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Columna
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Terrorismo de frac

Estás que te subes por la paredes y lo que ves en el interior te produce el mismo vómito que lo que ves fuera. En esta ocasión, más que nunca, nos ha tocado de lleno y las vías, las calles, las estaciones, están aún cubiertas de sangre, de flores, de velas, de mensajes de ternura y de dolor, pero no de ese dolor retórico y vacío, sino del que te dobla y te golpea en el bajo vientre y te humedece los ojos, aunque te resistas, y te deja impúdicamente desnudo frente al espanto, al desprecio, a la barbarie. Esas mochilas llevaban también tu nombre, el nombre de todos: llevaban un vecindario, una ciudadanía, un padrón para el degolladero. Masacre indiscriminada y feroz, para la que no se necesita un Apache sofisticado, sino un simple móvil de tarjeta. Dice Aznar que todos los terrorismos son iguales, pero no es cierto. Hay objetivos diversos, motivos irracionales, oscuros propósitos, revanchas con nombres propios y revanchas anónimas, de criaturas inocentes, con las legañas del madrugón, como única seña de identidad. Cuando dentro de unas horas, los reyes presidan los funerales de Estado por las víctimas de los atentados del 11-M, la catedral rebosará de presidentes, de príncipes, de estadistas, de mandatarios. Es una conmoción, incluso para Powell. Y ahí, me consta, es dónde las cosas ya no te encajan, se te figuran muy de protocolo e hipocresía. ¿Sabe Powell que, sin duda, representa a Bush, por dónde cae Irak, por dónde cae Gaza? ¿Saben Powell y Aznar que hay un terrorismo de Estado, unos asesinatos selectivos, con efectos colaterales?, ¿los lloran, los condenan, los justifican o hacen la vista gorda?, ¿en qué embuste se echan la moral?, Sharon y sus pajarracos envían un misil contra una silla de ruedas. Luego se dan palmadas. Es el terrorismo de frac. Claro que antes, un Sharon descamisado se adiestró en la matanza de miles de palestinos en Sabra y Chatila. Y sigue tan orondo. Tú contemplas la foto de una mujer desangrándose en Atocha, y otra de un niño de Gaza acurrucado en un portal, y te subes por las paredes y por las lágrimas rabiosamente.

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