Amortiguar la desgracia
Un taller enseña a sanitarios a transmitir malas noticias sin que pacientes o familiares pierdan la esperanza
Un fragmento de la película de Isabel Coixet Mi vida sin mí sirve para poner en situación a 50 alumnos del taller Aprende a comunicar malas noticias. Están en un aula del departamento de Psiquiatría y Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. Se apagan las luces y aparece una sala de espera.
Ann tiene 23 años, dos hijas, un marido en paro y un trabajo como limpiadora nocturna en una universidad. Está sentada al lado de un médico que trata de decirle que le quedan tres meses de vida. Alumnos de Psicología, Enfermería y Medicina presencian la escena. Saben que tarde o temprano tendrán que enfrentarse a situaciones similares y quieren aprender a afrontarlas lo mejor posible.
La existencia de Ann ha cambiado completamente tras un reconocimiento médico. En la vida real, pasa lo mismo. María Jesús Matas y Concha Fernández, médicos de la Sociedad Andaluza de Medicina Familiar y Comunitaria, lo rubrican. Vienen de pasar consulta de los centros de salud de Málaga en los que trabajan y esta tarde aportan su experiencia a los alumnos del taller.
En la pantalla, el médico confiesa que es incapaz de dar malas noticias mirando a los ojos.
Para compensar, ofrece a la paciente un café. Ella quiere un caramelo. "La empatía y la solidaridad emocional son muy importantes", comentan las monitoras, "hay que dar lugar a la esperanza y dejar que expresen sus dudas".
Ha terminado la proyección y los alumnos comentan sus impresiones. Coinciden en la importancia de mantener en todo momento la mirada. "A mí me ha gustado el detalle del caramelo. Rompe la parte amarga", aporta una de las asistentes. "Hemos puesto el vídeo para que veáis lo difícil que es dar una mala noticia", explican.
El siguiente paso es un juego. Clara Jiménez, una de las alumnas, describe una figura de espaldas al auditorio. No admite preguntas. Después se coloca de frente y repite la operación. Esta vez respondiendo a las dudas de sus compañeros. "¿Qué situación es más cómoda?", preguntan desde el estrado. Los alumnos coinciden en que la segunda les permitía certificar que estaban entendiendo bien la explicación. "Se trataba de comprobar la bidireccionalidad", explican después. "A pesar de las reticencias, tenemos que acostumbrarnos a que el paciente pregunte. Es muy útil porque evita malentendidos".
Continúan con una dramatización: "El padre de un amigo está muy grave y tenéis que llamarle para que regrese de sus vacaciones en la India". Los alumnos, divididos en grupos,preparan la representación. Alex García hará de amigo y N´gonemon Mossoisi de hijo del enfermo. En la práctica, Alex trata de dejar que se imagine la gravedad sin dar demasiados detalles y el amigo ficticio decide interrumpir sus vacaciones y regresar.
"Es muy importante dar las noticias de forma escalonada", dicen las profesoras. "Se ha comprobado que la aclimatación funciona. Se puede digerir en varias horas lo que no se asimila en cinco minutos", explican. El supuesto era un caso real que le sucedió a Concha Fernández. "Mi amiga, que era médico, me preguntó si le estaba haciendo la técnica de la aclimatación. No supe qué decirle... Con el tiempo, me agradeció que le diera la noticia poco a poco. Hizo la vuelta mucho más tranquila", recuerda.
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