"Mi nombramiento y el de Rato no tienen nada que ver"
José Manuel González-Páramo (Madrid, 1958) recibió el pasado jueves la llamada que esperaba desde hacía tres semanas. Era Rodrigo Rato, el ministro de Economía en funciones, quien desde Bruselas le confirmaba que los socios del euro le proponían para sustituir a Eugenio Domingo Solans como miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo. Un español por otro español, lo que en opinión de González-Páramo no bloquea el nombramiento de Rato para la gerencia del Fondo Monetario Internacional (FMI). El nuevo representante en el centro decisorio de la política monetaria de la zona euro fue designado por el PP para el Banco de España en 1994, accede al BCE a propuesta de Rato y ejercerá su nuevo mandato bajo un Gobierno socialista.
Solbes es uno de los profesionales más respetados, en España y en Europa
Pregunta. ¿Ha sido un parto muy largo?
Respuesta. Ha sido más complicado de lo previsto, pero satisfactorio porque sienta un precedente respecto de la forma de elegir a los candidatos. La discusión ha tratado de desvincular los aspectos de nacionalidad y eso sienta un buen precedente.
P. ¿Prevé problemas de cohabitación con el nuevo Gobierno del PSOE?
R. En absoluto. Soy plenamente independiente en lo personal, en lo político y en lo profesional. Entré en el Banco de España en 1994 a propuesta del PP, pero mi nombramiento lo firmó Solbes [Pedro Solbes, entonces ministro de Economía con el Gobierno del PSOE]. La candidatura actual para el BCE también la ha avalado plenamente el PSOE. No veo un problema de coexistencia. Rojo [Luis Ángel Rojo], por ejemplo, fue propuesto por el PSOE como gobernador del Banco de España y fue muy fructífera su gestión con el PP.
P. ¿Su elección para el BCE bloquea la de Rato para el Fondo Monetario?
R. No tiene nada que ver mi nombramiento con el de Rato, no son del mismo ámbito. Al hablar del BCE estamos hablando de Europa; el FMI es de ámbito mundial. No son las mismas funciones, ni jamás se han mezclado. Ayer el Eurogrupo quiso adelantar la decisión del BCE para desvincularla de la relativa al FMI. Desde algunos países quizá se ha querido forzar ese conflicto para obtener un resultado diferente.
P. ¿Qué le parece Solbes como ministro de Economía?
R. No cabe duda de que es uno de los profesionales más respetados, no solo en España sino en Europa. Será una gran elección en lo profesional, por su experiencia, y en lo personal porque tiene unas cualidades que hacen muy fácil el diálogo, lo que es muy importante de cara a las reformas que se anuncian.
P. ¿Cede Trichet finalmente a las presiones políticas cuando el pasado martes deja abierta la posibilidad de una rebaja de tipos?
R. No he sacado esa impresión. El BCE ha dado muestra, sobre todo en los últimos meses, de que no cede a las presiones políticas. Lo que sí hace el banco es estar permanentemente reevaluando la nueva información.
P. ¿No llega tarde esa rebaja?
R. La política monetaria no tiene que reaccionar a corto plazo ante indicadores parciales, sino apuntar a la estabilidad de precios a medio plazo.
P. Pero, mientras, EE UU se beneficia de unos bajos tipos de interés y un dólar débil.
R. La fortaleza de la economía americana está en su flexibilidad, en su tremenda capacidad de adaptación, y ahora, además, responde a un impulso fiscal.
P. ¿Y Europa?
R. Europa se ha autodiagnosticado muchas veces. La Agenda de Lisboa es precisamente una proclama en favor de flexibilizar la economía, de convertir a Europa en una de las áreas económicas más dinámicas. Ello supone reconocer que hay unas rigideces estructurales que impiden a la economía europea utilizar hoy la capacidad de adaptación que tiene la economía americana.
P. ¿Es partidario de modificar el Pacto de Estabilidad?
R. No soy partidario de que se reforme su letra, soy partidario de que se racionalice su interpretación. Y hay interpretaciones y actuaciones que caben en su actual letra. Modificar la letra a raíz de problemas coyunturales arriesgaría una pérdida de credibilidad de cara al futuro. Hemos aprendido que las reglas que estaban previstas en él son imperfectas. Por ejemplo, se olvidan de qué hacer con la política fiscal en etapas de expansión, que es cuando se larvan los problemas que emergen en la desaceleración. Habrá que reinterpretar el pacto en ese sentido, sin necesidad de modificarlo.
P. España tiene déficit cero, pero presenta otros déficit en educación, sanidad o innovación que el nuevo Gobierno piensa corregir ¿representa esto algún riesgo?
R. Cualquier déficit de servicios públicos o infraestructuras se debe eliminar, pero no necesariamente a través de más déficit público. Admitir sin más lo contrario sería olvidar que hay mucha ineficiencia en el gasto público actual, y dar por sentado que la capacidad recaudatoria de nuestro sistema fiscal no puede aumentarse dentro de las mismas normas hoy vigentes. Soy partidario del equilibrio presupuestario e incluso del superávit. España tiene unos compromisos a medio y largo plazo en sanidad y en pensiones que justificarían un superávit sostenido, y así lo entienden otros países europeos.
P. ¿Hay que seguir bajando impuestos en España?
R. No sólo en España. Ésta es una de las directrices de la Agenda de Lisboa. Hay que reducir los impuestos que recaen sobre los factores de producción, sobre las rentas del trabajo y del capital, porque estos impuestos restan competitividad, limitan los incentivos. Los márgenes para bajar impuestos dependen del grado de compromiso del Gobierno respecto de la tarea más difícil: conseguir una mayor eficiencia en el gasto.
P. ¿La reforma laboral es tan urgente?
R. Cuando uno hace un repaso de los problemas estructurales de la economía española, entre los que aparecen éste es inevitablemente uno. Tenemos un mercado laboral que requiere de reformas diversas, que aumenten la participación, que hagan que los salarios se acerquen más a la productividad, que reduzcan la segmentación entre trabajadores temporales y fijos. Éstos son retos con los que se han encontrado sucesivos ministros de Economía, lo que sugiere que no son fáciles de afrontar.
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