en Segovia, pero el colegio prefirió suspenderla por respeto a las víctimas y por la propia seguridad de los estudiantes.
Cuando la profesora de tercer ciclo (con niños de 10 y ll años), Avelina Gómez, llegó a su aula se encontró un panorama desconocido: los alumnos estaban conmovidos, en silencio, muy impactados. Sus recomendaciones se han dirigido a evitar la violencia. "Seguro que las personas que han cometido este atentado eran de pequeños violentos, por eso tenemos que evitar la violencia entre nosotros", les dijo.
Y no sólo ese día. Avelina Gómez insiste siempre a sus estudiantes que cuando unos niños se pelean están reproduciendo a menor escala lo que ocurre en muchas partes del mundo donde están en guerra. "Tienen que darse cuenta de que conseguir la paz significa conseguirla en el mundo entero, pero también en nuestra vida cotidiana", señala.
Y asegura que estos días ha notado mucha más sensibilidad entre sus alumnos. "Se nota que quieren resolver sus problemas dialogando", señala. Días más tarde sus alumnos escribieron redacciones en las que decían cosas como éstas: "Cuando se muere alguien nos entristecemos todos", o "hay cosas tristes, pero ésta se lleva todas las papeletas", o "no tengo la culpa, pero todos tenemos la culpa", o "si una vida se pierde se pierden todas".
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