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ACUSACIONES DEL GOBIERNO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tres días de marzo

Las contradicciones en la información del Gobierno sobre el 11-M

JUEVES, 11

A las 7.52 del pasado 11 de marzo, Iñaki Gabilondo interrumpió el normal desarrollo del programa que dirige en la SER para anunciar que había habido una explosión en la estación de Atocha, en las vías del AVE. Se desconocían otros detalles, pero enseguida las fuentes indicaron que, por lo menos, algunas personas habían resultado heridas. Millones de familias españolas se enteraron así, a través de la radio, de las primeras noticias sobre el monstruoso atentado que costó la vida a casi dos centenares de personas. La interrogante surgió muy pronto. ¿Sería ETA o los fundamentalistas islámicos quienes estaban detrás de semejante salvajada?

La duda era lógica. La organización terrorista vasca viene actuando en España desde hace más de tres décadas, había amenazado con hacer algo sonado en Madrid antes de las elecciones legislativas, previstas para el domingo día 14, y la policía había desarticulado un par de comandos, con abundante material explosivo, que planeaban atentar contra estaciones de ferrocarril o medios de transporte en la capital. Por otra parte, Al Qaeda, y Bin Laden en persona, habían señalado ya públicamente a nuestro país como objetivo de su fanatismo terrorista, y la extensión de la amenaza del integrismo islámico era conocida de todos gracias a los constantes avisos de Washington y tras los crueles atentados de Bali y Estambul.

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Los ataques a la Casa de España en Casablanca eran, además, un indicio a añadir al hecho de que nuestro país se encontraba entre los objetivos designados por Al Qaeda. Al fin y al cabo, gran parte de la conspiración previa a la agresión contra las Torres Gemelas se había fraguado en España, de donde partieron algunos de los pilotos suicidas del 11-S. En los últimos meses, los jueces y la policía española habían desarticulado y encarcelado diversas células de apoyo a la organización terrorista islámica y la coincidencia de fechas (11-S y 11-M), que a muchos no pasó inadvertida, abonaba las sospechas de quienes se inclinaban por atribuir la autoría al fundamentalismo.

A las 8.30, informes oficiales hablaban de que podía haber 15 o 20 muertos, y el lehendakari Juan José Ibarretxe citó para una conferencia de prensa, a las 9.30 en punto. El jefe del Gobierno vasco debía estar más preocupado que otros por lo que había sucedido en Madrid. Durante la campaña electoral, que tocaba a su fin, el Partido Popular se había empleado a fondo contra el líder independentista catalán Josep Lluís Carod-Rovira, por sus contactos con la banda terrorista etarra a principios de año. Después de esas conversaciones, ETA había declarado unilateralmente una tregua para Cataluña, con lo que la imagen encapuchada de dos etarras, haciendo una declaración al respecto, inundó los medios de comunicación españoles y fue reiterada hasta la saciedad en la televisión del Estado. El Gobierno de Madrid veía en todo aquello, sin duda, una ocasión para deslegitimar al recién creado Gobierno tripartito de Cataluña, del que forma parte Esquerra Republicana, el partido de Carod. La ministra de Administraciones Públicas llegó a acusar de asesinos a los seguidores de éste, aunque luego disculpó su calumnia como un lapsus. Por si todo esto fuera poco, a la semana siguiente debía comenzar a discutir el Parlamento vasco el famoso plan Ibarretxe, que enfatiza las tendencias independentistas del PNV y ha sido recurrido ante el Tribunal Constitucional por el Gobierno de Madrid. Era absolutamente previsible que un atentado de las características del de Atocha haría crecer el climax antinacionalista y la crispación que los hombres de Aznar se habían encargado de generar en torno al caso, por lo que el lehendakari se apresuró a salir a la tribuna -fue el primer gobernante en hacerlo- a fin de condenar sin tapujos el atentado, que atribuyó inequívocamente a ETA.

