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Reportaje:

La improvisación acude al rescate del Café Berlín

La actuación gratuita de 130 músicos evita el cierre de un local de música y lo convierte en una referencia del jazz en vivo

La palabra jam, en inglés, significa mermelada. Pero también abarrotar, atestar, atascar... La jam es un fenomenal colapso musical que invade todas las semanas un pequeño local del centro de Madrid: el Café Berlín. La jam, algo así como el primer mandamiento del jazz, consiste en la actuación improvisada de todos aquellos músicos que desean saltar al escenario, y en el Berlín alcanza una altura musical al nivel de pocos locales.

Hace apenas ocho meses, saxos y baquetas callaron en el Berlín. Los conflictos del local con el Ayuntamiento llevaron a la clausura de este punto de encuentro de músicos de todo el mundo. Los mismos problemas económicos que han propiciado en los últimos tiempos el cierre de multitud de salas de música en vivo obligaron a su dueño, Eric Sánchez, a echar el cerrojo. Nada, o poco, quedaba de ese elegante cabaré de estilo art nouveau, que saludó por primera vez a la ciudad un 16 de diciembre de 1998.

El club aprovecha el actual momento de excitación creativa para producir discos de jazz en directo

Ante esta situación, Sánchez sacó su agenda de teléfonos, repleta de nombres insignes del jazz latino, y lanzó un llamamiento a todo aquel que le quisiera escuchar: "Hay que salvar el Berlín".

Muchos recogieron el guante, pero la respuesta rebasó las expectativas que Sánchez se había hecho. Uno tras otro, hasta 130, los músicos que contactó el propietario del local le comunicaron que estaban dispuestos a actuar gratis. De esta forma esperaban recaudar el dinero suficiente para hacer posible la subsistencia del café.

A lo largo de las noches de los pasados meses de julio y agosto, casi 40 grupos y más de 120 músicos obraron el milagro en la mayor jam, o atasco musical, recordada. Gracias a su ayuda desinteresada, el local pudo saldar sus litigios con la Administración y seguir destilando música en las sesiones de improvisación.

El café logró esquivar la clausura, algo que la mayor parte de locales de música en vivo en Madrid no han conseguido. El último de ellos, la sala Suristán, cerró sus puertas cansada de lidiar con las complicaciones que acarrea mantener un club de estas características. Otros ilustres precedentes fueron el mítico Rock Ola, que terminó clausurado por la policía tras el asesinato de Demetrio Jesús Lefler, apuñalado durante un concierto; la discoteca Jácara, cerrada por orden municipal en 1991, o el Y'asta, uno de los locales de jam-sessions que cerró hace diez años.

Después de tocar fondo, el Berlín sólo podía ir hacia arriba. Pero, de nuevo, ni las perspectivas más halagüeñas presagiaban lo que había de llegar. Como dice Eric Sánchez, "la amenaza de cierre fue la patada en el trasero que nos hizo dar un paso hacia adelante". Sucedió que Ben Lierhouse, un conocido productor musical alemán, se enamoró del lugar nada más conocerlo.

"Una calidad de músicos semejantes no se encuentra en ningún otro club de Europa; el ambiente del Café Berlín me recuerda la escena musical de Nueva York en los setenta". La afirmación de Lierhouse puede sonar desproporcionada, pero lo cierto es que el alemán quiso sumarse a la ola de apoyos que recibió el Berlín con la grabación de siete discos que recogen el espíritu de las jam-sessions de los domingos por la noche.

El primero de ellos, Tonight Latin, se editó hace pocos meses y está interpretado por la banda del artista cubano Pepe Rivero. El disco, cuyos beneficios van para el club, contó con la colaboración del trompetista nacido en Manhattan Jerry González. El pianista Rivero resalta la importancia del Berlín como lugar donde entablar relaciones entre músicos y buscar nuevas colaboraciones: "Son encuentros de primera".

Pepe Rivero fue el primero en grabar un disco, pero no será el último. Una vez alcanzada la estabilidad institucional y económica, el local se plantea aprovechar este momento de excitación creativa y comenzar a producir sus propios discos. Para ello cuenta con el respaldo de la marca alemana Gateway y un plantel internacional de músicos que no resulta fácil de encontrar.

A pesar de los éxitos actuales, Sánchez no olvida las dificultades que ha vivido y deja en el aire una reivindicación, compartida por muchos otros gestores de locales de música en vivo: "Queremos hacer ver que el Berlín cumple una función cultural".

"Cigala, éste es Jerry González"

Uno de los mayores éxitos discográficos del año pasado fue Lágrimas negras, la fértil colaboración entre el pianista Bebo Valdés y el cantaor Diego El Cigala. Este feliz enlace entre jazz y flamenco ha abierto una senda que otros ya habían explorado, aunque sin alcanzar la resonancia de este disco.

Si en el caso de Lágrimas negras fue el director de cine Fernando Trueba quien auspició la alianza, Eric Sánchez, propietario del Café Berlín, saca pecho cuando anuncia: "El Cigala conoció a Jerry González en el Berlín". González es uno de los mayores embajadores del jazz latino en todo el mundo -ha tocado con genios como Dizzy Gillespie y Tito Puente- y ganó un reconocimiento suplementario después de su aparición en el filme documental Calle 54. Para sus cada vez más frecuentes estancias en la capital, el trompetista neoyorquino ha adoptado el Café Berlín como su refugio.

Este local de música en vivo situado en la calle de Jacometrezo, muy cerca de Callao, sirve de punto de encuentro para individuos de todo pelaje y oficio, pero ante todo músicos. Por eso, no es raro encontrar en alguna de sus mesas o apretado entre el público a figuras del flamenco como Enrique Morente o del jazz como Israel Sandoval. Sánchez evoca, entre otros, uno de los momentos álgidos que el Berlín ha vivido: el encuentro musical entre los argentinos Fito Páez y Luis Salinas.

"Tocaron hasta las seis de la mañana, desenfrenados, en una actuación inolvidable. Cuando por fin dieron por finalizado el concierto, Fito Páez se acercó y me dijo: 'Eric, en Buenos Aires nunca habría ocurrido ésto", recuerda.

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