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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Temor en el transporte público

Viajeros vigilan a viajeros

Un recorrido por las estaciones de Madrid muestra que no hay más vigilancia, pero sí más miedo entre los pasajeros

Días después del atentado del 11 de marzo, María, usuaria habitual del metro de Madrid, viajaba por una de sus líneas. Al llegar a una estación, cuatro jóvenes que estaban sentados se levantaron y salieron del vagón. Ella se dirigió a ocupar uno de los asientos, cuando advirtió que habían dejado detrás una bolsa de deporte. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, pero, antes de que dijera nada, otro pasajero se le adelantó y les gritó a los que se marchaban: "¡Eh, que os dejáis la bolsa¡". "No es nuestra", le respondieron los jóvenes. En ese momento, María, el hombre que había gritado y algún viajero más se bajaron del vagón. "Iba directa al telefonillo a avisar a los de seguridad, cuando vi que un hombre, desde el otro lado del vagón y bastante más lejos de los asientos se acercaba y recogía la bolsa", cuenta ella.

Todavía hay mucha sensación de inseguridad entre los usuarios del transporte urbano

La psicosis de María y el resto de pasajeros no es una escena aislada estos días en Madrid. Todavía hay mucha sensación de inseguridad entre los viajeros del transporte urbano de la capital -metro, autobuses y trenes- cuando han pasado dos semanas de las explosiones que se cobraron 190 vidas en los trenes de Cercanías.

Así lo confirmaba ayer, en la estación de Atocha, uno de los guardas jurados que vigilaban los andenes. "La gente todavía está muy asustada", dijo, tras explicar que se ha aumentado el número de vigilantes: hay al menos uno por andén.

Ésta era, al menos, la intención de Renfe, según avanzó el pasado miércoles una portavoz de la compañía, que no concretó en cuántos efectivos se iba a ampliar el dispositivo. Pero aseguró que va a aumentar la coordinación con las fuerzas de seguridad dentro del Plan que se ha puesto en marcha.

Se refiere al Plan Integral de Seguridad, que coordina el Ministerio del Interior y que, según informó un portavoz, tiene previsto incrementar la presencia de agentes en algunos lugares pero de forma puntual. De hecho, continuó, se ha barajado la posibilidad de utilizar al Ejército. La intención es que se dé prioridad, no tanto a "una presencia policial visible, sino a la investigación y la prevención". Esta forma de actuar supone un cambio radical frente a lo que proclamaba el Plan Policía 2000, que insistía en la visibilidad de los agentes en las calles, hasta el punto de conocerse como policía de proximidad o policía de barrio.

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Las medidas concretas que se han llevado a cabo dentro de ese plan han consistido en instalar "varios escáneres" en aeropuertos y puertos, así como mantener los 100.000 efectivos movilizados a la capital para reforzar la vigilancia durante las elecciones. Especialmente se ha intensificado, según el mismo portavoz, el control en centros de comunicación y centrales nucleares.

Aída, una señora que prefería no dar su apellido y que viajó ayer temprano a Madrid desde San Fernando para rezar en la iglesia del Cristo de Medinaceli, tenía claro que no se trata sólo de poner más agentes. "Debería haber algún detector que, sin llamar la atención, pudiera ver si se llevan explosivos o algo peligroso". Era el primer día que tomaba el tren desde el atentado y había observado un cambio de actitud en los viajeros: "Me han dicho que han puesto más vigilantes, pero también los viajeros tenemos más cuidado con los paquetes y las bolsas. Vamos todos vigilando a los demás".

Esto es, de hecho, lo que se le pide a los usuarios de metro de París y Londres, donde se han lanzado campañas de seguridad, en las que se avisa por megafonía a los pasajeros que vigilen el equipaje que consideren sospechoso.

Más tranquilidad se respiraba la noche anterior en el intercambiador de Avenida de América, donde hay una estación de metro y otra de autobuses de largo recorrido y de autocares interregionales. Los viajeros y personal del centro consultados se mostraban más conformes con el despliegue de agentes. Más que porque haya más guardas jurados -que no han aumentado en número, según explicó uno de los que trabajaban esa tarde-, porque la Policía Nacional se pasea con frecuencia por los andenes.

"Bajan de la calle y se dan una vuelta por aquí. Se fijan más en lo que contienen las papeleras y en las mochilas de la gente", explicó Rebeca, que atendía la Oficina de Atención al Cliente.

Guadalupe, que esperaba el autobús de Alcalá de Henares, también lo había notado. "Vengo todos los días y esta mañana había un furgón de policía aquí dentro. Es la primera vez que lo veo". Ella también cree que, sobre todo, lo que han cambiado son los viajeros. "La gente tiene miedo. Yo he notado un cambio de actitud. En la manera de pasar por tu lado, de mirarte...".

Porque la seguridad no es precisamente el sentimiento más generalizado. "Es que, como lo pienses, no vienes", decía en la misma estación de autobuses uno de los conductores, que, sin embargo, aceptaba que se notaba más la presencia policial, aunque eso no lo tranquilice.

La situación de la estación Sur de autobuses era diferente. Ayer por la mañana sólo había dos guardias jurados que se paseaban por las dársenas y por la zona comercial. De hecho, personal de la estación comentó que el único plan de emergencia que existe es el de obligado cumplimiento para todos los edificios públicos. "A raíz de este atentado, se ha comentado que se debería hacer algo, pero no se ha hecho", indicó la misma persona.

Marga, una viajera que esperaba tomar un autobús ayer al mediodía y que había llegado a la estación Sur desde Getafe, tras tomar el tren y el metro, se mostraba indignada porque en ninguno de los tres transportes había notado más medidas de seguridad. "En estos autobuses, abren el maletero y se van metiendo bolsas sin control. Ni los conductores saben lo que llevan dentro. Antes te ponían una etiqueta a las bolsas, pero ahora como no se hacen responsables del equipaje, ya no lo hacen. Nos meten una bomba en el maletero y no se entera nadie".

La misma señora explicaba que se le había acercado un joven a pedirle dinero para el billete. "Me ha dado miedo, pero si hubiera más agentes, me sentiría más protegida y a lo mejor se lo hubiera dado". Se quejaba también de que hubiera más extranjeros. "Como me da miedo, hoy he contado siete personas, que yo digo de las nuestras, y el resto eran de otras razas, que aquí no sabes si estás en Madrid o en China. Hay gente buena y mala, como en todas partes, pero viajas con miedo".

Su opinión es que la preocupación por la seguridad ha sido efímera. "Los primeros días sí había vigilantes en el tren, pero ya no están".

Un vigilante privado de Renfe vigila uno de los andenes de la estación de Atocha de Madrid.
Un vigilante privado de Renfe vigila uno de los andenes de la estación de Atocha de Madrid.LUIS MAGÁN

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