Mientras Ibarretxe hablaba a la opinión pública, en las redacciones de los periódicos se barajaba ya una cifra cercana a los 100 muertos como consecuencia de las bombas, y la gente comenzó a comprender que nos hallábamos ante un atentado de características nunca antes vistas en Europa. Si la responsable era ETA, no cabía duda de que se trataba de un salto cualitativo en su estrategia, con una trascendencia inimaginable. Pero el lehendakari no podía saber tampoco que, poco después de terminada su intervención, una dotación policial iba a encontrar en Alcalá de Henares una furgoneta robada, que mantenía sus placas originales, y en la que se hallaban numerosos indicios de que el atentado no había sido cometido por los etarras y sí, en cambio, podía ser responsabilidad de islamistas fanáticos.

Pese a la inicial atribución a ETA por parte del Gobierno vasco, las interrogantes sobre quién o quienes habían instalado las bombas comenzaron a crecer a lo largo de la mañana. Un alto responsable de PRISA asistió a un desayuno de trabajo, que terminó hacia las diez, en una importante institución financiera, y allí ya se analizó la posible autoría islamista, más creíble a medida que se conocían detalles del atentado y sus consecuencias. Antes de las doce del mediodía, en la dirección del grupo se recibieron llamadas de un periódico de Beirut, de varios diarios europeos y de una revista americana, y en todos se interesaban por idéntica eventualidad. Nadie que tenga dos dedos de frente, para utilizar una expresión empleada por Aznar, puede imaginar que en Moncloa y en el Ministerio del Interior no se contemplaran estas hipótesis, cuando la gente normal no hablaba de otra cosa, pero cabe admitir que la obsesión personal del presidente del Gobierno, que no cesa de presentarse a sí mismo como un superviviente del terrorismo etarra, le impidiera hacerlo. También es probable que algunos altos mandos de la policía y los servicios de inteligencia, subsidiarios de ese enfoque unilateral de la amenaza terrorista, indujeran al error. Sin embargo, en la sede del PP en la calle Génova, uno de los consejeros electorales que ayudaba en su campaña a Mariano Rajoy, Pedro Arriola, se hizo la misma pregunta, ¿ETA o Al Qaeda? Aunque no puede decirse que Arriola sea un experto en la materia, se trata de un hombre de la confianza personal de José María Aznar, hasta el punto de que negoció con la banda terrorista en representación de su Gobierno, cuando este creyó que una tregua decretada unilateralmente por aquella podría acabar, al estilo irlandés, con su rendición. ¿ETA o Al Qaeda? ¿Y qué impacto tendría un hecho tan monstruoso en las elecciones del domingo siguiente? Arriola hizo algunas llamadas telefónicas, comentó el caso con otros colegas, amigos y miembros del partido. Las conclusiones de ellos eran fruto exclusivo del sentido común: los atentados, en principio, supondrían una movilización del voto cuando las encuestas anunciaban un empate técnico entre los dos grandes partidos. Si era ETA la responsable, resultaba más que posible una concentración de electores en torno al Gobierno, cuando menos por instinto de seguridad de los votantes, y quizás veríamos volcarse las urnas a favor del PP. Pero si era Al Qaeda, los ciudadanos relacionarían las bombas con la participación de España en la invasión de Irak, y las consecuencias electorales podrían ser distintas, impredecibles en cualquier caso.

A media mañana, Arnaldo Otegi, representante de la ilegal Batasuna, compareció ante la prensa para negar que ETA tuviera relación con el atentado. Su mentís fue despreciado por el Gobierno, alegando que Batasuna es una organización terrorista y que sus palabras no merecían crédito. Todavía hoy nadie ha explicado por qué gozaban de credibilidad para el Ejecutivo los anuncios hechos por dos encapuchados sobre la tregua en Cataluña y no, en cambio, las declaraciones de alguien del mismo entorno que, cuando menos, daba la cara. La lógica hacía sospechar que, siendo Otegi un representante informal de ETA, nunca se atrevería a hacer una aseveración como la citada sin recabar antes seguridades de que los terroristas no habrían de desdecirle. El caso es que a la 13.30 el ministro del Interior compareció ante la prensa y dijo enfáticamente: "ETA buscaba una masacre en España... en esta ocasión ha conseguido su objetivo". El ministro estuvo rotundo y, como San Pedro, negó por tres veces la existencia de cualquier otra alternativa: "...las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no tienen ninguna duda de que el responsable es ETA. Estamos asistiendo a un proceso de intoxicación que ha iniciado el señor Otegi de manera miserable para desviar la atención. No tenemos duda de que es una estrategia miserable, como todo lo que hace ETA y quienes le apoyan. No tenemos ninguna duda".

