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Reportaje:

El músico que odia a Wagner

Antonio Pastor Martínez, superviviente de Mauthausen, elabora una lista de 905 andaluces exterminados por los nazis

Tereixa Constenla

Antonio Pastor Martínez es un hombre afortunado porque está vivo. En sus 84 años se ha enfrentado a tantos horrores que otra persona habría necesitado varias vidas para digerirlos de forma cabal. Pero Antonio Pastor sólo confiesa una fobia clara heredada de los tiempos que pasó en el infierno: la música de Wagner.

Ningún músico puede seguir amando aquello que ha interpretado forzado para sus probables verdugos. Antonio Pastor interpretó al clarinete el coro de peregrinos de la ópera Tannhaüser miles de veces para deleite de los oficiales nazis, mientras devoraban "cenas pantagruélicas" en una sala contigua. Al finalizar, ebrios, arrojaban los huesos a los escuálidos músicos del quinteto que les amenizaba sus veladas. Uno de ellos era Antonio. Llegó a pesar tan sólo 29 kilos.

Es un superviviente de Mauthausen y, como tal, uno de los españoles que se juramentó para avivar la memoria de las generaciones futuras con lo ocurrido allí. Gracias a él se ha elaborado la lista de 905 andaluces fallecidos entre 1940 y 1945. Pastor habla de su experiencia con cierta distancia, como haciendo el recuento de algo que han vivido otros aunque lo narre en primera persona.

"Todavía recuerdo los lloros de aquel niño y la desesperación de la madre", dice después de relatar una escena ocurrida en Mauthausen, tras la llegada de una expedición de mujeres. Una de ellas, con su hijo en brazos, se había apartado de la fila y un soldado alemán le arrancó el niño, lo arrojó "al contenedor" y "a patadas" la obligó a regresar con las demás.

Antonio Pastor, que había nacido el 9 de diciembre de 1918 en Almansa (Albacete) y había sido oficial del Ejército de la II República, llegó a Mauthausen procedente del campo de Vernet d'Ariège, donde le habían recibido con el aviso de que entraba en un lugar para "extranjeros indeseables". A Francia llegó como todos los refugiados republicanos españoles y, en una injusta imputación según relata, acabó encarcelado.

Del campo de Vernet recuerda "una especie de plaza de toros donde te obligaban a dar vueltas con un saco de arena de 100 kilos". Allí conoció a un sacerdote católico que, a la postre, le salvaría la vida al sacarle de Mauthausen. La primera oportunidad que recibió de Ferdinand Mamun, el cura, fue para ingresar en la orquesta del campo, un quinteto que se haría famoso entre el siniestro circuito musical de los campos. Completaban el grupo un violinista austríaco, un saxofonista checo, un flautista ruso y el director de orquesta alemán. "Igual que no todos los españoles eran franquistas, tampoco todos los alemanes eran malos, éste era de izquierdas", precisa.

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De Vernet dice que le "salvó" la música. De Mauthausen, donde portaba las carretillas con los restos de otros compañeros o cortaba leña para alimentar los hornos crematorios, le rescató Ferdinand Mamun, en su calidad de ecónomo de un pequeño seminario francés que le reclamó para el coro.

Cuando regresó a España emprendió otra terrorífica gira por cárceles, cuarteles y campos de trabajos forzados. Como el régimen franquista le impidió que ejerciera de profesor de francés porque había aprobado la oposición en zona "roja", se convirtió en viajante de calzado. Siguió tocando el clarinete, pero nunca a Wagner. Tal vez la de ahora sea su mejor pieza: el agitador de la memoria ante estudiantes a los que recuerda lo que ocurrió hace 60 años.

El rastro de los "apátridas"republicanos

José Antonio Méndez es alcalde de El Real de la Jara, una pequeña localidad sevillana de unos 2.000 habitantes, apenas el doble de los andaluces que murieron entre 1940 y 1945 en Mauthausen y Gusen, dos campos de concentración nazis en suelo austriaco.

La lista recopilada por Antonio Pastor a partir de los archivos de la Asociación Amical de Mauthausen recoge 905 casos de andaluces exterminados: 231 de Córdoba, 158 de Málaga, 148 de Granada, 139 de Almería, 111 de Jaén, 69 de Sevilla, 39 de Cádiz y 10 de Huelva. Entre ellos figura Manuel Martín Ribas, un familiar del actual alcalde de El Real de la Jara que murió en Gusen el 6 de noviembre de 1941, como han descubierto recientemente sus descendientes. "Ignoraban cómo había muerto, sólo sabían que había desaparecido en Alemania", explicaba ayer el alcalde de El Real de la Jara antes de la clausura de la exposición organizada por la Fundación de las Tres Culturas como homenaje a las víctimas del horror nazi, a partir de los casos de Anna Frank y Primo Levi, y que ahora se trasladará a otras provincias andaluzas.

El sindicalista de la Confederación General del Trabajo de Andalucía Cecilio Gordillo, un activo recuperador de la memoria histórica de las víctimas del franquismo, demandó ayer a la Junta apoyo económico para costear una investigación rigurosa que permita averiguar el alcance del exterminio nazi sobre republicanos andaluces.

La relación elaborada por Antonio Pastor es sólo la punta del iceberg. "Es la lista de los que quedan constancia", señala Pastor ante el panel donde se apiñan los 905 nombres del horror. "O sea que yo soy un privilegiado y estos pobres...", concluye el antiguo profesor de francés que vendió zapatos para sobrevivir en la España franquista después de haberlo hecho al exterminio de Mauthausen.

No están todos. Y hay algunos errores, o carencias de información. Ayer mismo algunos parientes subsanaron fallos sobre la marcha, de ahí que Gordillo reclame una investigación histórica para sacar a la luz lo ocurrido con los refugiados republicanos españoles que, tras la ocupación de Francia por las tropas alemanas en 1940, sufrieron la peor de las suertes. Alrededor de 12.000 ingresaron en campos de concentración. Y, tras el acuerdo entre las autoridades alemanas y las españolas, se distinguían con un triángulo azul invertido cosido a sus uniformes que les identificaba como apátridas.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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