Sin embargo, alguien de entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado debía albergar en su cerebro, siquiera, una pequeña interrogante. Al rato de hablar el ministro, la furgoneta Renault Kangoo encontrada esa misma mañana fue transportada a dependencias policiales. Para entonces ya se habían realizado dos inspecciones oculares del vehículo y, sobre las tres de la tarde, se comprobó que tenía en su interior una cinta con versículos del Corán, ropas diversas, restos de explosivos y un puñado de detonadores de fabricación española. No se podía asegurar aún que la furgoneta tuviera relación con el atentado, pero la policía sabía que nunca ETA había utilizado detonadores de fabricación española, que nunca había dejado de cambiar las matrículas de un automóvil robado y, sobre todo, que habitualmente los etarras colocan en los coches que utilizan bombas trampa para borrar todo rastro. De modo que es comprensible que, poco después de las doce del mediodía, los policías que acompañaban a comisaría a un testigo que decía haber visto a los ocupantes de la furgoneta, le comentaran que el atentado no parecía obra de ETA. No obstante, a las 13.15 portavoces del Ministerio del Interior difundieron que el explosivo empleado era dinamita Titadyne, habitualmente utilizado por ETA. La agencia Efe transmitió a las 14.41 un cable en el mismo sentido.

Como algunas comprobaciones finales sobre las pruebas encontradas no se obtuvieron hasta las 15.30, es posible que en el momento de su comparecencia el ministro del Interior no hubiera recibido aún ninguna de dichas informaciones, pese a haber transcurrido cuatro horas desde el hallazgo del vehículo. Este es un punto que el ministro y sus colaboradores deberían aclarar, porque resulta crucial para juzgar su eficacia al frente del departamento. Por lo que fuera, Acebes no se cubrió en absoluto pese a que, en el momento de su primera rueda de prensa, no tenía ni una sola prueba material de la autoría de ETA, contaba por el contrario con un mentís de Otegi, y en alguna dependencia policial comenzaban a acumularse pruebas indiciarias de la participación islámica. Su declaración se basó en creencias o deducciones, pero descalificó además cualquier otra lógica que no fuera la suya.

Al poco de salir el ministro en televisión, compareció el presidente del Gobierno. En su alocución no citó textualmente a ETA pero aludió repetidas veces a la banda, y convocó personalmente a una manifestación gigantesca, para el viernes siguiente, en solidaridad con las víctimas y en defensa de la Constitución. Esta parte del eslogan remitía inequívocamente al conflicto vasco y desde luego, no tenía ningún sentido si se trataba de protestar contra Al Qaeda. Por lo demás, Arriola asegura que no habló con Aznar durante la mañana del jueves, pero es improbable que no hubiera alguien que informara al presidente del Gobierno de los análisis que expertos electorales habían transmitido al partido. Aznar, por su parte, había ya telefoneado al Rey y a los principales líderes de la oposición, a los que comunicó su decisión autónoma de convocar la manifestación dejando al margen a las fuerzas políticas. La pancarta, la hora y el itinerario de la marcha fueron decididas unilateralmente por el Gobierno que, junto a los esfuerzos en la investigación del crimen, volcaba otros no pequeños en organizar tamaña demostración. De todas maneras, parecía extraño que tras la rotundidad de Acebes, el propio Aznar no hubiera mentado ni una sola vez a ETA por su nombre, máxime cuando minutos antes de la aparición del ministro del Interior, el presidente del Gobierno había telefoneado a los directores de los principales periódicos: "Ha sido ETA con total seguridad", dijo. Era la primera vez en ocho años que José María Aznar daba personalmente, y de forma espontánea, una noticia al director de EL PAÍS. Después de tan firme aseveración, se retrasó la edición especial del periódico, cuyo titular rezaba "Matanza terrorista en Madrid", para sustituirlo por otro: "Matanza de ETA en Madrid". Unos 80.000 ejemplares del diario de mayor circulación y más influyente de España transmitieron así el mensaje equivocado. El presidente del Gobierno en persona se encargó de que eso sucediera, pese a no tener a mano ninguna prueba de lo que decía. Funcionarios de la Moncloa se dedicaron luego a hacer llamadas similares a los corresponsales extranjeros acreditados en Madrid, y a varios se les aseguró de nuevo que el explosivo empleado en la matanza era dinamita Titadyne. Nadie, en ninguna parte, tenía en su poder nada que pudiera atestiguar la veracidad de esa información. [En nombre del presidente, el Gobierno ha remitido a El PAÍS y a la cadena SER una insólita carta de rectificación, sugiriendo que en realidad quien miente es el director de este periódico, cuando explica cómo y por qué se cambiaron los titulares de primera página de la edición especial. Existen decenas de personas y numerosas pruebas técnicas que pueden atestiguar en contra de las nuevas aseveraciones oficiales, que arrojan mayores sospechas sobre el proceder gubernamental durante la crisis].

HABLA EL REY

Unas 12 horas después del atentado, el Gobierno había comparecido ante la opinión pública en dos ocasiones, a la 13.30 el ministro del Interior y, poco después, el presidente Aznar. Pese a que no contaban con ninguna evidencia al respecto, su mensaje era inequívoco, había sido ETA. El embajador español en la ONU solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad para aprobar una resolución de condena que incluyera a la banda terrorista. Así sucedió. Sobre las cinco de la tarde, la ministra de Asuntos Exteriores envió un telegrama a todas las embajadas dando instrucciones para que insistieran en ello, descartando otras hipótesis y argumentando que el explosivo empleado y el modo de operar eran los utilizados habitualmente por ETA.

La monstruosidad del atentado había sobrecogido a la opinión pública mundial y las televisiones transmitían desde Madrid, minuto a minuto, los acontecimientos. Poco después de las ocho de la tarde, la CNN Internacional interrumpió sus emisiones para emitir un mensaje de don Juan Carlos. Efectivamente, salió el Rey y pronunció un parlamento, traducido al inglés de manera simultánea. Sin embargo, a esa misma hora, quien aparecía en las televisiones españolas era, de nuevo, el ministro Acebes. Ni rastro de la declaración del monarca. El responsable máximo de la policía continuaba igual de rotundo ("...es dinamita. La habitual de ETA"), pero reconocía que se había requisado un vehículo con una cinta magnetofónica que contenía versículos del Corán. "La cinta no tiene ninguna amenaza, se puede encontrar en distintos sitios... Ha habido muchos interesados en tratar de generar confusión y decir que esto no había sido ETA... La línea prioritaria sigue siendo la de la banda ETA, pero acabo de dar instrucciones para que no se descarte ninguna y se abran todas las vías de investigación". Sólo después de que el ministro terminara apareció la imagen de don Juan Carlos en las televisiones españolas, un cuarto de hora más tarde que en las del extranjero. Nadie ha explicado oficialmente hasta ahora semejante irregularidad, pero se sabe que el monarca pidió que, antes de su declaración, el Gobierno compareciera en público para dar a conocer que existían otras líneas de investigación diferentes a las que se habían anunciado a mediodía. Mientras Acebes lo hacía así, el ex rey Constantino de Grecia telefoneó a su cuñado para felicitarle por lo bien que había estado en la CNN. Sorpresa general en la Zarzuela, ante tanta anticipación por parte de la televisión americana.

A la hora de esta segunda comparecencia del ministro, la tesis de la responsabilidad islámica se extendía ya como un reguero de pólvora por los medios de comunicación de todo el mundo. A las 21.30, un grupo radical islámico reivindicó el atentado en un mensaje electrónico enviado a un diario árabe de Londres. Expertos británicos dijeron que no les ofrecía mucha fiabilidad. Sin embargo, a esa misma hora numerosos responsables policiales y de los servicios de inteligencia, españoles y extranjeros, y también jueces que habían inspeccionado el lugar de los hechos, transmitían su impresión de que nos hallábamos ante un atentado de los fundamentalistas islámicos.

Un magistrado comentó, además, que en zonas vecinas al escenario de los hechos se habían llevado a cabo, no hacía mucho, detenciones de presuntos sospechosos de colaborar con Al Qaeda. Otras fuentes policiales hablaron de la posibilidad de la existencia de un terrorista suicida o de que a alguno le hubiera estallado la bomba que llevaba. La SER dio la noticia, añadiendo que tanto el Ministerio del Interior como fuentes judiciales lo negaban. Forenses israelíes, experimentados en ese tipo de hechos, ofrecieron su colaboración para la identificación de los cuerpos, pero fue rechazada. EL PAÍS publicó en su edición del martes, día 16, que los forenses mantenían esas sospechas cinco días después del atentado, ante la aparición entre los restos humanos de una columna vertebral totalmente descarnada, lo que hacía suponer una extrema proximidad al explosivo por parte de la persona afectada. Esta historia del suicida, de quien un locutor de la radio episcopal llegó a comentar que a lo mejor era un becario de la propia SER, ha servido más tarde para tratar de desprestigiar, desde el Gobierno y con la colaboración de columnistas complacientes, a la cadena de radio del grupo PRISA. Fuera como fuera, la identificación de los cuerpos era tan dificultosa o se hizo en condiciones tan poco adecuadas que, dos semanas después de la masacre, fue rebajado el número oficial de víctimas, habida cuenta de que muchos de los despojos humanos con los que se trabajó pertenecían, quizás, a miembros amputados de los heridos. Varias personas siguen desaparecidas, por lo que quedan incógnitas todavía sin despejar.

A medianoche del día de los atentados, Batasuna había dicho que no había sido ETA, existía una reivindicación islámica, la policía tenía restos de explosivo y unos detonadores de características diferentes a los que la banda utiliza, le había enseñado al testigo que vio a los ocupantes de la furgoneta fotografías de ciudadanos árabes, por si los identificaba, y tenía en su poder una cinta magnetofónica con versos del Corán.

Por si fuera poco, esa tarde la policía ya había recogido una bolsa con una bomba sin explotar, que podía aportar importante información sobre los autores de la matanza. Nada de eso parecía suficiente para el Gobierno, cuyo portavoz declaró a las doce de la noche a Televisión Española que la pista principal conducía a ETA, y cuya ministra de Asuntos Exteriores dijo a la BBC que la responsabilidad más probable era la de ETA. Los representantes del PSOE que habían atribuido la autoría a los etarras, los dirigentes del PNV, quienes se dejaron arrastrar por la primera impresión del momento, reconocían mientras tanto su error.

VIERNES, 12

A las siete de la mañana del día siguiente, viernes, 12 de marzo, Iñaki Gabilondo informó en la SER sobre la doble vía abierta en la investigación, lamentando que media España "parece estar deseando que sea ETA y otra media Al Qaeda". Los comentarios de todas las tertulias se referían a la eventual influencia del atentado en los resultados electorales. La SER añadió que durante la madrugada se había desactivado una bomba, encontrada en una bolsa de deportes entre los restos de un vagón; la bolsa había sido llevada, junto con otros equipajes, a la comisaría de Vallecas, donde fue descubierta por casualidad. Los especialistas pudieron confirmar que el explosivo del artefacto no era el que ETA utiliza habitualmente y el detonador, de fabricación española, resultaba idéntico a los hallados en la furgoneta. A media mañana el presidente del Gobierno en persona dio cuenta de la reunión del Consejo de Ministros e informó sobre el atentado. Rebatió las acusaciones procedentes del partido socialista en el sentido de que el Gobierno no estaba dando toda la información que tenía. Insistió en que "no concede ni concederá ningún crédito a las declaraciones de portavoces de organizaciones ilegales que exculpan o hablan en nombre de una organización terrorista", e hizo otra vez un llamamiento a los ciudadanos para que acudieran masivamente a la manifestación. Preguntado por los periodistas sobre qué línea de investigación barajaba con mayor fuerza el Gobierno, de acuerdo con los datos en poder de las fuerzas de seguridad, espetó: "¿Es que alguien piensa que un Gobierno con dos dedos de frente en España, después de 30 años de terrorismo, ante un atentado como el de ayer, no tiene que pensar lógicamente, razonablemente, que puede ser esa banda su autora? Esa organización terrorista está hecha para matar y mata todo lo que puede. Es lo que hace y a veces lo consigue... Esa es una línea de investigación que cualquier Gobierno de España que no haya perdido la cabeza tiene que seguir y que nosotros seguimos. Naturalmente, si hay otras hipótesis, también las vamos a seguir". Y más tarde dijo: "No me pida usted, por favor, que yo juegue a las quinielas. No voy a jugar a las quinielas. Yo no evalúo quién tiene posibilidad. Nosotros jugamos sobre hechos determinados, sobre hechos constatados". No existía en ese momento ningún hecho constatado, ninguna prueba material, que apoyara la tesis de la autoría etarra, y sí muchas otras que indicaban lo contrario, pero el ministro del Interior volvió a salir en la televisión a la una de la tarde para insistir en que la principal vía de investigación seguía siendo ETA. A media tarde, el ministro repitió rueda de prensa, sobre las 18.30, en la que dio noticia de la bomba hallada en Vallecas y dijo que todavía no se habían traducido los versos del Corán contenidos en la cinta de la furgoneta. El día anterior, no obstante, había asegurado que no había en ellos ningún tipo de amenaza. Dos semanas después, nadie ha hecho público el contenido de dichos versos. Poco antes de esta comparecencia de Acebes, ETA había llamado al diario Gara y a Euskal Telebista para rechazar cualquier responsabilidad sobre el atentado. La televisión autónoma vasca tardó poco tiempo en confirmar la autenticidad del comunicado como procedente de un portavoz de la banda.

A las siete de la tarde comenzó la manifestación de Madrid. En esta, como en la de Barcelona, el presidente del Gobierno y los ministros fueron increpados por algunos ciudadanos que les interrogaban, a veces airadamente, por la autoría de los hechos. En muchos sectores cundía la sospecha de que el Gobierno manipulaba la información, igual que en una primera instancia parecía haberse querido apropiar de las manifestaciones populares que había convocado.

Por la noche, la práctica totalidad de los servicios de inteligencia europeos consideraban ya que la única pista buena era la islámica. Pero el Ejecutivo seguía insistiendo en que, para él, la línea prioritaria era la de ETA. No contaba con un solo indicio que pudiera avalarla.

SÁBADO, 13

El sábado, víspera de las elecciones y día de reflexión, en una entrevista publicada en la primera página del diario El Mundo, 48 horas después del hallazgo de la furgoneta con los detonadores, la cinta en árabe y los restos de un explosivo que no era el utilizado por los terroristas vascos, el candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, confesaba: "Tengo la convicción moral de que ha sido ETA". Nuevamente se trataba de deducciones, convicciones o corazonadas, frente al rigor del trabajo policial y la sensatez del análisis político. EL PAÍS publicó también ese día unas declaraciones de Rajoy. En la jornada de reflexión está prohibido que los candidatos pidan el voto, por lo que los dirigentes socialistas evaluaron la posibilidad de elevar una queja por esta vulneración de las normas. Los periódicos podrían, sin embargo, explicar que lo excepcional de las circunstancias justificaba la alteración en las fechas de publicación de la entrevista con el candidato. Por lo demás, a esa hora, los últimos sondeos apuntaban ya a una mejora considerable del PSOE en las elecciones, y les pareció superfluo hacer ruido por un tema así.

A mediodía, el ministro Acebes, cumpliendo con el deber de transparencia que el Gobierno se había impuesto a sí mismo, aseguró que ningún responsable de las fuerzas de seguridad le había dicho aún que las investigaciones se estuvieran centrando ya en Al Qaeda. El ministro debía ser, entonces, el único al que no se lo comunicaron porque, apenas hora y media más tarde de que pronunciara estas palabras, se produjeron las primeras detenciones en relación con los atentados: tres marroquíes y dos indios, algunos de ellos ya incursos en un sumario abierto por el juez Garzón. Al mismo tiempo, Miguel Platón, director de la agencia oficial Efe, ordenaba la transmisión de un telegrama noticioso: "Las pistas apuntan a ETA y descartan a Al Qaeda".

Previamente, el telediario de las tres de la tarde había sostenido la hipótesis etarra y centrado las imágenes de las manifestaciones del viernes en las pancartas contra ETA. De modo que, mientras sospechosos de colaborar con el fundamentalismo islámico entraban en comisaría, la televisión del Gobierno, la agencia del Gobierno y los ministros del Gobierno seguían asegurando que era ETA la responsable de los atentados.

A las 18.30, la cadena SER informó que cientos de ciudadanos, convocados a través de teléfonos móviles y mensajes en Internet, se estaban manifestando, desde tres cuartos de hora antes, frente a la sede del PP en Génova. La cadena noticiosa de televisión CNN+ envió cámaras para cubrir el evento en directo. Las imágenes fueron transmitidas también por CNN Internacional y otras televisiones europeas y americanas. La COPE informó igualmente de esas manifestaciones, interrumpiendo su programación deportiva. A las siete de la tarde, un ministro del Gobierno telefoneó de forma institucional, y también en nombre del candidato del Partido Popular, a un alto responsable del Grupo PRISA para protestar porque la SER y CNN+ estaban, a su juicio, "llenando las calles de manifestantes". Dijo, además, tener pruebas de que las concentraciones ilegales se habían convocado desde teléfonos del PSOE. Varias encuestas electorales anunciaban ya una posible victoria socialista para el día siguiente, aunque por estrecho margen, y en PRISA se atribuyó esa llamada al nerviosismo que probablemente había hecho presa en las filas del Partido Popular. Este reclamó una reunión de la Junta Electoral Central para que se pronunciara sobre las manifestaciones, al tiempo que Rajoy comparecía en público a fin de denunciar la ilegalidad de las mismas y de advertir sobre las eventuales consecuencias para aquellos que las hubieran instigado. Fue contestado de inmediato por Alfredo Pérez Rubalcaba, que pidió para los españoles "un Gobierno que no les mienta" e hizo uso del derecho de dúplica el ministro portavoz, Eduardo Zaplana, quien, siempre ante las cámaras de televisión, rechazó las acusaciones del dirigente socialista. En medio del guirigay, corrió el rumor de que el Gobierno se podía estar planteando un aplazamiento de las elecciones. No existe ningún indicio fiable de que eso fuera así, pero al menos pudo estar en la cabeza de alguien porque el propio diario El Mundo, en un editorial publicado el mismo día de los comicios, dijo que "ante una crisis tan grave, quizá por prudencia debería haberse aplazado la votación de hoy, si hubiera habido margen legal para ello". Por lo demás, el ministro del Interior, pasada la medianoche, y ya en jornada electoral, por lo tanto, confirmó que habían encontrado un video en el que Al Qaeda reivindicaba el atentado de Atocha. Por fin, y por vez primera, el Gobierno parecía dar credibilidad a un comunicado procedente de los terroristas y no argumentaba que la condición moral de sus firmantes impedía concederles siquiera el beneficio de la duda. Esta fue, no obstante, la única ocasión en que la comparecencia de Acebes no fue retransmitida en directo por Televisión Española, que había cambiado su programación para emitir, a esa hora, Asesinato en febrero, una película sobre la muerte del diputado socialista Fernando Buesa y su escolta, a manos de ETA.

José María Aznar, con el ministro del Interior, Ángel Acebes.
José María Aznar, con el ministro del Interior, Ángel Acebes.LUIS MAGÁN

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